domingo, 2 de junio de 2024

HISTORIA COTIDIANA COMUN Y CORRIENTE

Mi vida cotidiana transcurría en Madrid, desde el día que contraje matrimonio eclesiástico. Formamos una familia y enseguida nació mi primer hijo que nos colmó de felicidad. Le llevábamos a todas partes aun siendo muy pequeño. Su papá jugaba al tenis y le acompañábamos a todos los partidos. Salíamos de vacaciones a la playa etc…pero, al ir a nacer mi segundo hijo decidimos mi esposo y yo que, ese año sería complicado viajar al mar con un niño tan pequeño y otro de tres años.

Un compañero de mi marido había tenido alquilada una casita en Villalba, justo en el barrio de los Negrales. El la dejaba libre pues se había construido un chale y se trasladaban al mismo. Nos propuso ir a visitarla por si nos interesaba ya que había comentado con él la situación que teníamos con vistas a las vacaciones. Quedamos con el dueño de la casa y como nos gustó la situación y el tamaño de la vivienda, en ese mismo momento le dimos una señal para que nos la reservase.

Llegó el mes de junio nos instalamos en esa casa dispuestos a pasar todo el verano y mi niño mayor comenzó a pasarlo estupendamente pues en la casa contigua había dos niños hermanitos que tenían aproximadamente su misma edad. Nuestra forma de ser hizo que también nosotros tomásemos contacto con los vecinos y pasamos un verano fabuloso. Al final del verano, lo habíamos pasado tan bien y habíamos hecho estupendos amigos que no dudamos en comprar una parcela. Mientras se construía nuestra casa, seguíamos alquilando y ya veníamos todos los fines de semana y todas las vacaciones, incluidas Semana Santa y Navidades. Una vez que se terminó la construcción de nuestro segundo hogar, nos trasladamos a él y fue disfrutado al máximo.

Seguimos con las mismas costumbres y no faltábamos ningún fin de semana y las vacaciones escolares. El mismo día que finalizaban las clases yo tenía todo preparado y nos instalábamos en nuestra casa en donde éramos todos felices.

En 1987 mis padres decidieron venir a pasar unos días a nuestra casa a disfrutar de los nietos, cosa que nunca habían hecho hasta ese año. Todos estábamos ilusionados, sobre todo los niños, que adoraban al abuelo. Sabían que con él los juegos estaban asegurados y las salidas a cualquier sitio pues no les negaba nada de lo que estuviese a su alcance.

El 31 de julio de ese año, había mercadillo y los niños nunca habían asistido a el por lo que le rogaron al abuelo que los lleváse con nosotros a comprar, entre otras cosas para no quedarse con la abuela, la que no paraba de regañarles. El abuelo accedió y salimos de casa los cuatro felices y contentos, recogimos a mi amiga con la que siempre iba yo en el coche de su hija y ese día nos tocaba a nosotros llevarla.

Compramos todo lo que necesitábamos pues ese día era nuestro aniversario de boda y al día siguiente el de mis padres. Se iba a hacer una pequeña fiesta familiar a la que asistirían mis suegros, cuñados y amigos con los que nos reuníamos todos los sábados y lo pasábamos en grande. Los niños le sacaron al abuelo todo lo que pidieron. Al llegar al coche, se quedaron el abuelo y los nietos guardando las bolsas de la compra, y mi amiga y yo nos fuimos a recoger unas prendas al tinte.

Al regresar al coche vimos un gran remolino de gente y mi hijo pequeño llorando a más no poder, cuando me vio llegar comenzó a gritar diciendo que a su abuelito se lo habían llevado. Mi hijo mayor había salido corriendo a buscarme, pero lo hizo por el lado opuesto al que yo había tomado, en la plaza del Canguro. En ese momento me dijeron que a mi padre se lo habían llevado al ambulatorio pues se había caído y había perdido el conocimiento. Al llegar mi hijo mayor todo sofocado, le di unas monedas para que llamase a la hija de mi amiga para que no se quedasen solos. Tenían 13 y 10 años. Entonces nosotras salimos corriendo hacia el ambulatorio.

Cuando llegamos al centro de salud, encontré a mi padre tumbado en el suelo, tapado con una sábana pues había fallecido. Los sanitarios me dieron toda clase de facilidades para que me lo pudiese llevar a mi casa y no tener que hacerle la autopsia. Así lo hice, aunque hoy hubiese tomado otra decisión.

Ahí mi vida sufrió un cambio radical, un cambio muy duro pues encima de haber perdido a mi padre, tuve que hacerme cargo de mi madre, lo que hasta el momento de su fallecimiento no fue nada fácil a pesar de no vivir con nosotros. Eso que yo era hija única, nunca sentí el cariño de ella, Era una persona de muchísimo carácter y si no se hacía lo que ella quería ya estaba la guerra liada.

PILAR MORENO 27 mayo 2024

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