Una pareja muy enamorada, después de su matrimonio tardaron
bastantes años en tener descendencia. Aunque todo el mundo les preguntaba,
ellos no parecían tener prisa en que los bebés llegasen a su hogar. Se sentían
felices de cualquier manera, solo con estar uno junto al otro todos los
momentos que sus trabajos les permitían, no necesitaban nada más.
Sus salarios les permitieron adquirir una casita con un
precioso jardín, que, aunque pequeño era lo suficiente para que si algún día
había descendencia pudiese jugar sin ningún peligro respirando aire puro y sin
ningún peligro ¡Que belleza! Decía siempre ella, todo tan verde, daba en verano
mucho frescor al hogar y en invierno daba gusto ver a través de los cristales,
la lluvia o la nieve mientras estaban calentitos sentados frente a la chimenea.
Un día la esposa se sintió mal, no sabía que le pasaba y
decidió ir al médico y consultarle su extraño malestar. El doctor le prescribió
unos análisis pues él aparentemente lo que veía no era nada. Una vez estuvieron
los resultados de los análisis, el doctor le dio la enhorabuena, simplemente lo
que le sucedía es que al fin había logrado concebir una criatura.
Loca de contenta se fue a su casa a contarle a su marido lo que
sucedía. Lo celebraron por todo lo alto y fue un bebé deseado al máximo.
Pasados los nueve meses reglamentarios, ella se puso de parto, dando a luz un
precioso y regordete niño que hizo las delicias de aquel hogar.
El chiquitín, se criaba estupendamente, era un tragoncete y
engordaba sin exceso, pero siendo un muchachote fuerte y grandote. Pasaban los
meses y el niño parecía que no abría del todo los ojos, cosa que al padre lo
traía por la calle de la amargura, pues estaba obsesionado en ver bien el color
que tenían los ojos de su vástago. Todo el que le veía decía que no le sacaba
parecido con nadie, cuando en esas edades todo el mundo está empeñado en sacar
parecido a algún familiar, si son la familia del padre con alguno de sus
miembros y lo mismo ocurre con los de la parte materna.
Un día el padre, decidió llevar al niño al pediatra en lugar
de que lo hiciese su esposa.
·
Doctor le preguntó, ¿es
normal que el niño todavía no abra del todo los ojos?
·
El doctor muy cauteloso le contestó con otra
pregunta. Su esposa y usted son españoles.
·
Sí señor, claro que somos españoles, andaluces
para más señas.
·
¿su esposa en que trabaja?
·
Pues de secretaria en una empresa de
transportes chinos.
·
Pues entonces ya tengo la respuesta, ya es
hora de que quien abra bien los ojos sea usted.
Quiere
decirse que al pobre hombre no le habían engañado como a un chino, sino que el
que le había engañado era el chino a él.
PILAR MORENO 24 noviembre 2016