jueves, 23 de abril de 2015

AQUELLA NOTA EN EL CAJÓN

Alicia pertenecía a la clase burguesa catalana muy adinerada. Había cursado dos carreras, Derecho y Económicas, era una chica ya de unos treinta y cinco años, soltera y no había ejercido pues como ella siempre decía su cuerpo era frágil y debilucho y estaba muy protegida por toda su familia. Juan, de unos casi cincuenta años, viudo por dos veces, acudía con mucha frecuencia a las fiestas que solían dar los primos de Alicia en su Villa. En una de estas fiestas se lo presentaron y tal como se miraron los dos a los ojos, todos pensaron que podía ser la solución ya que los dos a sus edades se encontraban bastante solos en lo que al amor se refería. La viudedad de Juan había sido pura mala suerte, un hombre tan apuesto, de ojos verdes, 1.90 de estatura, agraciado a más no poder y para colmo, pertenecía a una familia también de clase alta, pero que la muerte de sus dos anteriores esposas le habían convertido en un hombre inmensamente rico. Para Alicia el conocerlo fue como si se le hubiesen abierto las puertas del Paraíso, realmente fue amor a primera vista y al parecer a Juan le ocurrió lo mismo. En un corto espacio de tiempo, prepararon una boda por todo lo alto, invitando a ella a lo más granado de la sociedad. Para Alicia era lo más bello que le había pasado en su vida. Cariñoso, amable, siempre pendiente de todo lo que ella deseaba o pudiese desear, parecía adelantarse a todos sus pensamientos. Solo había algo que Alicia no entendía, cuando le preguntaba por sus anteriores esposas, siempre le contestaba, “Eso es el Pasado” disfrutemos del presente que es lo único que importa. Alicia, callaba, pero según iba pasando el tiempo, ella tenía la sensación de que Juan ocultaba algo, no sabía qué, pero algo ocurría. Transcurrían los meses desde que habían contraído matrimonio, parecía que él se iba despreocupando día a día un poco más de ella. Nadie quería darle razones de las muertes de sus anteriores esposas, cosa que ella creía lógico que debía saber, pero siempre tropezaba con lo mismo. Fueron muy dolorosas para él y debería ser él quien le relatase lo sucedido en ambos casos, él era hermético y no soltaba prenda de ninguno de los dos asuntos. Ella no veía normal que siendo su esposa y diciendo que la amaba de aquella manera tan apasionada, no supiese la verdad de lo acontecido anteriormente. Cierto era que aquel apasionamiento, iba disminuyendo, muy lentamente. Por eso y con mucha astucia, Alicia en los ratos que pasaba sola, que realmente no eran demasiados, se dedicó a buscar con mucho cuidado en las cosas pertenecientes a Juan. Debía hacerlo con extremada cautela pues él no consentía que se tocasen sus papeles. Iba abriendo cajones, carpetas y dejándolo después en su lugar como si nadie lo hubiese visto jamás. Eran tantos y tantos archivos los que tenía, tantos cajones en los que husmear, que le costaba trabajo memorizar lo que iba viendo, al parecer nada tenía importancia. Su sorpresa fue cuando al abrir uno de los cajones que había dentro del armario archivador, se encontró con una caja de caudales tamaño folio, la cual le costó bastante tiempo el lograr abrirla. Fue probando una a una todas las llaves que había en la mesa de despacho, pero ninguna servía. Pensó que allí debía de ser donde estaba la clave, allí tendría Juan guardado, dinero reserva por si había algún imprevisto y que no estuviese al alcance del servicio. No había forma, entonces pensó que seguramente la llave la llevaría el encima, en su llavero de casa. Cuando Juan volvió a la hora de la comida, Alicia se fue derecha y sin que la viese al pongo todo de la entrada donde solía dejar las llaves. Eureka, allí había una pequeña llave que sin duda era la que ella necesitaba. Había de encontrar la forma de hacer un duplicado de la misma para que su marido no sospechase. Después de la comida y de haber tomado el café y copa que acostumbraban, Juan se fue al servicio como era su costumbre, era hombre muy aseado y gustaba de cambiarse para salir a la calle por la tarde con distinto atuendo del de la mañana, por lo que tardaría bastante en salir y a ella le daría tiempo de copiarla en un pequeño bloque de plastilina que tenía en su cuarto. Lo hizo rápidamente y Juan no se enteró de nada. En cuanto Juan salió por la puerta, ella se dirigió a la ferretería más cercana para que le copiasen la llave. Rauda y veloz volvió a su casa con el único objetivo de descubrir lo que allí se ocultaba. Lo logró, justamente esa era la llave. Muy despacio, fue levantando papeles y buscando algo que no sabía que era, allí no había dinero, pero si unas notas en folios distintos con una serie de números y letras, como si fuesen formulas que ella no podía entender. En cada folio figuraba el nombre de las anteriores esposas de Juan, que querría decir aquello? Una gran incógnita se debatía dentro de su cabeza, siguió leyendo todos los papeles, pero seguía sin entender, hasta que al final del todo encontró uno en el cual ponía una fecha próxima y justo al lado su nombre “ALICIA” y una fórmula similar o igual a las anteriores. Cogió su teléfono móvil e hizo una foto de cada uno de los folios y claro está del que correspondía con su nombre. Dejó todo tal y como lo había encontrado, cerró con mucha precaución y salió a la calle a toda prisa. Se dirigió a la farmacia que ella había comprado siempre y que le tenían mucho aprecio. Habló con el dueño y sin más le expuso lo que allí había encontrado. El buen hombre examinó bien lo que Alicia le mostraba en su teléfono y fue cambiando de color, no sabía cómo explicarle lo que sucedía. Ella le observó y rápidamente le preguntó ¿esto es algo malo verdad? Casi tartamudeando el farmacéutico le respondió, creo que es muy, pero que muy malo. Son formulas de veneno con las que seguramente mató a sus anteriores esposas y la nueva que tenía reservada para ti. PILAR MORENO 23 Abril 2015

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