sábado, 30 de noviembre de 2019

CONOCER LA PLAYA




          Cuadros es un pequeño pueblo de trescientos habitantes en la provincia de León. Allí la juventud se aburría como autenticas ostras, todos se conocían y cualquier cosa que hiciesen unos u otras se sabía por todo el territorio, no podían hacer nada fuera de lo que toda la vida habían hecho sus padres, abuelos y demás ancestros. En verano que es cuando los chicos se animaban un poco más, ya que el invierno era sumamente frío, lo más que hacían para distraerse era ir a las horas centrales del día a darse un baño al rio Bernesga que pasaba por el pueblo.
          La mayoría de ellos jamás habían salido de allí salvo para ir a estudiar a La Robla que era el instituto más cercano y una vez terminado este ciclo, si querían ampliar sus estudios, ya deberían desplazarse hasta Madrid o Salamanca para cursar estudios en la universidad.
          Eva María, era hija de unos labriegos que le habían dado los estudios indispensables pero que sus caudales no les permitían poder enviarla a la universidad como a ella le hubiese gustado. Tampoco había salido jamás del pueblo y la verdad es que estaba bastante harta de todo aquello. Pensaba para sus adentros que porvenir le esperaba. Trabajar el campo como sus padres y sus dos hermanos mayores, era la única chica, o casarse con alguno de aquellos chicos de su edad que también se dedicaban a lo mismo. Ella tenía otras aspiraciones.
          Después de pensarlo mucho tiempo, Eva María se fue buscando el sol en la playa, con su maleta de piel y su bikini de rayas. Se dirigió al autobús que la conduciría a León capital y desde allí, tomaría un tren que le condujese hasta la provincia de Alicante. Ella había escuchado hablar de las playas, del sol, de los extranjeros que por esos pueblos habitaban y pensó que allí podría encontrar un trabajo que le permitiese prosperar, salir de aquella pobreza en la que siempre había vivido en su pueblo natal.
          Cuando llegó a Alicante, sus ojos se abrieron desmesuradamente, no podía creer lo que estaba viendo. Era el mar, por fin el mar, ese mar con el que tanto había soñado y que pensaba nunca conocería, despacio caminando por la playa, fue preguntando a unos y otros donde podría alojarse, un lugar que le permitiese dejar sus pertenencias en lo que buscaba un trabajo digno.
Enseguida encontró una cafetería en la que buscaban camarera para el mostrador y aunque el sueldo no era grande le daban una habitación donde alojarse. Sin pensarlo dos veces acepto el empleo, era un buen comienzo, de entrada, no dormiría al raso y además podría ir ganando un dinerito, el cual ahorraría ya que allí además del alojamiento, también la mantenían, con lo que no tendría que hacer ningún desembolso de su sueldo.
Allí pasó unos meses y debido a su buen hacer, el dueño de la cafetería, la llevó a trabajar a un restaurante que tenía de su propiedad, en el que la colocó como metre, para ella cambiaron muchísimo las cosas. Ella ya no debía tener el uniforme de camarera, solo debía ir bastante arreglada el sueldo

también le fue subido considerablemente. Seguían dándole alojamiento en el edificio del restaurante y por las tardes una vez terminadas las comidas y hasta la hora de las cenas, disponía de tiempo libre lo cual le permitía ir a la playa que tanto le gustaba. Allí se daba unos buenos baños y después tumbada en la arena, se permitía soñar, soñar con lo que un día sería su futuro.
Demostró ser una mujer lanzada y con arrestos que, si un día no hubiese tomado aquella decisión, nunca hubiese conocido ni tan siquiera la playa. En esta vida no hay que apocarse por nada. Las decisiones hay que tomarlas en el momento preciso.

PILAR MORENO    30 noviembre 2019
         
         
 

miércoles, 13 de noviembre de 2019

UNA ESTACIÓN DE TREN CUALQUIERA




          Las estaciones de tren son lugares a los que acuden muchísima gente, unos para tomar uno de ellos para que los dirija a su destino, unos por trabajo, otros por divertimento, otros acuden a despedir a parientes que por distintas circunstancias han de marchar lejos de su entorno sea por poco o mucho tiempo, por lo cual es muy frecuente ver lágrimas de tristeza y congoja.
          No olvidemos esas imágenes que tantas veces hemos visto de soldados que marchan a la guerra y que son despedidos por sus madres, novias, esposas o hijos, son de lo más triste que uno pueda ver pues, esas despedidas encierran además la incógnita de si se volverán a ver o nunca más regresarán.
          El caso que nos ocupa no es menos penoso, se trata de una joven rubia de larga melena, la cual acudió a despedir a su amado. Se besaron apasionadamente y éste le dijo, no me llores, volveré antes que de los sauces caigan las hojas.
          Ella pasados unos días acudió a la estación se sentó en un banco meneando su abanico, vestía su vestido de domingo, sus zapatos de tacón y su bolso de piel marrón. Sus ojos se ponían a brillar cada vez que un tren silbaba a lo lejos, los veía llegar y sus pasajeros para ella parecían muñecos. Todos los que la conocían decían que cuando se fue su amante se le paró el reloj infantil, pobre infeliz, se le marchitó en su cuerpo hasta la última flor, para ella ya no hay ni un sauce en la calle mayor.
          Pasó tanto tiempo que ella ya no distinguía a nadie, de pronto aquel viajante volvió y la encontró sentada en aquel banco verde en la estación. Corrió hacia ella y gritó “PENELOPE”, pero ella lo miró con cara extraña y le dijo tu no eres quien yo espero. Siguió sentada en su banco mirando a lo lejos, había pasado tanto tiempo que se había olvidado de su rostro y de su voz. Tenía en su mente un vago recuerdo de a quien tanto había amado, pero los caprichos del destino habían hecho que su cabeza hubiese forjado otra imagen.
          De ahí viene que los muchachos del pueblo que también la conocía la llamasen loca, pero ahora eso no viene al caso eso es otra historia.

          PILAR MORENO 13 noviembre 2019
                   


sábado, 2 de noviembre de 2019

JUANA LOBATO


    

Aquella tarde, cuando Juana salió de trabajar, se había levantado una gran ventisca, había quedado con su novio Mario en esperarlo en la Puerta del Sol, debían hacer unas compras ya que estaban preparando su próximo enlace y la casa todavía carecía de cosas importantes.
Juana llevaba un vestido de amplio vuelo que con aquel horrible aire necesitaba sujetarlo con fuerza con ambas manos y aún así se levantaba con gran facilidad. Mario, de pronto al subir las escaleras del suburbano, vio con gran estupor el mal rato que Juana estaba pasando al no poder sujetar su falda todo lo que ella quería. Se abalanzó sobre ella y tomándola por la espalda hizo que al menos la parte trasera del vestido no se levantase y así ella podría con sus manos y el bolso sujetar la parte delantera de aquel vestido. Que fastidio, ella casi siempre llevaba faldas de tubo como se llevaban en la época, pero aquel día se había acicalado un poco más y decidió ponerse aquel vestido que su madre le había confeccionado.
Llegaron con dificultad por el aire y el aguacero que comenzó a caer hasta Galerías Preciados, grandes almacenes en donde se podía adquirir de todo para el hogar. Una vez dentro, se sacudieron el agua que les había mojado y comenzaron la visita a los diferentes departamentos de los que necesitaban proveerse de cosas para su futura casa. Pasaron allí varias horas y adquirieron todo lo que precisaban.
Al terminar las compras, salieron a la calle y cuál fue su sorpresa al ver que la lluvia y la ventisca se había terminado y lucía un cielo azul que auguraba que el resto de la tarde iba a ser espléndida.
Caminaron otra vez hacia la Puerta del Sol y viendo la tarde tan deliciosa que se había quedado, se dirigieron calle Mayor adelante para llegar hasta Palacio Real y disfrutar de un maravilloso paseo por los Jardines de Sabatini, que eran y son unos jardines emblemáticos de Madrid, donde continuaban comentando sus cosas y descubriendo que cada día estaban más enamorados. Fueron de esas parejas de la época que estaban convencidas de que su amor sería para siempre.

PILAR MORENO  2 noviembre 2019


martes, 29 de octubre de 2019

MI CANCIÓN FAVORITA


MI CANCIÓN FAVORITA

          Son muchas las canciones que a mi mente asoman. Desde mi más tierna infancia, la música siempre me acompañó, cualquier canción que sonaba en la radio me encantaba entonarla. Mi madre siempre me decía que vaya orejón que tenía, pero a mi me importaba un pimiento, yo cantaba todo lo que podía y además era muy folclórica, no sabía bailar, pero yo daba vueltas como una peonza. Una de las primeras canciones que me encantaba era “Su Primera Comunión” cantada por Juanito Valderrama. Otra que me gustaba mucho era la Campanera.
          Ya siendo adolescente, mis ídolos principales eran “El Dúo Dinámico” con Perdóname, Quince Años y tantas y tantas otras. Era tan fan de ellos, que me hice socia de una revista tipo comic que se publicaba creo una vez al mes. En dicha revista los protagonistas de la novelilla que en ella se narraba eran ellos dos. Creo que me las aprendía de memoria. Sus canciones las cantaba continuamente, tenía loca a mi familia.
          También me volvía loca con Raphael, era algo mágico el escucharle. Tengo una anécdota que no puedo dejar de recordar. Un año por Reyes me regalaron un tocadiscos, un Dual que era como una maletita pequeña, creo que en aquella época fue el mejor regalo que jamás me habían hecho; pues bien cuando comencé a trabajar en la empresa donde salí para casarme, el día que cobré mi primer sueldo, me sentí como una reina y sin pensarlo dos veces, cuando salí de la oficina, me dirigí directamente a Galerías Preciados que estaba a cien metros de donde yo trabajaba. Fui a la sección de discos y me gasté todo el sueldo en disco de mi artista favorito. Cuando llegué a mi casa iba contentísima, había logrado tener los discos que más me gustaban de Raphael. Se me pasó la alegría rápidamente en cuanto mi madre vio el contenido de la bolsa que en que los llevaba. Me dio una de las palizas que solía atizarme.
          En aquella época vi todas sus películas, iba con mi prima que también era gran fan de este artista.
          Con el tiempo fueron otros artistas los que me iban gustando, pero como los anteriormente referidos nadie. Al recordar todo esto veo lo mayor que me he hecho, estoy hablando de los años sesenta, teniendo en cuenta que en la oficina referida entré a trabajar con dieciséis años y no fue mi primer empleo pues desde que dejé de estudiar en tercero de bachiller, fueron varios los empleos que tuve, aunque en los mismos nunca cotizaron por mí, por lo cual a la hora de jubilarme no pude acceder a ninguna pensión.
          Ya después de casada a mi marido también le gustaba mucho la música y enseguida compramos una cadena musical. Entonces como pasaba muchísimas horas sola con mis niños pequeños, lo que más escuchaba era zarzuela que también me gusta bastante. Dicha cadena dio mucho de sí pues al crecer mis hijos se les compraban todos los discos que querían y se escuchaban en familia, sobre todo yo que era la que estaba más en casa. Esa cadena se ha mantenido con vida hasta que hace dos años se vendió la casa.
          Con los años, mi esposo y yo junto con otros matrimonios salíamos a bailar todos los sábados después de cenar y recuerdo que nuestra canción era “Baila Morena” de Julio Iglesias y también los pasodobles como Cocidito Madrileño, La Española Cuando Besa, tantas y tantas. ¡Que recuerdos tan dulces! Lastima que estos últimos ya no se repetirán.

                  PILAR MORENO 22 octubre 2019
          

EL PUEBLO DE VALENTINA




          Cifuentes de Tajo, era un pueblo pequeño y recoleto en el cual había bastante vida debido a la gran cantidad de cazadores que se acercaban por la zona. La caza existente era menor, lo que más abundaba era el conejo, la liebre, la perdiz etc. Etc.
          La señora Valentina como era conocida en la comarca, poseía gran parte de los terrenos del pueblo, de ahí que se la conociese en todos los alrededores. Uno de los más grandes campos que poseía, lo tenía dedicado al tomillo, planta aromática donde las haya y de la que al cabo del año recogía pingües beneficios.
          Solían ir los cazadores al terminar la jornada de caza a comprarle el famoso tomillo que como por allí se decía, no podía comerse mejor conejo que el aliñado con el tomillo de la buena mujer.
          Una tarde noche, uno de los cazadores se dirigió a casa de Valentina para comprarle el tomillo y le comentó que le había parecido, ver a lo lejos un oso.
          -Quia, hombre ¿cómo vas a ver un oso?, habrás pimplado más de la cuenta en lo que se te presentaban los conejos.
          -No señora, le digo yo a usted que lo he visto de lejos. Y era bien grande y gordo, además era marrón oscuro, en algún momento se ha puesto de pie apoyándose en sus dos patas traseras.
          -Lo que yo te diga, tú has pimplado.
          -Toma anda, hoy te regalo este manojo de tomillo para que le huela bien el conejo a tu mujer.
          -Muchas gracias, Valentina, pero yo le digo que es verdad. Ojalá que algún otro cazador lo haya visto y así no quedaré por borrachín ni embustero.
          El cazador marchó hacia su coche.
          Al poco rato Valentina escuchó unos gritos de auxilio y socorro a lo lejos. Aunque estaba pensativa en lo que aquel cazador le había dicho, seguía pensando en que aquel hombre había bebido y veía visiones. Más volvió a escuchar los gritos ya más cerca y sin pensarlo dos veces salió al zaguán de la casa para ver si eran imaginaciones de ella o era cierto que alguien pedía socorro.
          Para su sorpresa vio venir hacia ella a un hombre vacilante en sus pasos, gritando a voz en cuello,
          -Que lo maten, que lo maten, antes de que pueda herir a otra persona. Socorro, socorro, es un tremendo oso el que me ha herido y me sigue.
          Entonces Valentina, se fue acercando al hombre y se cercioró de que llegaba sangrando y que los conejos que llevaba colgando del cinto estaban destrozados. Dio media vuelta corriendo y se dirigió a su casa para llamar por teléfono a las autoridades para que fuesen a socorrer a aquel hombre herido y al tiempo ellos cazasen al oso perturbador de la tranquilidad de aquel pequeño pueblo.

                    PILAR MORENO 17 octubre 2019

         

EN LA MONTAÑA




          Mi querida y admirada montaña son demasiadas las actividades que se pueden hacer sobre ti. Las más bonitas para mi forma de pensar son el sky y el montañismo. También se puede hacer senderismo por los caminos que tu misma has trazado.
En cualquier lugar donde existas, miro a lo lejos y te veo me quedo extasiada mirándote, me parece lo más bonito que la naturaleza ha creado. Tu misma configuras imágenes que haces que la mente del ser humano vea cosas que cada uno vea de diferente o las interprete según lo que sus ojos aprecien.
Hay otras veces que juegas malas pasadas y provocas accidentes, unas veces leves y otras irremediables. Cuando te miro, siempre me viene a la mente el recuerdo de una persona muy querida para mí y la cual te amaba profundamente. Una mañana de otoño de hace 27 años, haciendo una escalada en el Pirineo, te quedaste con él para siempre. Fue un duro golpe el que recibí en esos momentos, pero después comprendí que para él fue el mejor sitio de abandonar el mundo de los vivos. Siempre lo recordaré.

Como amante fiel
siempre lo esperaba,
cerca o lejos con ansia
que sobre ella
posara sus plantas,
la acariciase con sus manos
y sus ojos de ella no levantara;
ansiosa y traidora a su lado
para siempre lo dejó.

                           PILAR MORENO 10 octubre 2019


miércoles, 18 de septiembre de 2019

DEJAME QUE TE LO CUENTE




¿Recuerdas cuando me decías...?
escúchame, aunque no me oigas.
Ahora soy yo quien te lo dice.
Quizás en el lugar donde estés,
no puedas escucharme,
pero si sentir lo que ahora te digo.
¡No sabes cuánto duele la soledad!
esa que tú me has dejado al marcharte.
Cuando en la noche cierro la puerta y me acuesto.
Es como una losa que se ciñe sobre mi cabeza.
¡Han sido tantos años juntos!
Hay noches que creo estar soñando, pero… no,
no son sueños, son recuerdos
de luces y sombras de toda una vida.
Risas y lágrimas derramadas a lo largo
del tiempo fueron muchas.
Pero que en nuestra última etapa
eran sonrisas, besos, abrazos, te quiero,
con eso me quedo.
Cuando ponías la música que tanto me gustaba
me tomabas por la cintura,
¡me hacías bailar!
lástima que los cuatro pasos te ahogabas,
te tenías que sentar y descansar un buen rato,
esas palabras candorosas que se veían salir de tu alma,
Cosas que jamás me dijiste de joven.
¡Qué recuerdos! ¿Porque no viviste un poco más?
cuando me despierto en la noche,
estiro los brazos hacia tu lado,
siento el frio de las sábanas vacías
y a la vez exhalo el olor de tu tabaco.
Pienso que te has ido a otro lugar a fumar…
ese olor que impregnó nuestro hogar.
Ese negro tabaco que te costó la vida.
Por su culpa ¡que sola estoy!,
no querías verlo y ahora ya no hay remedio,
¡Ya no puedo hacer nada por ti!
nada te reprocho, lo pasado, pasado…
queda entre nosotros,
Solo queda rezar por ti,
pedir que donde estés veles por tu familia
y sepas lo que te extraño.

PILAR MORENO 17 septiembre 2019




viernes, 13 de septiembre de 2019

EL LICENCIADO





          Jaime era un joven muy estudioso e inteligente que desde muy pequeño había demostrado su amor por los libros y se esforzaba todo lo posible por sacar las mejores notas. Una vez hubo terminado su carrera, leyó con atención todos los anuncios de aquel periódico que solicitaban trabajadores, se había licenciado en derecho y económicas, por lo que iba buscando cualquier trabajo en el que poder demostrar todo lo que había aprendido a lo largo de sus años de estudio.
          Después de mucho buscar, dio con un anuncio que el pensó que era perfecto para cumplir sus expectativas. Envió su curriculum vitae a la dirección que ponía en el anuncio y no sin dejar de mirar otros anuncios, ya que deseaba trabajar lo antes posible, esperaba con ansiedad que le respondiesen de aquel que él deseaba. Su deseo no tardó en cumplirse.
          El día de la cita con el director de la empresa que lo había citado, se levantó con celeridad, se duchó y afeitó con sumo cuidado para llegar a la entrevista lo más presentable posible. Se encaminó rápidamente para no llegar tarde a la cita y cuando llegó lo hicieron esperar un buen rato por lo que el se iba poniendo nervioso pensando en si se abría equivocado pues allí no había nadie esperando nada más que él.
          De pronto se abrió una puerta y apareció una señorita elegantemente vestida y preguntó si el era Jaime Fernández Muñoz, se levantó al instante y contestando correctamente que ese era su nombre, su corazón comenzó a latir con más fuerza todavía. “El señor director lo está esperando, pase por favor”, le dijo aquella mujer, haciendo un gesto con la mano de que aquel era el camino para seguir.
          Con los nudillos tocó la puerta y pidió permiso para entrar. Era un gran despacho y tras la mesa de este, se hallaba un hombre de mediana estatura, bien vestido, serio, pero a la vez con cara afable.
          -Buenos días D. Jaime, yo soy el director de esta empresa, me llamo Rafael Jiménez Rodríguez y espero que podamos entendernos.
          -Eso mismo espero yo, respondió Jaime.
          He leído su curriculum y me parece excelente, los estudios los hizo usted a través de alguna beca.
          -No señor.
          -Entonces fueron sus padres quien le pagaron sus estudios. Fue mi madre señor. Mi padre desapareció dejándonos solos a mi madre y a mi cuando yo apenas contaba un año.
          -Perdone la pregunta, ¿con que honorarios contaba su madre para poder pagarle a usted una carrera de estas características?
          -Mi madre señor se dedicaba a limpiar casas y a lavar la ropa de todo aquel que se lo pedía, había días que trabajaba toda la noche en casa lavando y planchando para que al día siguiente le pagasen la labor terminada.
          -Su madre ha demostrado ser una gran mujer. ¿usted le ayudo en alguna ocasión en sus tareas?
          -No señor ella no lo hubiera consentido, yo solo debía dedicarme a estudiar para no perder ningún examen. Es por lo que ahora deseo poder acceder al trabajo lo antes posible para poder liberarla de todas esas tareas.
          -Señor Fernández, lo primero que le voy a encomendar es que vuelva usted a su casa y trate de curar las manos de su madre y de hacer unos días las tareas que su madre viene haciendo a lo largo de su vida para darle a usted todo lo que ha conseguido. Dentro de una semana le emplazo para que vuelva por aquí y me diga si ha sido capaz de conseguirlo, entonces hablaremos.
Jaime se fue rápidamente a su casa. Por el camino iba madurando lo que el señor Jiménez le había dicho. El realmente nunca había pensado en los malos ratos que su madre había pasado, en los trabajos tan duros que había tenido que hacer y en los desplantes que había tenido que aguantar, simplemente por ser la asistenta, pero para ella todo era soportable con tal de llevar a su casa el dinero suficiente para el sustento y la educación de su hijo. Para ella era lo más importante, nunca pensaba en ella, jamás le había visto cambiar de ropa, salvo los domingos para ir a misa y era la ropa de hacía infinidad de años y la que usaba si había algún acontecimiento especial, el cual se producía en raras ocasiones, pero a él, aunque sin lujos no le faltó nunca nada.
Al llegar a su casa, se cambió de ropa y cogió a su madre por los hombros y comenzó a besarla, al mismo tiempo la fue acercando hasta el sofá, allí la sentó a su lado y tomándola de las manos, con todo cariño le fue acariciando y frotándoselas. Le dijo que, a partir de ese momento, él haría las coladas y de momento ella no tendría que ocuparse nada más que de descansar. Así lo hizo y fue entonces cuando comprendió todo por lo que su madre había pasado durante tantos años para darle todo lo que ahora él tenía.
El día convenido, volvió a presentarse delante del señor Jiménez, mantuvieron una larga conversación y Jaime le contó todo lo que había hecho por su madre y que había comprendido todo lo mal que ésta lo debía haber pasado durante tantos años. Ahora lo único que le agobiaba era conseguir el puesto de trabajo y poder compensarla de todos los sinsabores pasados.
El señor Jiménez le dijo entonces que el puesto era suyo. Lo que él había estado buscando era una persona que pudiese dirigir a sus empleados, pero siempre que demostrase humanidad, que fuese capaz de ponerse en el lugar de cada uno y comprender las cuitas que cada uno llevaba consigo, a la vez que no se dejase engañar con argucias de gente vaga.

                    PILAR MORENO 





         

TRÁGICO FINAL


TRAGICO FINAL

          Juana era una mujer muy joven, se había casado enamorada de Pepe hasta lo más profundo de su alma. todo el que acudió a su boda le reprochaba haberse casado tan joven, tan solo contaba diecinueve años. Además de guapa era la alegría en persona, hacía reír tanto a sus familiares como a todo el que la conocía. No había nadie en el barrio que no le conociese y a su paso la saludase y ella le correspondía con un saludo de lo más cordial y la más amplia de sus sonrisas.
          De ese matrimonio temprano nació Andrés, un precioso niño rubio de ojos azules que hizo las delicias de toda la familia, todos estaban locos con él. Según iba creciendo, todo el mundo le preguntaba a Juana que cuando iba a ir a por la parejita y ella siempre decía lo mismo, si Dios no nos lo envía por algo será. Ellos seguían felices con su hijo dándole todo lo mejor que podían.
          El tiempo iba pasando, y cuando Andrés contaba con diecisiete años, Juana pensó que se había quedado embarazada y se puso muy contenta, ella era joven y fértil todavía y no era nada extraño, todos comenzaron a celebrarlo, pero ella no se encontraba con este embarazo lo mismo que con el de Andrés por lo que fue rápidamente al ginecólogo para ser examinada.
          El médico le prescribió las pruebas oportunas como a cualquier embarazada, aunque al reconocerla ya le dijo que no le parecía un embarazo, pero sin pruebas no debía decir nada. Una vez estuvieron las pruebas en su poder, el doctor le dio la única noticia que jamás hubiese querido escuchar. En su útero había un tremendo tumor que había que quitarle rápidamente. Una vez preparada, fue intervenida y una vez en el quirófano, descubrieron que no solo su útero era lo que estaba enfermo, también estaban invadidos sus ovarios, y hubo que extirparle todo su aparato reproductor.
          Una vez recuperada de la intervención hubo que proceder a darle la quimioterapia, en un principio le iba sentando bien, pero a medida que iba pasando el tiempo, cada vez que recibía la sesión le iba sentando peor. Pasó como un año con ese tratamiento y comenzaron los dolores, unos dolores muy grandes los que hicieron que en varias ocasiones fuese ingresada durante varios días. Había llegado un momento en que su estado era terminal de necesidad, por lo que Pepe, decidió llevarle a casa y que allí fuesen los de cuidados paliativos los que le administrasen la morfina que era lo único que le calmaba a ratos, pues cada vez tenían que administrársela con menos intervalo de tiempo. La pobre se iba apagando como una vela, ya no tenía conocimiento ni nada, solo respiraba y dependía de que su corazón dejase de funcionar.
          Aunque era un desenlace esperado, no por eso fue menos doloroso, sobre todo para Andrés y sus abuelos. Eran un mar de lágrimas continuamente aún después de mucho tiempo de haberse celebrado sus exequias. Nunca la podrían olvidar.
          La enfermera que le administraba los paliativos a Juana era una chica joven, agradable pero no atractiva como había sido Juana en sus mejores momentos, pero si estuvo muy cercana a Pepe en todo momento y una vez producido el óbito, siguió pasándose por la casa con la excusa de darles consuelo pues había visto el sufrimiento que esa familia había pasado.
          Habían pasado solo tres meses cuando, Andrés que ya sospechaba, vio que su padre se citaba con Ángela, la enfermera y como es natural no le hizo ninguna gracia. Se lo hizo saber a su padre y le reprochó que con tan poco tiempo que había pasado de la muerte de su madre se hubiese liado con alguien. Más adelante tendría tiempo de hacerlo, pero, él creía que debía guardar un poco de respeto sobre todo por él que era su hijo y sus padres que estaban destrozados por la pérdida de aquella hija.
          Pepe no hizo caso de las advertencias de su hijo que cada vez se iba calentando más viendo que no dejaba de estar junto a Ángela. Cada vez las relaciones padre e hijo se iban deteriorando más y más. El padre le decía que la soledad era muy mala y él por muy hijo que fuese nunca ocuparía el puesto de su madre ni le daría lo que ella le dio a lo largo de los años.
          Andrés iba observando que cada día faltaban cosas del ropero de su madre como el abrigo de visón que ella tanto quería. Se lo hizo saber al padre pidiéndole explicaciones ya que ese abrigo debería quedar en la familia, pero su padre le hizo callar diciéndole que su madre hubiese querido que lo tuviese ella pues era la que la había cuidado hasta el último día de su vida. Pero, cada día iban faltando más cosas; el día que saltó la última chispa en la cabeza de Andrés fue, cuando se dio cuenta de que faltaba la sortija de brillantes que su abuela paterna le había regalado a Juana el día que nació Andrés y que a su vez había sido de su madre por lo que era una joya familiar y de mucho valor económico y sentimental.
          Pepe seguía sin hacer el menor caso y además siempre le contestaba que todo lo que allí había era de su propiedad, pero Andrés era su hijo y era el heredero universal de su madre sin discusión alguna.
          Visto el caso omiso que su padre hacía de los reproches que su padre hacía, se veía claramente que estaba totalmente enamorado o atontado por la tal Ángela y Andrés no podía más. Una noche, a la hora que sabía que su padre dejaba a la mujer en su domicilio, se presentó delante de ellos y les reprochó a los dos todo lo que el estaba seguro de llevar razón. El padre se puso departe de la mujer y ésta se enfrentó a Andrés llamándole niñato y egoísta y diciendo que dejase a su padre en paz que ya era mayor para saber lo que hacía.
          Andrés sin pensarlo dos veces, muy aturdido y cabreado, sacó una navaja de su bolsillo y se la clavó primero a su padre en un costado, pero cuando Angela se metió por medio para defender a Pepe, Andrés volvió a esgrimir la navaja atinando desgraciadamente en el corazón de la mujer, dejándola muerta en el acto.
          Fue un trágico final para un buen hijo que adoraba a su madre y que el padre como tantos hombres se dejó embrujar por una mujer que según parecía su única intención era ir apoderándose de las pertenencias de la pobre difunta.

                    PILAR MORENO 


         

jueves, 29 de agosto de 2019

EL LEÓN



Con osadía aprieta la presa contra sí
si alguien intentaba acercarse,
rugía fieramente,
nadie debía aproximarse,
la caza era suya, solo suya.
Ella temblaba entre sus garras,
buscaría el modo de desasirse,
era su reto, lo conseguiría,
cuestión de tiempo y táctica
el león no debía darse cuenta.
Tantos años de opresión…
la fiera iba aflojando,
no sospechaba que  la débil presa
escaparía de sus fauces.
Como avezada domadora
sin separarse de él,
se apoderaba de sus sentidos
Había trazado con destreza su futuro,
no sería esclava sometida,
el león comería de su mano
transformado  en dócil felino.

PILAR MORENO 27 agosto 2019

martes, 27 de agosto de 2019

DE VACACIONES CON LA ABUELA




          Marcelina, una viuda de no muy avanzada edad; a pesar de las dificultades que la vida le había ido poniendo en su camino, era una mujer con mucho arranque y ganas de vivir. Tenía cuatro nietos a cuál más preciosos y no era cosa solo suya todo el que los conocía opinaba lo mismo además estaban muy bien educados. Eran de unas edades seguidas, once, diez, nueve y casi ocho. Cuatro adorables criaturas que con su abuela se sentían en la gloria.
          Un día Marcelina hablo con sus hijos y les propuso que, ya que llevaba muchos años sin haber disfrutado de vacaciones, era justo que se tomase unos días, pero, lo que más le gustaría sería ir a un sitio tranquilo de playa, donde pudiese llevarse a los cuatro nietos y disfrutar además del clima, la playa, el sol y las demás cosas que le ofreciese ese paraje, disfrutar del cariño de esos ángeles que Dios le había dado.
          Sus hijos como ella esperaba pusieron el grito en el cielo pero, ella no se arredró y siguió dando la lata, así como los niños que se querían ir a toda costa con la abuela. Después de muchas discusiones y tiras y aflojas, al fin consintieron en dejarle los niños, ni se sabe la tanda de recomendaciones que la pobre Marcelina recibió, casi los tenía que llevar atados con un arnés para que no les pasase nada, no debía dejarlos solos ni un momento, lo que debía darles de comer, nada de chuches, nada de caprichos absurdos, etc, etc. Marcelina a todo decía amén pues era la única forma de poder arrancar con los cuatro muchachitos a su espalda.
          Una vez hubieron llegado a Torrevieja, un pueblecito alicantino, el cual suele tener las aguas bastante cálidas, se instaló en un apartamento que les habían prestado y que ella naturalmente aceptó, pues el no tener que gastar en el alojamiento, le daba margen para poder satisfacer más a su tropa.
          De entrada, en el apartamento solamente se hacía el desayuno, ella acostumbrada a vivir sola, no se iba a poner a guisar en casa ajena, de eso nada. Una vez terminado el desayuno, bajaban a la playa, los chicos lo pasaban en grande y al llegar la hora de la comida, volvían al apartamento, se bañaban en la piscina para soltar la arena de la playa y a comer a un restaurante que Marcelina había ya fichado en el cual se comía comida casera y muy bien de precio; después se subían a casa a tumbarse un poco la siesta, que como era natural la única que se dormía era Marcelina, pues los niños se dedicaban a jugar y a cualquier cosa menos dormir. Por la tarde unos buenos bocadillos de lo que los niños pidiesen, otra vez a la playa o a la piscina, lo que más les apeteciese, después subir al apartamento ducharse y acicalarse para ir a cenar a cualquiera de los chiringuitos del paseo marítimo.
          Los niños estaban disfrutando como enanos y la abuela no cabía en si de gozo de verlos tan alegres con ella. La niña que era la mayor, había hecho amistad con otra niña del bloque en la piscina y como era más mayorcita pidió permiso a la abuela para ir a dar una vuelta con esa niña y otras más que se conocían de otros años. Marcelina no vio nada malo en que la niña fuese a dar un paseo con las otras niñas y la dejo marchar no sin antes darle una tanda de recomendaciones. Los niños como cosa de chiquillos junto con otros de los que jugaban en la piscina decidieron seguir a las hermanas.
          Marcelina se quedó sentada en la terraza del chiringuito esperando a que volviesen sus excursionistas. De pronto, un apuesto caballero se acercó a ella y le pidió permiso para sentarse a su lado. Ella no vio nada malo en decirle que sí, aquella terraza estaba a rebosar y aquel hombre no parecía que tuviese nada más que ganas de charlar. En efecto así fue, el hombre muy caballeroso invitó a Marcelina a tomar una copa en su compañía y ella aceptó. Compartieron conversación, nada de importancia solamente como todos los abuelos, las palabras solamente derivaban en torno a los nietos, los esposos fallecidos, los achaques, es decir lo que suelen hablar las personas de cierta edad. José que así se llamaba el buen hombre, le propuso tomar otra copa y Marcelina se iba animando y aceptó.
          Pasaba el tiempo y los chavales no volvían, tardaban demasiado para ser la primera vez que se iban ellos solos. Marcelina comenzó a inquietarse y José trató de tranquilizarla, pero entre los nervios y las copas que había ingerido, comenzó a ponerse histérica. No había quien la calmase, cada vez que intentaba ponerse en pie, se tambaleaba cual vela de barco en día de marejada. Por más que José hacía no conseguía nada, de pronto los niños volvían y de lejos vieron que un hombre estaba tocando a su abuela. Corrieron hacia ella y se le echaron encima cual fierecillas sin domar. La niña preguntaba ¿abuelita que te pasa, que te está haciendo este hombre? Lo otros miraban con los ojos asombrados de que la abuela no atinaba a hablar y balbuceaba cosas raras. El más pequeño se limitaba a dar patadas al pobre José el cual, solo sabía decir “Niño estate quieto, que no pasa nada”.
          Cuando Marcelina consiguió por fin ponerse en pie y coordinar algo coherente, decidió ir a casa para acostarse. José muy solícito los acompañó, sujetando a la mujer pues aún no tenía mucha estabilidad. El mayor de los niños cada vez que José intentaba sujetar a Marcelina le decía “a mi abuela ni tocarla”. Al llegar al apartamento, José intentó ayudar a Marcelina a entrar, pero el tercero de los nietos rápidamente cogió el palo de la sombrilla y con él amenazó a José, si daba un paso más. El pobre hombre después de decirles que no tuviesen miedo de que no quería hacerla nada malo, se despidió de ellos diciéndoles que cuidasen mucho de la abuela.
          Los niños ayudaron a Marcelina a acostarse y ellos hicieron lo mismo, aunque no se dormían y se pusieron a hablar de las experiencias que esa noche habían tenido. El paseo que ellos habían dado en compañía de aquellos otros chicos y chicas les había conducido hasta una discoteca para menores y se lo habían pasado bomba, pero con la ilusión que les hacía contárselo a la abuela cuando volviesen a reunirse con ella, se les había estropeado al encontrarla piripi en compañía de aquel hombre al que nunca habían visto.
          Por la mañana, se levantaron muy tarde, era casi la hora de comer y Marcelina dijo que le dolía la cabeza, se prepararon y solo se dieron un baño en la piscina para refrescarse y se fueron al restaurante a comer. Al llegar se sentaron en la mesa que ocupaban diariamente, rápidamente el camarero les ofreció la carta para que eligiesen el menú y enseguida se decidieron, no habían desayunado y eso se notaba. Comieron ávidamente y con bastante silencio, a la abuela la seguía doliendo la cabeza. A los postres pidió una aspirina al camarero y le rogó que, al subir a dormir la siesta, no hiciesen ruido para que ella descansase y se le pasase aquel dolor.
          Así lo hicieron, los niños eran muy buenos y la obedecieron. Cuando se despertó, parecía estar nueva, volvió a ser la abuela de siempre, alegre, risueña y con ganas de complacerlos en todo.
          Al llegar la hora de la cena, se dirigieron al chiringuito de siempre, cenaron tranquilamente. Cuando estaban ya terminando, de pronto apareció José, educadamente les saludó y le preguntó a Marcelina como se encontraba y como había pasado el día. Pidió permiso para sentarse con ellos y la abuela se lo dio, a la vez que le pedía disculpas por el espectáculo que había dado la noche anterior. Los niños observaban con la boca abierta. José con mucha calma, les explicó lo que había pasado y el porque su abuela estaba tan excitada, él no pretendía nada más que ayudarla. Los niños lo comprendieron y en cuanto aparecieron sus amigos, pidieron permiso a la abuela, para ir a dar una vuelta como la noche anterior, pero con la promesa de no entretenerse tanto. Ella se lo dio y se quedó charlando tranquilamente con José.
          Le pidió disculpas por lo sucedido la noche anterior y cuando José le propuso tomar una copa le dijo un rotundo no. Había sentido que en lugar de cuidar ella de sus nietos, habían sido estos los que habían cuidado de ella. Esperaba que no le contasen nada de lo sucedido a sus padres pues sino no se los dejarían en otra ocasión.
          El resto de los días que quedaban de vacaciones se sucedieron de la misma forma y José era un elemento más en las veladas nocturnas.
          Cuando llegó el día de la vuelta, viajaron a Madrid también en compañía de José. La abuela y este buen hombre habían congeniado y al despedirse quedaron en volver a verse.

                    PILAR MORENO  22 agosto 2019
         
         
           
         



UNA MUJER MARCADA




Si desde muy pequeña me considero una mujer marcada. Marcada por las cicatrices de la vida y del tiempo. A veces pienso que, porque me ha tocado a mi vivir tantas cosas, que sin ser enfermedades graves, me han hecho pasar por el quirófano tantas veces. Creo que ya van más de veinte.
Comenzaré relatando que a los cuatro años me intervinieron por primera vez de una hernia inguinal, a los cinco me operan de las anginas como a todos los niños de la época; a los seis años me quitan un papiloma de la mano izquierda a los ocho otra hernia en el lado contrario, a los doce una apendicectomía.
Parece que la mala racha ha desaparecido y me tiro una buena temporada sin incidentes graves. Llego al matrimonio y tengo a mis dos hijos, el primero después de dar a luz me dio una tremenda hemorragia que por poco no me voy al otro barrio. En aquel entonces para dar a luz, también nos dormían. Con el segundo lo mismo, solo que en lugar de tener hemorragia di a luz a los diez meses y medio de gestación y también dormida. La verdad es que cuando nos dormían ya estaba fuera la cabeza del niño sería que para cosernos se evitaban algún grito más. Mi segundo hijo era precioso y grande como un ternero, peso 4.800 Kgrs. Y verde como un marciano, salió riéndose, era hipermaduro.
Al poco tiempo de tener al segundo, comencé a tener problemas en los países bajos y por cinco veces me tuvieron que quemar ulceras y quitar pólipos. Con intervalos de tiempo claro.
Yo pensaba que todos mis males ya se habían terminado, pasé unos años muy buenos, pero como no hay felicidad completa, comencé a hacerme pis por donde iba, parecía un grifo, según iba andando aquello lo perdía con gran facilidad, yo no tenía edad de ir oliendo a vieja de iglesia y cuando me propusieron operarme, sin dudarlo lo hice. Me pusieron el andamio como ellos lo llaman y quede perfecta.
De pronto un buen día me levanto con fiebre y con mucho dolor abdominal. Mi esposo me lleva a urgencias, me hacen pruebas y me dicen que de los países bajos no es, me ponen antibiótico y aquel episodio se pasa. No obstante, me dicen que me deben mirar en digestivo. Como aquello se pasa yo sigo con mi vida pues me encontraba bien, aunque de vez en cuando me daba algún dolorcillo justo donde me había dado la ultima vez, pero yo seguía adelante.
Una tarde estando tranquila en casa, comienza a dolerme como la otra vez, pero a gran escala, yo por no asustar fui aguantando todo lo que pude, me acosté pronto fuera de mis costumbres y fue una noche horrible. De madrugada mi esposo me llevó a urgencias y las noticias fueron bastante nefastas. Padecía una diverticulitis, pruebas de todas clases y llegaron a la conclusión de que, si no se solucionaba con antibiótico, habrían de intervenirme a vida o muerte y posiblemente tuviese que salir con la bolsa puesta para los restos.
Estuve diez días ingresada solamente con antibiótico y después de hacerme varias pruebas me mandaron para casa, sabiendo que me tenía que operar a la mayor brevedad. Era el mes de diciembre y yo en ese mes no quise operarme, me dijeron que, bajo mi responsabilidad, me operaron el trece de enero y gracias a Dios todo salió bien. Antes de la operación estuve varios días haciéndome sacadas de sangre para si se necesitaba transfundirme que fuese de mi propia sangre.
Al año justo de la operación, comienzo a sentirme mal, me daban dolores muy fuertes y cuando comienzan a hacerme pruebas no encontraban de donde venían, hasta que di con un médico espabilado que vio que lo que tenía era una eventración. Vuelta al quirófano, otra vez abierta por el mismo sitio y a ponerme una malla por dentro para evitar que se volviese a abrir.
Pasado un tiempo comienzo a sangrar por el ano y después de mucho reposo, cremas etc. Etc. Llegan a la conclusión de que se me ha hecho una fisura anal, bueno pues otra vez al quirófano, que le vamos a hacer si no hay más remedio. Fueron unos días pésimos, pero vuelvo a dar gracias a Dios que quedo bien.
Creo que Dios me dejó descansar de males para que pudiese atender a mi esposo hasta su último aliento
Aunque yo no me había abandonado pues, yo me quejaba de mi boca y no paraba de ir de un médico a otro, hasta que el no faltó, no fui al dentista para que me mirase la boca pues todos los días amanecía con el carrillo mordido. Me sacaron una muela que estaba torcida y dijeron que era la culpable y me sacaron otra de abajo que pensaban estaba partida. No vieron nada. Si quería podía ir a maxilofacial para que me limpiasen lo mordido.
La casualidad hizo que un enfermero que atendió a mi marido me vio la boca como la tenía y me dijo que inmediatamente fuese a maxilofacial y aunque mi doctora no me quería derivar, yo me puse bruta y conseguí que me enviase. Cuando fui a la consulta y me vieron, me preguntaron cuanto tiempo llevaba así. Al decir que llevaba más de dos años y medio, se escandalizó. Lo primero que hizo fue hacer una biopsia y al recoger los resultados ya me dijo que podía haber algo malo y que había que operar. Me operó de inmediato y cuando estuvieron los resultados de patología ya me dio la mala noticia.
Rápidamente me preparó para volverme a operar y vuelvo a dar gracias a Dios que al menos los ganglios no han salido infectados, ahora solo me queda esperar que el resto vaya cicatrizando y aunque sea pesado y tenga que tener muchas revisiones, salga todo lo mejor posible.
Por todo lo expuesto, me permito decir que soy una mujer marcada. Mi cuerpo está lleno de puñaladas y donde únicamente no tenía nada que era en la cara, ahora parece que me han degollado. Tendrá que ser así y por supuesto que quiero seguir adelante.

PILAR MORENO
 





domingo, 2 de junio de 2019

VIVIR


Vivir, que hermosa palabra. Venimos a este mundo a eso, a vivir. No todos lo hacemos de la misma forma, pero es precioso hacerlo. Desde que vemos la primera luz del día o de la noche según la hora en que nuestra madre nos de a luz, es la obligación que tenemos vivir. Agarrarnos a este mundo con todas las fuerzas de nuestro pequeño corazón y a la vez que vamos creciendo, esas ganas también se van agrandando.
Según la familia en que la que hayamos caído, viviremos de una forma o de otra. En unas se vivirá con más holgura que en otras. Pero creo que todos los padres tratarán de que crezcamos, dentro de las posibilidades de cada uno, sobre todo con el mayor amor posible y esperando poder sacarnos adelante y que en un futuro seamos felices. Por circunstancias de la propia vida, no siempre se consigue, pero siempre tratan de alcanzar esas metas.
Hay veces que la vida nos juega malas pasadas y no influye en que seamos ricos o pobres. Cuando esas ocasiones se presentan, lo único que a mi parecer hay que hacer es afrontar la situación con toda dignidad. Agarrarnos sobre todo a la vida y por mala que sea la situación, tratar de verla como un episodio que nos ha tocado vivir, pero sin desesperación. Siempre que las cosas se miran con optimismo, es más fácil salir de ellas.
Voy a contaros mi caso más reciente. Mi esposo, siendo un fumador empedernido, de cuatro paquetes diarios, se pone gravemente enfermo y el mismo dice antes de que le diagnostiquen nada, que tiene todas las papeletas para que le toque algo malo. En efecto, le detectan un carcinoma de pulmón, el cual no tiene operación ni curación, según le comenta el oncólogo a él mismo. Le dice duramente que le quedan entre seis meses y un año de vida. Como es natural se nos viene el mundo al suelo. El que lo veía todo negro habitualmente, dice que, si le queda tan poco tiempo, para que se va a tratar.
Yo que soy todo lo contrario, me opuse a su decisión y después de mucho pelear con él, conseguí que comenzase el tratamiento. No fue fácil, ya se sabe la consabida quimioterapia, la cual no le sentó muy mal en realidad y pasado un tiempo lo metieron en un ensayo clínico, el cual dio unos resultados estupendos. Eso le permitió llevar una vida más o menos normal durante casi dos años y en realidad estaba encantado. Como en todas las cosas siempre hay un, pero y ese pero resultó que en un determinado momento, el bichito se escapó de donde estaba y se subió al cerebro. Desde ese momento, que lo dijeron comenzó a paralizarse, el me decía “tu no me crees, pero me estoy muriendo”. Cierto era y yo nunca pensé que sería tan rápido, duró un mes.
Ahora pienso en lo bonito que es vivir y lo triste que es ver como se te va un ser tan querido, pero también creo que mi optimismo me hizo llevar la enfermedad, con más serenidad, sin angustia y sin obsesionarme con la gravedad que había. Nunca imaginé que sería tan pronto, lo estaba mirando como se iba y no lo creía, siempre pensé que habría una mejoría, me agarraba a su vida.
Animo a todo el mundo a que vivan con todas sus fuerzas, que aprovechen cada instante, que como dice la canción solo se vive una vez y lo que no hagas hoy, quizás mañana no lo puedas hacer. Vivir cada momento con intensidad, como si no hubiese un mañana. Siempre valorando lo que se tiene y no sobrepasándose en las posibilidades, pero el no hacer hoy por lo que mañana pueda venir, es una forma muy negativa de vivir y solo conduce a que el día de la partida final, te vayas con las manos vacías, de cosas que podías haber hecho sin esfuerzo y por aquello de… te quedaste sin hacerlo.
Vivir, vivir, vivir, es un lema que para cada uno de nosotros debe ser como el pan de cada día, el alimento espiritual, aparte de la fe que cada uno profese.
En el papel no se puede gritar, pero yo quiero vivirrrrrrrr.

PILAR MORENO  2 de junio 2019

EL VERANO LLEGÓ




Ha llegado pronto a nuestro mundo
Pero… ya no estás,
Nuestra terraza florece como a ti te gustaba
Las rosas de distintos colores
Esos pensamientos, por los que tanto preguntabas
Las hortensias, los ibiscus, las dalias,
Las margaritas las calas, la cerilla
Ese níspero que vino desde la otra casa.
Mil preguntas he de hacerte,
Pero no sé cómo expresarlas
¿Qué mundo tan diferente es ese donde te hayas?
Hay flores tan hermosas
Que de su olor te embriagas
Son tan blancos los querubines
Como en las postales plasman
Has encontrado ya al Padre Eterno
¿Y a la Virgen Santa?
Entre las nubes volaba el otro día
No dejaba de mirarlas
Pensé que, entre ellas,
Quizás tú te encontrabas,
Que te vería y que, aunque fuese de lejos
Te diría cuanto te amaba.

PILAR MORENO 1 junio 2019