lunes, 17 de junio de 2024

DAÑOS IRREPARABLES

            A lo largo de nuestras vidas siempre encontramos personas más o menos buenas, equilibradas o desequilibradas, con ganas de favorecer al prójimo o de hacerle la puñeta como se suele decir. Voy a relatar un caso, al que ni siquiera sé cómo denominarlo.

Era una mujer de clase media alta. Con posibles que otras personas en aquellos tiempos no podían ni soñar. El padre viajante, con su propio coche y la madre ama de casa, cuidando de su padre y de las tres hijas del matrimonio.

La persona a la que me refiero era la de en medio de las tres hermanas. Desde muy pequeña se hizo notar; siempre con muchos dolores de cabeza, como así siguió toda su vida y haciéndole pasar a su pobre madre las noches en vela con ella en brazos y paseándola por toda la casa, para que dejase dormir a sus hermanas y al abuelo. Se ponía a gritar como loca diciendo que porque sus hermanas dormían y ella no.

Fueron creciendo las tres hermanas y el abuelo falleció. Como no faltaba de nada en aquella casa; les apuntaron, como ahora se dice, al conservatorio y cada una de ellas comenzó a tocar un instrumento diferente. La mayor la guitarra, ella la bandurria y la más pequeña el laúd. Parece ser que se les daba bastante bien, les gustaba y llegaron a dar algún concierto, pero… la fatalidad rompió con todos sus esquemas y estalló la guerra civil. Ese echo al igual que a tantas y tantas familias, les descolocó su vida tal y como la tenían planteada. El padre no volvió a viajar, le confiscaron su coche, la música desapareció de sus vidas y todo fue un desastre total.

Dada la zona en que vivían, las bombas y los obuses caían a discreción por loque tuvieron que evacuarse. Fueron a vivir a casa de unos tíos en un barrio más tranquilo, pero en una casa pequeña en la que estaban todos hacinados. Solo había tres habitaciones y un retrete que para tantas personas era todo insuficiente. Se juntaban dos matrimonios con cuatro hijos uno y el otro con tres.

Nunca olvidó las penurias que allí pasaron y aun habiendo pasado tantísimos años seguía maldiciendo el día que salieron de su casa. Ya a finales de la contienda que parecía estar la cosa un poco más calmada, decidieron volver a su casa ya que no sabían en qué condiciones estaría después de casi tres años de bombardeos. Pudieron entrar y sacar todas sus pertenencias, pero en sí la casa estaba medio derruida. Estaba situada en la calle Martín de los Heros, frente al cuartel de la Montaña.

En ella estuvieron el tiempo justo de sacar todo cuanto pudieron en cuanto a ropas y todo tipo de enseres que, en aquella casa había de todo y de lo bueno lo mejor y al menos no les habían robado nada. Cogieron un piso en alquiler en otra zona de Madrid, Cuatro Caminos, mucho más humilde que el que hasta ese momento habían morado, pero, con vecindad muy agradable a las que la guerra les había quitado seres queridos en lugar de posesiones. Hicieron buenas amistades con ellas, las que duraron de por vida.

Una vez en aquella casa, sin cristales y con escasísimos muebles, comenzaron una nueva vida. Como el abuelo no tenía trabajo y para colmo de desdichas fue apresado como tantos otros, tuvieron que ponerse las cuatro mujeres a trabajar. Hacían lo que mejor sabían coser; la pequeña encontró una señora que la enseñó a bordar puñetas y se le daba muy bien, dejándose los ojos, en cada puntada, esos bordados se hacían con hilo de oro y plata.

La mayor se dedicaba a hacer punto de media para una casa de niños y la madre remataba a ganchillo todo lo que podía y además hacía faldones, gorritos de batista, organdí y telas de las más finas que había, cosía como los ángeles. La mediana sin dejar de protestar como siempre se dedicaba a las labores de la casa y ayudaba a la mayor con el punto de media.

Habiendo salido ya el padre del penal encontró un trabajo en una casa de recambios de coches y al menos entraba un sueldo fijo en la casa. En 1943 un día la hija pequeña se puso bastante mal, llamaron al médico y les dijo que la situación era muy grave, tendrían que hacerle un lavado de hígado pues estaba amarilla a más no poder, pero, los tiempos aquellos no eran como ahora, le bajó la regla en esos momentos y suspendieron el lavado, no se atrevieron a hacerlo y a las pocas horas había fallecido. Que mazazo tan grande para aquella familia que empezaba a remontar, la muchacha contaba tan solo con 18 años.

Una gran desgracia para todos los miembros de la familia. Al poco tiempo el padre cayó enfermo, le diagnosticaron una trombosis, nunca se repuso de ella falleciendo en poco tiempo.

A la hija mayor le dieron un puesto de secretaria en la casa en donde últimamente había trabajado el padre. Sabía muy bien taquigrafía y mecanografía, pues nunca dejó de aprender a pesar de las circunstancias, iba a la oficina y después al salir y llegar a casa seguía atendiendo los pedidos de punto que la casa de niños les hacía. A la segunda, le salió trabajo en un laboratorio médico y allí estuvo hasta que se casó.

Esta última, conoció a un muchacho de buena familia, aunque modesta, que vivían de su comercio de ultramarinos en el centro de Madrid. Habían tonteado durante la guerra, pero, eran tan jóvenes, pero, ya en 1948 decidieron casarse. Hicieron una boda sencilla, aunque ella fue vestida de blanco como una princesa, no había olvidado nunca como había vivido cuando era niña y seguía con sus aires de grandeza, esos aires no le reportaron buenos beneficios pues siempre miraba a la gente por encima del hombro. No tuvo buenos quereres entre la gente que la conocía, siempre tenía que sobresalir lo mismo en la familia que en las amistades que a lo largo de los años fue terminando con las que tenía su marido porque a ella no le quedaba nadie.

En 1950 tuvo una única hija, a la que no debió querer ni en su más tierna infancia. Esta no guarda ningún buen recuerdo de ella, al contrario, solo darle buenas palizas cuando no hacia lo que ella quería. Eso si la llevaba como a la hija de unos marqueses y presumía de ella y de las ropas conque la vestía. Siempre tenía que ir mejor que sus primas o cualquiera con quien se tratasen. Incluso cuando la niña hizo la primera comunión, no quiso la madre que la hiciese con sus compañeras de colegio, la tuvo que hacer sola, aunque si fue en la capilla del colegio, aquello más que una comunión fue una boda. Acudió toda la familia, se celebró en un gran restaurante, y hubo hasta baile.

Los años pasaban y la criatura iba creciendo y como todos los niños percibía la falta de cariño por parte de su madre, pues los niños, aunque sean pequeños, se enteran de los ambientes en que se crían. Esa niña estaba sometida a los mandatos de la madre y a los chantajes emocionales, como ahora se dice, que la hacía constantemente. A medida que pasaba el tiempo y por más palos que la diese, se había acostumbrado a ellos, y lo único que consiguió de ella es que se volviese respondona y poco tolerante con las cosas que ella le exigía.

La niña se daba cuenta, de que en el colegio la rehuían las compañeras, nunca la dejaba jugar con ninguna a la salida de este como hacían otras niñas. Nunca le consintió llevar a ninguna amiguita a su casa. Aunque la niña era por su carácter, alegre, simpática y extrovertida, no le servía de nada, a la hora de tener amiguitas. Al dejar el colegio, comenzó a ir a una academia para hacer cultura general y aprender taquigrafía y máquina que, era lo que en la época se llevaba si no se accedía a la universidad y era muy beneficioso a la hora de trabajar.

En esa academia, ya con catorce años, conoció a varias compañeras, chicas normales como ella, que empezaban a salir en pandilla e incluso asistir a algunas reuniones de las que se hacían en las casas. Ella después de mucho rogar, consiguió que la dejasen ir, pero… la tenía que acompañar su padre y eso que era en el mismo barrio donde vivían. En una de esas reuniones, se encontró con un vecino del edificio de enfrente al suyo, el chaval con el que nunca había cruzado una sola palabra le dijo: “Anda, si tú eres la chica que siempre va acompañada de su abuela o de sus padres y que nunca sale a jugar a la calle” en aquella época y justo en la calle en que vivían, salían todos los chavales a jugar pues era una calle cortada al tráfico y no había peligro alguno. Allí bajaban todos los vecinos de la casa y los de enfrente, claro menos ella. Se sintió como un bicho raro, parecía que todos se mofaban de ella.

Con muchos ruegos por su parte y con el consentimiento del padre y los gritos de la madre, consiguió seguir saliendo con aquella pandilla. Unas veces paseaban, otras iban al cine, otras de reuniones. La madre, que estaba convencida de que era novia de uno de los chicos de la panda, le decía que a que aspiraba, salir con el hijo del trapero, pues los padres tenían un almacén de papel usado pero que ganaban un montón de dinero en aquella época. Llegó a coincidir en el mercado con las progenitoras de algunos miembros de aquella pandilla y el resultado fue que poco a poco se fueron alejando de ella y realmente duró hasta que comenzó a trabajar.

Comenzó a salir con las compañeras de trabajo que, eran gente humilde pero trabajadora pero que la llegaron a aceptar en sus casas. Con el tiempo se fueron echando novio y nuevamente se volvió a quedar sola. Aunque con algunas de las chicas de la pandilla seguía teniendo contacto, pero también se habían ennoviado.

Al salir de la oficina, unos días se subía andando hasta su casa, dando buenos paseos y tranquila con tal de retrasar la llegada a la misma lo más posible. Otros días se iba a la tienda de unos familiares que le pillaba muy cerca, y con los cuales había pasado mucho tiempo, los hijos se habían tratado mucho con ella debido a la buena relación que sus padres tenían en común. Ellos eran alpinistas y monitores de Sky. Ella, aunque poco era más pequeña que ellos, pero la trataban como a uno más de los de su pandilla que ellos tenían y por más que rogaron a su padre para que la dejasen ir con ellos a la sierra, nunca lo consiguieron. En realidad, eran primos segundos. En la trastienda de su comercio, los padres que eran excelentes personas les iban empujando de un lado a otro para ellos poder seguir trabajando pues, había veces que se juntaban allí diez o doce chicos.

Muchos días cuando cerraban el comercio, el pequeño sobre todo que era el más afín con ella, se la llevaba dando un paseo hasta la puerta del sol en donde se hallaba el club al que pertenecían el Club Alpino Español. Allí se separaban, ella cogía el metro y el entraba en el club a reunirse con sus amigos. Siempre la llevaba de la mano, aunque unas veces iban solos y otras con algún amigo que había ido a buscarlo para dirigirse al club.

Dicen y con razón que el roce hace el cariño y lo cierto fue que poco a poco se fueron enamorando el uno del otro. Ya no se iba todos los días a dar el paseo, unos días iban al cine, otro al teatro, otros a tomar algo, el caso es que se veían todos los días y que cuando ella entraba por la puerta de la tienda, a él se le iluminaban los ojos y ella jamás pudo olvidar la sonrisa que ponía. Cuando él tuvo que hacer el servicio militar, los sábados su padre la iba a buscar a la oficina y desde allí se iban a esperar a que el llegase al bar que había justo enfrente de la tienda, allí estaba su padre también y su hermano. Tomaban el aperitivo y pasaban los cinco un rato delicioso ya que los padres en lugar de primos parecían hermanos. Luego cada uno a su casa. El a descansar que venía agotado del cuartel y el lunes vuelta a la rutina.

La madre como buena arpía que era le decía “que aspiraciones tienes, primero sales con el hijo del trapero y ahora quieres juntarte con un tendero” Pasaban los tiempos y nadie decía nada, todo era normal, las salidas y paseos, todo transcurría como siempre. Un día fueron al cine y allí se produjo lo que hasta ese momento no había sucedido, se besaron con toda el alma, el corazón y todo loque se pudiera poner en ese momento. Ella estaba henchida de gozo, hasta ese día solo se habían dado besos en las mejillas cada vez que se veían o se despedían, pero, eso ella lo sintió como el verdadero amor que comenzaba, ya nada ni nadie les podría separar. ¡Que equivocada estaba!

A la salida del cine, él la tomó por encima del hombro y la apretó contra su pecho. Comenzaron a caminar en silencio hasta que, de pronto él comenzó a hablar con voz entrecortada y sus palabras fueron “esto no puede ser, no podemos seguir así”, ella alucinada de las palabras que salieron de su boca, preguntó cómo era natural “PORQUE”. ¿Porque no puede ser? ¿Qué ha pasado?

Nada, pero no puede ser, ella, comenzó a llorar, solo sabía llorar, creía morir en aquel momento. Él solo sabía decir no llores que me partes el alma, pero no puede ser, no puede ser. La condujo hasta su casa y nunca se volvió a hablar de semejante sucedido. Como no había explicaciones ella dejó de ira a diario a la tienda, aunque no lo dejó del todo. Cuando él la veía entrar por la puerta era como siempre esa sonrisa y ese brillo de ojos, pero ahí quedaba todo.

Ella siempre supuso que detrás de aquello había una mano negra que tenía nombre y apellidos. En su casa nunca la volvieron a preguntar porque no salía con su primo, con la ilusión que llevaba cada vez que iban al cine o a cualquier sitio. Estuvo muy, muy deprimida, pero guardándoselo solo para ella, en su casa no podía ni debía decir nada. La madre que siempre le estaba tirando puntadas en contra del muchacho y a partir de entonces no volvió a abrir la boca. De sobra sabía lo que había hecho.

Desde ese acontecido, ella comenzó a dar vueltas a su situación y llegó a la conclusión de que lo mejor sería encontrar otro trabajo en el que ganase más y con el tiempo poder independizarse. Unos amigos de sus padres le recomendaron una academia en la que preparaban oposiciones para banca y sin dudarlo fue a enterarse, claro está con su padre que era el que la llevaba a todos los sitios. Les pareció bien el precio y los horarios, aunque a una de las clases llegaría un poco tarde pues salía tarde del trabajar y tenía el tiempo muy justo para llegar a punto. Allí estuvo un año y al siguiente nada más comenzar el curso, el profesor de cálculo y contabilidad que era al que les habían remitido el amigo, comenzó a acompañarle a casa, le decía que iba en esa dirección. Le invitaba a algún refresco. Se paraba en buenas cafeterías. Ella lo veía muy mayor e incluso pensaba que estaba casado al llevar una alianza en la mano derecha; pero al haberselo recomendado el Sr. Antonio, en ningún momento pensó que podría tener malas intenciones, simplemente era agradable con ella.

Ya mediado el curso, un día le dijo, hay una plaza en el banco, ella pensó que se la daría a ella pues él en el banco era jefe de formación y selección de personal. Inocentemente le preguntó y tengo que hacer el examen, estaré preparada y él contestó, no hace falta pues es para telefonista y además no te la voy a dar a ti, es para tu compañera Irene. Se quedó planchada y entonces él le dijo, no te preocupes mujer que para ti tengo otra mejor que esa. Me quiero casar contigo. A ella le gustaba, pero fue un impacto muy grande el que recibió, no sospechaba nada en absoluto. A partir de ahí comenzaron a salir. Él le pidió que dejase la academia y que él le seguiría dando clases en casa cuando el terminase su jornada. Así comenzaron a hacerlo, pero, era dificilísimo allí preparar nada, la madre no dejaba de entrar y salir en aquella habitación, a contarle cosas y a enredar.

Llevaban tres meses de relación y un día salieron con el hermano de él a visitar el piso que había comprado, era una zona alejada del centro, pero con muy buena comunicación y toda clase de servicios alrededor. Les gustó mucho era un hermoso piso y como no estaban entregados todavía, preguntaron en la caseta de obra y les dijeron que ya estaban todos vendidos. Marcharon de allí y justo en la acera de enfrente, estaban construyendo otros, preguntaron también en la caseta de obra y les enseñaron el piso piloto. Eran pisos de cuatro dormitorios, gran salón, cocina, un cuarto de baño y un cuarto de aseo, todo muy amplio. Preguntaron las condiciones y los pisos que quedaban libres. Él estaba decidido a comprar, si a ella le gustaba, y por supuesto que pudiese pagarlo con su sueldo. Entre los dos hermanos echaron cuentas y decidieron que entraba dentro de las posibilidades.

Desde allí fueron a comer a casa de los padres de él, mientras se comía se hicieron los comentarios pertinentes, diciendo que les habían parecido unos buenos pisos, que a ella le habían gustado mucho y que él estaba decidido a comprar. Una vez terminada la comida, madre e hijo desaparecieron, estuvieron largo rato parlamentando en la habitación de ella, cuando salieron, sin decir nada, los dos hermanos se miraron y dijeron vamos a volver a ver los pisos. Así lo hicieron, se encaminaron hacia ellos, pero la caseta ya estaba cerrada, él se quedó con los horarios y decidió que al día siguiente por la mañana a primera hora se acercaría otra vez. Quería dar una señal para reservar uno de los que quedaban.

Se fueron a donde vivía el hermano entonces y allí le preguntó a ella cual sería el que más le gustaría obtener, sabía que le habían encantado, eran tan luminosos y grandes, eran 150 m2 construidos, gran escalera, gran portal dos ascensores, en fin, la cara opuesta de donde ella vivía, que no llegaría a los sesenta metros. Ella no quería ni el último ni el primero, entonces de los que quedaban cogieron el séptimo, tenían dos por encima todavía. Cuando por la noche llegó a casa de sus padres emocionada y contenta a más no poder, se armó la marimorena, de entrada,

-La madre le dijo que quien era ella para comprar nada sin consultar con ellos.

-Cuando le respondió que ella no había comprado nada que lo había hecho su novio, le calzó un par de bofetadas y se quedó tan satisfecha.

-El novio llamó al padre de ella, para pedirle que lo acompañase a dar la señal y a que viese el piso piloto. Lo que iba a comprar para vivir con su hija.

-El padre comprensivo, accedió a ir con el muchacho a verlo y llegó satisfecho a su casa contándole a la madre que le había gustado mucho y todas las cualidades que la casa tenía.

La madre no paraba de vociferar diciendo que ellos tenían que haber sido los que decidiesen si les convenía o no. A todo al que se lo contó con la rabia que lo hacía, dijo que lo que pasaba es que tenía envidia de la hija. Ahí comenzaron los problemas más graves, no asumía que la hija se había convertido en una mujer, que había un hombre que la quería y que le quería dar lo mejor que tuviese. Con toda paciencia y resignación, la llevaron a ver el piso piloto pues todavía quedaban meses para que los entregase la inmobiliaria, ya comenzó a hacer reformas, había que dar la vuelta al piso, todo eran pegas, que si los armarios, que si los azulejos, que si la cocina no la daban amueblada. En resumen, lo que a ellos les había encantado para ella era una porquería. Sobre todo, la luz que tenía, todo exterior con una gran terraza en el salón y otra tendedero en la cocina; y es que donde ellos vivían era un bajo por la parte de la calle y por la otra daba a un patio interior con escasísima luz y para más penar, como era una histérica siempre tenía las persianas echadas para que no viese nadie ni desde la calle ni desde el patio lo que tenía dentro de su casa. Una casa museo en la que había cosas buenísimas y carísimas, pero que solo las podía ver ella, porque todo el que pudiese entrar allí solo era para copiarla y criticarla. ¡Qué pena de mujer! Ni vivió ni dejo vivir en paz a los que con ella vivían.

El novio le dijo que gobernase su casa que en esa iba a vivir su hija y si estaba conforme no tenía ella nada que decir. Eso le sentó como si le hubiese abofeteado, ella acostumbrada a mandar y a gobernar todo ¿cómo la ponía freno y no la dejaba meter las narices? Fue lo peor que pudo hacer, le dijo el día menos pensado te echo de mi casa y él que también tenía su carácter le contestó, no hace falta que me eche, me voy ahora mismo y se marchó de aquella casa. Que tormento vivió es chica hasta que se casó. Todos los días había alguna bronca, a voces para que todos los vecinos se enterasen, era una vergüenza. La hija salía a trabajar por las mañanas, volvía a comer y por la noche lo hacía lo hacía a última hora solo para cenar y acostarse y, aun así, iba detrás de ella para liarla.

Cuando se estaba preparando la boda en una de las broncas que formó, amenazó a la hija con no darle el dinero que tenía ahorrado, diciendo que ese dinero era suyo que para eso la había mantenido toda la vida. Otro disgusto de campeonato pues, haciéndola caso encargaron el dormitorio a un mueblista que les había trabajado a ellos en varias ocasiones. Si no le daba el dinero con que iban a pagar al señor. Los novios habían contado con ese dinero para comprar lo más imprescindible que era eso, el dormitorio, amueblar el baño y unos pequeños muebles para la cocina, dos concretamente pue no daba para más. Para comer y cenar estuvieron varios meses haciéndolo en una mesa y unas sillas de las que se utilizaban para ir al campo.

Que lento pasaba el tiempo, el piso se retrasaba en entregarlo y la desesperación cada vez se hacía más grande. Ya por fin, les avisaron de que se entregaba a finales de junio. Entonces aceleraron la preparación de la boda, comenzaron una vez el piso entregado a limpiarlo y organizar lo poco que se podía pues en realidad, estaba prácticamente vacío. Ella se despidió de la oficina y en esos días se dedicó a la limpieza de la casa en la que nadie la ayudó, Se le quemaron hasta las manos de los productos tan fuertes que utilizó para quitar el cemento que había quedado de la obra, tanto en los azulejos como los poyetes de las ventanas, Se iba a su piso desde por la mañana y estaba allí sola hasta que el novio la iba a buscar por la noche, se hacía unos bocadillos y así pasaba el día pues, todavía no podía guisar porque no estaba todavía el gas puesto a su nombre.

Una noche muy pocos días antes de la boda, cuando llegó a casa para dormir, como de costumbre se la lio y ya la chica que se sabía fuera de aquella casa y que no quería seguir aguantándola, la contestó y sin mediar palabra, se tiró a ella cogiéndole por el pelo y zarandeándola hasta que el padre intervino y se quedó con un gran mechón de pelos en su mano. Ya no la volvió a hablar hasta mucho después de casada.

La maldecía con frecuencia, le decía que le deseaba que si tuviese hijos fuesen deficientes, le quitó las llaves de la casa y le amenazó con que a ella no le dejase los niños si algún día los tenía que ella no se iba a hacer cargo de ellos. La hija lo tomó al pie de la letra y nunca se los dejó cuando los tuvo.

Al final el padre se puso de acuerdo con el suegro y como personas civilizadas hablaron de todos los asuntos y el suegro que la había cogido mucho cariño, le dijo que avisase bien a su mujer, que él no iba a consentir que a su nuera la siguiese tratando como lo había hecho hasta entonces, pues se las vería con él. La tenía ya como una hija. Se pusieron de acuerdo y pagaron la celebración de la boda al 50%.

El día de la boda, por la mañana se levantó, desayunó, se vistió y antes de salir de casa tuvo que limpiar bien el cuarto de baño, puesto que se había duchado y había salpicado los azulejos, recogió las cosas que le quedaban y salió de casa pues la estaba esperando el novio para ir a su piso y dejar unas cosas que tenían que llevar, además habían llegado unos parientes del país vasco y querían enseñárselo. Después la acompañaron a la peluquería en donde ya estaba la madre, la peluquera como era natural, siendo la novia, la quiso atender antes que a la madre y esta se negó en rotundo, ella había llegado antes y no la iba a dejar pasar por muy novia que fuese.

A la hora de vestirse, se vistió sola y solamente le pidió por favor a su madre que le ayudase a colocarse el velo, lo hizo de muy mala gana y sin dirigirle la palabra. Cuando llegó la hora de salir a la llegada del coche a buscarla, su padre la acompañó ya que era el padrino, se metieron en el coche y marcharon para la iglesia, allí estaba el novio todo emocionado esperando, la madrina, la niña que llevaba las arras y cantidad de familiares tanto por parte de la novia como del novio.

Durante la ceremonia se notaba una tensión increíble, las distintas familias no se saludaron tan siquiera. Una vez terminada la ceremonia, se fueron al salón en donde se celebró la boda, un bonito salón y una buena cena. Los novios seguían con muchísimos nervios. Al ir a cortar la tarta, la novia comenzó a echar sangre por la nariz, el novio y el padre enseguida sacaron sus pañuelos, pero la madre ni la miró.

Una vez que se había terminado la cena, dieron por las mesas las gracias por haber asistido a acompañarlos y se marcharon con el hermano del novio y la madrina que había sido su esposa.

A los dos días se fueron de luna de miel y en todas las vacaciones no dieron señales de vida a la familia de ella. Cuando volvieron después de 25 días, fueron a casa de los padres de él y se encontraron con que habían enviado con un mensajero las cosas que su hija había dejado, justo lo que llevaba puesto antes de vestirse de novia. También habían llegado las fotos que les habían hecho, en sus álbumes correspondientes y los padres de él voluntariamente habían pagado.

Después de mucho tiempo, mejor dicho, a los quince años que es cuando el padre fallece, al buscar los papeles del entierro, ella descubre una carpeta en la que estaban las fotos de su boda, las mejores que había. El fotógrafo había llevado las fotos primero a casa de ella, pues estaba mucho más cerca de donde se habían casado y el hombre cuando fue a llevar el resto donde los suegros, dijo que en casa de la novia las habían escogido y allí había llevado las sobrantes.

El comienzo de la vida en común fue bonito y tranquilo, pero durante poco tiempo. La madre comenzó a sembrar cizaña por todos los lados. Ella ofreció su nuevo domicilio a sus tíos y primos y nadie respondió, fue como si ella hubiese desaparecido del mundo. También comenzó a envenenar al señor que le había recomendado la academia para preparar las oposiciones. Le contaba todo lo que ni tan siquiera existía pues, la relación estaba cortada del todo.

A ella le dolía no saber nada de su padre pues lo adoraba. Cuando quedó embarazada, la suegra que era una bellísima persona le aconsejó que llamase a sus padres para contarles la buena nueva, pero ella se resistía, sabía que volverían a surgir problemas, como así sucedió cuando decidió hacerlo, ya estaba de más de siete meses.

El día que dio a luz, su marido una vez habían llevado a ella y al niño a la habitación y ya estaba tranquilo, llamó a sus padres y a sus suegros. La madre de él acudió en un taxi a toda velocidad, pero, la madre de ella, hasta que no fue a la peluquería y se había ido a comer de restaurante no apareció por el hospital.

El padre se presentó con una gran bandeja de pasteles para invitar a todo el que fuese a visitar a su hija y su nieto. Se le veía feliz, pero, la madre parecía que se había tragado el palo de la escoba, lo único que fue comenzar a decir lo que había que hacer con el niño. Una vez que salió del hospital, no volvió a aparecer, solo se dedicaba a llamar a casa de la vecina de su hija, ya que ellos no tenían teléfono todavía, para preguntar por ellos y comenzar a enterar a esa señora de las cosas que para nada la interesaban.

Iba pasando, el tiempo y que contaría a la vecina por teléfono, que la pobre mujer les ofreció el subir a su casa para que la hija pasase allí y pudiesen ver al niño. Claro está la hija no accedió y entonces lo que hacían era ir al portal, llamar al teleportero y esperar hasta que la hija bajaba con el niño y allí es donde le veían. Eso suponía que todos los vecinos que entraban o salían veían que no subían a casa de la hija. Eso duró una temporada hasta que un día llegaba el matrimonio con el niño y se los encontraron allí.

El yerno les dijo que si no les daba vergüenza hacer lo que estaban haciendo. Ella les dijo que no les había autorizado él a subir y seguirían haciéndolo. El padre el pobre hombre que no se atrevía a rechistar delante de ella, dijo, bueno pues ya que estamos aquí, subimos y nos dejamos de estos numeritos. Así lo hicieron y ahí se arregló un poco la situación, pero con ella era imposible estar una semana sin armar alguna.

Iban de vez en cuando a visitar a la hija y al nieto y procuraban que el yerno no estuviese, pero, la costumbre de mandar no se le quitaba. Llegó el bautizo del niño y decidieron celebrarlo en casa, solamente con la familia, los padres de ambos, los hermanos de él ya que ella no tenía y dos o tres amigos. Llegó la hora de la ceremonia y todos en la puerta de la iglesia esperando a que los padres de ella llegasen y cuando comenzó el acto entraron y bautizaron al niño sin la presencia de los abuelos maternos. No acudieron. El motivo es que el padre no era el padrino. Hasta ese punto llegaba el rencor de esa señora.

Pasados los meses, la hija les perdonó y para facilitar la relación con ellos, les pidió permiso para si se querían quedar con el niño el puente de la Purísima. Dijeron que sí enseguida. Al matrimonio les habían invitado a ir al País Vasco y Sur de Francia unos compañeros de trabajo, que al marido le era importante acudir por cuestiones de trabajo. El mismo día que iban a salir de viaje, con todo preparado, les llamó la hija para decirles a la hora que llevaban al niño y la contestación fue que no se quedaban con él que quien había ejercido de padrino se quedase con él.

El disgusto fue morrocotudo. Ella dijo que no iba que se quedaba con el niño y que marchase él. Tenían que ir los dos o ninguno alegaba el marido. Llamó a su madre y esta le dijo que se quedaba sin problemas con él y si tenía alguna duda le ayudaría su prima que era mucho más joven y vivían muy cerca. Así lo hicieron, aunque ella no se fue muy conforme. Era su primer hijo y lógicamente le preocupaba como se desarrollarían esos días, aunque, el niño era muy bueno y estaba muy sanito, pero para una madre separarse de su primer retoño y dejárselo casi a una extraña fue duro. La madre de él era una buenísima mujer, pero se ahogaba en un vaso de agua por eso, en cuanto que ellos marcharon la prima fue la que se hizo cargo del bebé. Siempre le quedó muy agradecida pues, aunque tenían mucha confianza con ella, fue una acción impagable.

Otra vez sin hablarse y ella llamando a casa de la vecina para pedir que le informase de cómo estaba su nieto. Un desastre pues ellos ya tenían teléfono, pero el caso era incordiar y dar explicaciones a quien no las necesitaba.

Estuvieron tiempo en esa situación y cuando no sabían nada de ella era cuando mejor estaba el matrimonio, pues en cuanto intervenía en algo, los líos estaban asegurados. A los tres años, la hija volvió a quedarse embarazada y cuando se lo comunicó, la enhorabuena que le dio fue decirle que era una calentona, que si no podía haber esperado un poco más.   El resto de las cosas que le dijo fue mejor olvidarlas.

Cuando llegó el momento de que iba a dar a luz, enseguida quiso hacerse cargo de la situación y ella se quedaría en casa de la hija para atender al niño mayor y por consiguiente mangonear todo lo que fuese posible. Al salir de cuentas la muchacha, el médico la ingresó en el hospital y después de haberle, puesto la pastilla para dilata, esta no respondió, por lo que a las tres de la madrugada la comadrona la envió con cajas destempladas para su casa diciendo que, se había equivocado de fecha, que el niño no estaba todavía preparado para nacer y que no era grande. Ante esa situación no le quedó más remedio que marcharse a casa. A partir de ese día, todas las tardes tenía que ir a la consulta del ginecólogo y después de reconocerla era la misma cantinela, de esta noche no pasas. Date unos buenos paseos y ya verás como viene.

Pasaban los días y aquel niño no venía. Mientras en casa bronca tras bronca, disgusto tras disgusto. La situación era ya insostenible. El día 29 de marzo, tuvieron una bronca de esas que hacen época. Cuando llegó el marido a casa, le dijo que era una sinvergüenza y una desagradecida, que encima de estar haciéndose cargo de todo la había hasta pegado. Toda pura mentira, pero siempre se las apañaba de manera de poner las cosas a su manera. Claro está que el yerno no la creyó Tan desesperada estaba la hija que le dijo a su marido, si el día 1 no he dado a luz, bajo mi responsabilidad que me haga la cesárea. El día 30 de marzo, al tirarse de la cama, notó una cosa muy rara, era un tapón negro lo que había expulsado y rápidamente llamó a su esposo y se preparó en lo que llegaba a buscarla y salieron para el hospital.

Al llegar les recibió el médico y le dijo a la comadrona que la pusiese un goteo y la pastilla. Cuando el médico se marchó, la comadrona dijo que no hacía nada hasta que ella la reconociese; así lo hizo, una vez que la había reconocido, estando ya en la habitación y habiéndole hecho pasar el peor rato de su vida, casi no les da tiempo a llegar al paritorio. El niño había sido colocado y en cuanto encontró su posición natural para salir, tenía una prisa terrible. Había estado atravesado y si esa buena mujer no lo coloca, posiblemente hubiesen muerto la madre y el hijo pues, habían pasado un mes y once días desde la fecha en que salió de cuentas. El niño gracias a Dios era precioso, pesó 4.850grs. Cuando los llevaron a la habitación ella vio que el niño tenía un color verdoso y además estaba áspero, no tenía el tacto tan suave que tienen los bebés. Cuando se lo comentó a la comadrona al día siguiente, esta le dijo no te habían dicho nada. El niño es hipermaduro y de ahí el color y la aspereza de piel, además estaba empezando a consumirse dentro de ti. Podríais haber muerto los dos.

Después de todo, contentos de poder volver a casa con el bebé sanos y salvos y volver a estar la familia reunida con el hijo mayor. La abuela en dos día se marchó a su casa y volvió a reinar la paz.

Esas situaciones siguieron a lo largo de los años, era tan retorcida que si discutía con la hija dejaba a los nietos sin regalos de reyes, cumpleaños o cualquier otra cosa. Sabía perfectamente que a quien hacía daño era a su hija. Los años iban pasando y los niños no la soportaban, ellos iban creciendo y lo mismo que adoraban al abuelo, la relación con ella era patética. Los chillaba por cualquier cosa, los regañaba, en realidad no los trataba como a niños y menos sus nietos.

Los veranos los pasaba la familia en el chale que habían construido con mucho esfuerzo y en el que eran muy felices, tenían muchos amigos y los niños tenían una gran pandilla. Los abuelos iban a verlos todos los sábados y pasaban el día con ellos. La hija seguía aguantando muchas cosas, pero pasaba pues el padre le hacía muchos recados y era muy feliz con los nietos. Iba a diario en muchas ocasiones y les decía a los niños si llama la abuela no sabéis nada de mí. Iba a comprarle el butano, la llevaba a comprar etc. Y todo con gran ilusión y amor hacia la hija y los nietos.

Los sábados que por la noche se juntaban con amigos y aportaba cada uno sus cenas, ella tenía que ser la que recogiese todo porque si las demás lo hacían lo mejor que decía es que eran unas guarras.

Fueron pasando los años, los niños crecían y llevaban a casa a todos sus amigos, pues eso también la molestaba, le decía a la hija que paciencia de aguantar a todos aquellos chicos allí. Y la hija siempre le decía, prefiero que vengan aquí pues así se con quien están y como son los amigos.

Un día el abuelo le propuso a la hija de ir a pasar quince días con ellos puesto que no lo habían hecho nunca. La abuela ponía pegas pues decía que en casa de la hija había dormido mucha gente. Esta le dijo que cuando iba a un hotel si les ponían una habitación y unas ropas a estrenar. Después de mucha pelea, accedió a ir unos días. Llevaban unos días instalados, ya quedaban pocos para que se volviesen a su casa. Llegó el viernes y era día de mercadillo, el abuelo dijo que él llevaba a su hija y a su amiga a comprar ya que su hija todas las semanas iba con la hija de la amiga y era justo que ahora que estaba él fuese el que lo hiciese.

Los niños que escucharon que iba el abuelo al mercadillo, se apuntaron los primeros pues nunca habían asistido a él. El abuelo no se negó y salieron de casa los cuatro en busca de la amiga y llegaron al mercadillo. Disfrutaron de lo lindo, pidieron de todo al abuelo y éste no les negó nada. Al terminar ahí las compras se dirigieron al Centro Comercial Canguro a comprar la carne, el pescado, el embutido etc.

Cuando terminaron de todo, el abuelo y los nietos se marcharon con las bolsas al coche. La hija y la amiga dieron la vuelta a la plaza para recoger unas prendas de la tintorería y ellos las esperarían en el coche para volver rápido a casa. Cuando las dos mujeres regresaron al coche, encontraron un montón de público y al niño pequeño llorando y diciendo que a su abuelito se lo habían llevado. El niño mayor había salido corriendo a buscar a su madre por el lado opuesto al que ella había tomado. Allí le dijeron que al señor mayor lo habían llevado al centro de salud pues, se había caído y había perdido el conocimiento. La madre le dio unas monedas al niño mayor para que llamase a la hija de su amiga y fuese a recogerlos para que no estuviesen solos.

Las dos amigas salieron corriendo hacia el centro de salud y cuando llegaron se encontraron con lo peor que jamás hubiesen podido pensar. En la acera de la calle, encontraron el cuerpo del abuelo topado con una manta pues había sufrido un infarto y había fallecido.

Que situación tan terrible. Allí fueron muy amables y les facilitaron todas las cosas. La hija no podía creer lo que estaba viendo, no podía ser su querido padre el que se hubiese ido. Tuvieron que ponerla una inyección para calmarla y gracias a eso pudo llamar a su esposo, a un tío suyo que vivía cerca y al rato tener la cabeza fría para dar contestación a todo lo que los sanitarios le preguntaban. De esa forma pudo decidir el llevárselo de inmediato a su casa porque si no lo hacía así, debían enviarlo a Madrid para hacerle la autopsia. En ese momento ella pensó que lo mejor era llevárselo a casa y seguir las instrucciones que allí le habían dado.

Siempre dijo con el tiempo que nunca más tomaría esa decisión. Después le trajo muchos problemas esa disposición. Debido a ello a los dos años las autoridades querían exhumar el cadáver pues, los agentes de la autoridad se habían denunciado entre ellos por falta de auxilio. Eran las doce de la mañana, un 31 de julio y unos guardias salían de servicio y otros entraban y ninguno quiso hacerse cargo del caso. Vergonzoso, después de lo que había pasado, la perdida del padre, el disgusto de los niños de ver caer al abuelo y que se lo llevasen unos señores a los que no conocían. El llegar a casa y tener que informar a la abuela que el abuelo llegaba detrás de ella en una ambulancia, pero ya fallecido. Un trago para no deseárselo a nadie.

Después de todo eso tener que aguantar a la abuela, haciéndoles la vida imposible, hasta que ya era imposible soportarlo pues cayo enferma y con el carácter insufrible, fue necesario ingresarla en una residencia geriátrica hasta su fallecimiento.

A partir de ese momento volvió a reinar la paz en el seno de esa familia, pero todo lo que habían pasado había sido excesivamente duro, pues aun estando enferma no dejaba de incordiar y meterse con la hija a la que no le costó el matrimonio porque el marido era una buena persona y no la hacía caso, pero siempre lograba sembrar dudas en él con las cosas que decía.

Se debe sentir pena por los padres y atenderlos lo mejor posible, pero en casos como este, es una situación de supervivencia, da igual sea hombre o mujer pero no se debe consentir que interfieran de una manera tan cruel en la vida de los hijos, al contrario facilitarles su felicidad y dejarles vivir su vida con sus hijos o cómo consideren que deben vivirla.

 

                        PILAR MORENO año 2024

 

 

 

 

 

 

RESUMEN DEL CURSO 2023-24

Desde hace muchísimos años vengo acudiendo a las clases de Literapia del Centro de Adultos El Pontón. No puedo asegurar cuantos, pero quizás haga quince años o más. Hemos pasado por distintas etapas, diferentes profesores, todos de gran calidad de enseñanza, pero los alumnos desde el principio éramos casi los mismos. Teníamos unas enormes ganas de aprender. Con el paso de los años desgraciadamente, tuvimos que despedir a algunos de nuestros compañeros, como Pilar Perucha, Ascensión Varela, Loli Arenas, Gregorio Esteban, etc… otros abandonaron debido a su edad o por otras obligaciones.

Cuando la Comunidad de Madrid hizo recortes, nos quedamos huérfanos de profesores, nadie nos daba clase, lo único que la dirección, siempre tuvo a bien dejarnos la biblioteca para que la utilizásemos con o sin profesor. Fue entonces cuando uno de nuestros compañeros, Jerónimo Pacheco, profesor jubilado se personó en la biblioteca municipal y hablando con unos y con otros, dio con una persona que buscaba justo lo contrario que nosotros. Ella quería dar clases ya que era poeta y escritora. Quedaron para otro día y Jerónimo amablemente me invitó a ir con él a esa cita. Acudimos los dos y esa persona nos resultó de lo más agradable y accedió a nuestra propuesta aun sabiendo que no tenía ningún tipo de emolumentos.

Puri que así se llamaba la señorita, comenzó rápidamente a darnos clase y realmente aprendimos mucho con ella, sobre todo hacíamos escritos todas las semanas sobre el tema que ella escogiese y resultó muy divertido, también nos enseñó a escribir algo de poesía, ya que como he mencionado era poeta y había editado varios libros. Estuvo con nosotros varios cursos, estando muy acoplados tanto ella como nosotros a las tareas semanales. No siempre salen las cosas como unos las planifica y ella que era una excelente persona, de pronto se vio abandonada por el marido y casi en la calle, por lo que se vio obligada no solo a dejar su casa si no también a buscar un trabajo remunerado, pues tenía que seguir viviendo.

Nos dejó nuevamente a la deriva, pero, nosotros seguíamos con ilusión acudiendo todas las semanas a la clase y aun sin corrección de nadie y haciendo lo que podíamos y seguíamos escribiendo. Para colmo de desgracias estalló la pandemia maldita a las dos semanas de haber contactado con una persona para que nos solucionase el problema, pero, solo fueron eso dos semanas, pues el centro se cerró por miedo a los contagios.

En total fueron como cuatro años los que estuvimos sin gobierno ninguno pero la ilusión no la perdimos. Unos días íbamos seis personas a clase otros tres, cinco, siete, pero la gente se fue enfriando. Aunque siempre más de tres íbamos. Preguntamos por todos lados, nadie sabe las gestiones que pudimos hacer unos y otras para encontrar a alguien que quisiera hacerse cargo de nosotros.

Después de todo este tiempo, logramos encontrar a una persona que nunca hubiésemos soñado tener para cumplir nuestros deseos. Alguien habló con esta persona y decidió probar por un tiempo. Bendito ese el día que tomó esa decisión, ha merecido la pena todo el tiempo que hemos esperado. Es un grandísimo profesor que nos está enseñando cosas que al menos yo no recuerdo haberlas estudiado en mis tiempos de colegio, cosas esenciales para una buena escritura, nos sentimos muy orgullosos de tenerlo como profesor.

El pasado curso fue estupendo, pero este que ahora termina, lo ha sido mucho más. Los escritos que hemos ido haciendo a lo largo del mismo, han superado con creces las expectativas que teníamos. Creo que en general nos sentimos más sueltos a la hora de confeccionarlos. El léxico que vamos adquiriendo es mucho más rico, el vocabulario que se está empleando no tiene nada que ver con el que antes utilizábamos. En fin, ha sido un curso maravilloso y todo gracias al profesor Jesús Peñas.

Por otro lado, se ha corrido la voz de cómo es nuestra clase y han acudido personas nuevas que están aportando su sapiencia pues son realmente buenos en su redacción y sus temas. De todo el mundo se aprende, pero hay de quien se puede aprender muchísimo y encima son gente sencilla, colaboradoras y que se han integrado en el grupo de muy buena gana.

También tengo que decir, que este grupo, es como una gran familia, cada uno vive su vida, pero, si alguien enferma o tiene algún problema, todos se preocupan y están pendientes de lo que sucede, eso sí, sin meterse en la vida del otro, simplemente es solidaridad y si pueden ayudar lo hacen con sumo gusto.

Espero igual que todos mis compañeros que estos cursos sigan dándose muchos años más y que todos sigamos asistiendo con la misma ilusión que hasta la fecha, dado que solamente pagamos una cuota de diez euros al año para fotocopias y el resto es totalmente gratuito. La escuela nos reserva todos los cursos un aula de la que podemos hace uso un día a la semana, lo cual es de agradecer, pues ellos dependen de la Comunidad de Madrid y otra parte del ayuntamiento y así lo vienen haciendo tantos años.

                                                        

PILAR MORENO 4 junio 2024

domingo, 2 de junio de 2024

HISTORIA COTIDIANA COMUN Y CORRIENTE

Mi vida cotidiana transcurría en Madrid, desde el día que contraje matrimonio eclesiástico. Formamos una familia y enseguida nació mi primer hijo que nos colmó de felicidad. Le llevábamos a todas partes aun siendo muy pequeño. Su papá jugaba al tenis y le acompañábamos a todos los partidos. Salíamos de vacaciones a la playa etc…pero, al ir a nacer mi segundo hijo decidimos mi esposo y yo que, ese año sería complicado viajar al mar con un niño tan pequeño y otro de tres años.

Un compañero de mi marido había tenido alquilada una casita en Villalba, justo en el barrio de los Negrales. El la dejaba libre pues se había construido un chale y se trasladaban al mismo. Nos propuso ir a visitarla por si nos interesaba ya que había comentado con él la situación que teníamos con vistas a las vacaciones. Quedamos con el dueño de la casa y como nos gustó la situación y el tamaño de la vivienda, en ese mismo momento le dimos una señal para que nos la reservase.

Llegó el mes de junio nos instalamos en esa casa dispuestos a pasar todo el verano y mi niño mayor comenzó a pasarlo estupendamente pues en la casa contigua había dos niños hermanitos que tenían aproximadamente su misma edad. Nuestra forma de ser hizo que también nosotros tomásemos contacto con los vecinos y pasamos un verano fabuloso. Al final del verano, lo habíamos pasado tan bien y habíamos hecho estupendos amigos que no dudamos en comprar una parcela. Mientras se construía nuestra casa, seguíamos alquilando y ya veníamos todos los fines de semana y todas las vacaciones, incluidas Semana Santa y Navidades. Una vez que se terminó la construcción de nuestro segundo hogar, nos trasladamos a él y fue disfrutado al máximo.

Seguimos con las mismas costumbres y no faltábamos ningún fin de semana y las vacaciones escolares. El mismo día que finalizaban las clases yo tenía todo preparado y nos instalábamos en nuestra casa en donde éramos todos felices.

En 1987 mis padres decidieron venir a pasar unos días a nuestra casa a disfrutar de los nietos, cosa que nunca habían hecho hasta ese año. Todos estábamos ilusionados, sobre todo los niños, que adoraban al abuelo. Sabían que con él los juegos estaban asegurados y las salidas a cualquier sitio pues no les negaba nada de lo que estuviese a su alcance.

El 31 de julio de ese año, había mercadillo y los niños nunca habían asistido a el por lo que le rogaron al abuelo que los lleváse con nosotros a comprar, entre otras cosas para no quedarse con la abuela, la que no paraba de regañarles. El abuelo accedió y salimos de casa los cuatro felices y contentos, recogimos a mi amiga con la que siempre iba yo en el coche de su hija y ese día nos tocaba a nosotros llevarla.

Compramos todo lo que necesitábamos pues ese día era nuestro aniversario de boda y al día siguiente el de mis padres. Se iba a hacer una pequeña fiesta familiar a la que asistirían mis suegros, cuñados y amigos con los que nos reuníamos todos los sábados y lo pasábamos en grande. Los niños le sacaron al abuelo todo lo que pidieron. Al llegar al coche, se quedaron el abuelo y los nietos guardando las bolsas de la compra, y mi amiga y yo nos fuimos a recoger unas prendas al tinte.

Al regresar al coche vimos un gran remolino de gente y mi hijo pequeño llorando a más no poder, cuando me vio llegar comenzó a gritar diciendo que a su abuelito se lo habían llevado. Mi hijo mayor había salido corriendo a buscarme, pero lo hizo por el lado opuesto al que yo había tomado, en la plaza del Canguro. En ese momento me dijeron que a mi padre se lo habían llevado al ambulatorio pues se había caído y había perdido el conocimiento. Al llegar mi hijo mayor todo sofocado, le di unas monedas para que llamase a la hija de mi amiga para que no se quedasen solos. Tenían 13 y 10 años. Entonces nosotras salimos corriendo hacia el ambulatorio.

Cuando llegamos al centro de salud, encontré a mi padre tumbado en el suelo, tapado con una sábana pues había fallecido. Los sanitarios me dieron toda clase de facilidades para que me lo pudiese llevar a mi casa y no tener que hacerle la autopsia. Así lo hice, aunque hoy hubiese tomado otra decisión.

Ahí mi vida sufrió un cambio radical, un cambio muy duro pues encima de haber perdido a mi padre, tuve que hacerme cargo de mi madre, lo que hasta el momento de su fallecimiento no fue nada fácil a pesar de no vivir con nosotros. Eso que yo era hija única, nunca sentí el cariño de ella, Era una persona de muchísimo carácter y si no se hacía lo que ella quería ya estaba la guerra liada.

PILAR MORENO 27 mayo 2024

MEMORIAS DE UN TAXISTA


              Fermín un taxista con mucha experiencia en su trabajo, había visto de todo en el asiento trasero de su vehículo.

              Era un hombre de 45 años, alto, pelo moreno ondulado, ojos castaños, ni gordo ni delgado, bien para su edad.

              Una de sus pardas favoritas era ir al aeropuerto de Barajas, en la actualidad Adolfo Suarez, donde las carreras eran más sustanciosas que en la ciudad y las propinas también solían ser jugosas ya que, debía cargar con el equipaje de los pasajeros y en la mayoría de las ocasiones era bastante incomodo y pesado, pero, era su trabajo y realmente lo hacía con gusto.

              Como ya he comentado antes, en su auto había visto de todo, desde discusiones entre parejas, besos, toqueteos. Lo de aquel día nunca se le había presentado, jamás se le hubiese pasado por la mente que podría suceder. Recogió a una pasajera americana, cargada de maletas, baúles y cantidad de enseres, que no se correspondían con una viajera de poca estancia en Madrid.

              Una vez que Fermín había cargado todo en su coche, con gran esfuerzo pues no cabía todo en el maletero y tuvo que acoplar cosas dentro del habitáculo, le preguntó amablemente a la pasajera a donde quería que la llevase. Ella se explicaba bastante bien en español y le dijo que al Hotel Emperador en la Gran Vía.

              Fermín comenzó su marcha y se dirigió hacia donde le había indicado la pasajera. Cosa extraña pensó él, esta se colocó en el centro del asiento trasero del vehículo y de pronto se dio cuenta de que se había subido la falda y había abierto las piernas de tal forma que, Fermín a través del espejo retrovisor pudo observar que no llevaba ropa interior. Éste comenzó a ponerse nervioso y a pensar que le sucedería.

              Cuando llegaron al destino, tuvo que meterse en el parquin del hotel pues en esa zona no se podía parar y menos a descargar todo lo que aquella mujer había traído desde su procedencia. Allí mismo, le pagó y dándole 100€ de propina le hizo acompañarla hasta la habitación para ayudarle con el equipaje.

              Fermín se temía lo peor, aquella mujer venía dispuesta a cepillárselo allí mismo. Una vez en la entrada de la habitación y con los enseres ya dentro, tiró del brazo de Fermín y sin ningún pudor, comenzó a besarlo al tiempo que se desnudaba del todo. También lo ayudó a él a desnudarse y le hizo el amor varias veces. El hombre no daba crédito a lo que le estaba sucediendo, aquella mujer era una bestia del sexo, nunca había visto tanta fogosidad, debía venir en el avión pensando en cómo y con quién lo haría, de ahí dedujo que ya al montarse en el taxi no llevase las bragas puestas.

 

 

                                          PILAR MORENO 2 mayo 2024

MICRORELATOS

Cuando introdujo la llave en el bombín, la puerta no abría, entonces buscó un cerrajero para que la pudiese abrir. Tardó bastante rato en encontrarlo. Tuvo que recurrir a una guía de oficios que obraba en su poder y al fin encontró uno; acudió a su domicilio para acometer el trabajo que lo había encomendado. La cerradura se resistía, alguien debía haberla forzado para intentar colarse dentro de la casa. No lo había conseguido, ya que era una cerradura de seguridad; tanto la había hurgado que la había reventado. El cerrajero le comunicó que había que cambiarla no había otra solución; eso le costaría bastante más que la simple apertura.

La cerradura tenía un coste elevado, y a eso había que añadirle su trabajo. Juan accedió a lo que el operario le proponía, tenía que entrar en su casa. En lo que fue a por la nueva cerradura y la colocó la demora fue tan grande, que se le hizo de noche.   (150)

 

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El chasquido le hizo volver la cabeza, no avistó a nadie, pero, él sabía que alguien estaba en aquel lugar. Le entró miedo; pues era una persona pacífica y si alguien andaba en aquel lugar, suponía que no iría con buenas intenciones. Podría intentar robarle, le habría seguido, y supondría que llevaba con él la recaudación del negocio encima. No era una suma importante, pero si lo suficiente, como para que su jefe al día siguiente se creyese o no, que lo había atracado. Comenzó a caminar lo más rápido que pudo, seguía sintiendo la presencia de alguien a su espalda, pero no lograba verlo, por más que volvía la cabeza.

De pronto alguien, se abalanzó sobre él, como pudo quiso zafarse, Dándole un puñetazo en el estómago, lo tiró al suelo; salvando el sobre en donde llevaba guardado el dinero, y salió corriendo. Desapareció por un callejón. (149)