sábado, 26 de mayo de 2018

SON TRES PALABRAS: FUISTE, MANUAL Y TORMENTA Una preciosa tarde del mes de agosto, hacía un bochorno inaguantable, aquel calor parecía derretir la arena del parque al que habíamos ido a pasar el día. Debíamos estudiar con detenimiento aquel manual que nos habían dado para descifrar lo que en su interior se explicaba. Era muy complicado entenderlo pues estaba escrito en alemán y nosotros solamente teníamos unas ligeras nociones de ese idioma, pero, no por eso dejamos de intentarlo. Diccionario en mano y buena voluntad, que no nos faltaba, desde por la mañana nos pusimos manos a la obra para intentar que al final del día tuviésemos al menos una ligera noción de lo que allí estaba escrito y con la esperanza de que nos sirviese para nuestro habitual trabajo. La pequeña nevera portátil que habíamos llevado llena de refrescos y agua estaba ya en sus últimas existencias. Con el agua en algún momento nos refrescamos la cabeza pues la temperatura parecía subir por momentos. De pronto comenzó a nublarse el sol con extrema rapidez y un aire corría levantando la arena del suelo y moviendo las ramas y hojas de los árboles con gran furia. Comenzamos a recoger con avidez pues preveíamos que se nos podían estropear nuestros apuntes y el trabajo realizado, pero, cuando estábamos afanados en esa tarea, los truenos que empezaron a sonar, el granizo a caer era una tormenta en toda regla que sin darnos tregua apenas pudimos recoger todos nuestros enseres y salir corriendo hacia el coche para ponernos a cubierto. En aquella veloz carrera que emprendimos, mi torpeza hizo que tropezase y diese con mi esqueleto en el suelo, lancé un grito de dolor pues fue mucho daño el que me hice en la caída, mi brazo izquierdo había quedado debajo de mi cuerpo y sentía que podía haberse fracturado. Fuiste corriendo hacia mi para ayudarme a levantar del suelo, después de sacudirme las ropas para intentar quitarme el barro que se me había pegado a ellas y ver lo que me había sucedido, me abrazaste diciendo que no me preocupase que me llevabas a urgencias para ver que me sucedía. Mis sospechas resultaron ciertas, mi brazo se había partido en dos. Me tuvieron que escayolar y en ningún momento te separaste de mí. Una vez habíamos salido del hospital y aunque estaba muy dolorida, te di las gracias por haberme ayudado en esos momentos y tu aprovechaste la ocasión para decirme lo que en realidad sentías por mí y que hasta ese momento no te había atrevido a decirme. PILAR MORENO 12 mayo 2018




       Una preciosa tarde del mes de agosto, hacía un bochorno inaguantable, aquel calor parecía derretir la arena del parque al que habíamos ido a pasar el día.
       Debíamos estudiar con detenimiento aquel manual que nos habían dado para descifrar lo que en su interior se explicaba. Era muy complicado entenderlo pues estaba escrito en alemán y nosotros solamente teníamos unas ligeras nociones de ese idioma, pero, no por eso dejamos de intentarlo. Diccionario en mano y buena voluntad, que no nos faltaba, desde por la mañana nos pusimos manos a la obra para intentar que al final del día tuviésemos al menos una ligera noción de lo que allí estaba escrito y con la esperanza de que nos sirviese para nuestro habitual trabajo.
       La pequeña nevera portátil que habíamos llevado llena de refrescos y agua estaba ya en sus últimas existencias. Con el agua en algún momento nos refrescamos la cabeza pues la temperatura parecía subir por momentos.
       De pronto comenzó a nublarse el sol con extrema rapidez y un aire corría levantando la arena del suelo y moviendo las ramas y hojas de los árboles con gran furia. Comenzamos a recoger con avidez pues preveíamos que se nos podían estropear nuestros apuntes y el trabajo realizado, pero, cuando estábamos afanados en esa tarea, los truenos que empezaron a sonar, el granizo a caer era una tormenta en toda regla que sin darnos tregua apenas pudimos recoger todos nuestros enseres y salir corriendo hacia el coche para ponernos a cubierto.
       En aquella veloz carrera que emprendimos, mi torpeza hizo que tropezase y diese con mi esqueleto en el suelo, lancé un grito de dolor pues fue mucho daño el que me hice en la caída, mi brazo izquierdo había quedado debajo de mi cuerpo y sentía que podía haberse fracturado. Fuiste corriendo hacia mi para ayudarme a levantar del suelo, después de sacudirme las ropas para intentar quitarme el barro que se me había pegado a ellas y ver lo que me había sucedido, me abrazaste diciendo que no me preocupase que me llevabas a urgencias para ver que me sucedía.
Mis sospechas resultaron ciertas, mi brazo se había partido en dos. Me tuvieron que escayolar y en ningún momento te separaste de mí. Una vez habíamos salido del hospital y aunque estaba muy dolorida, te di las gracias por haberme ayudado en esos momentos y tu aprovechaste la ocasión para decirme lo que en realidad sentías por mí y que hasta ese momento no te había atrevido a decirme.

                            PILAR MORENO 12 mayo 2018