Vivir,
que hermosa palabra. Venimos a este mundo a eso, a vivir. No todos lo hacemos
de la misma forma, pero es precioso hacerlo. Desde que vemos la primera luz del
día o de la noche según la hora en que nuestra madre nos de a luz, es la obligación
que tenemos vivir. Agarrarnos a este mundo con todas las fuerzas de nuestro
pequeño corazón y a la vez que vamos creciendo, esas ganas también se van
agrandando.
Según
la familia en que la que hayamos caído, viviremos de una forma o de otra. En
unas se vivirá con más holgura que en otras. Pero creo que todos los padres
tratarán de que crezcamos, dentro de las posibilidades de cada uno, sobre todo
con el mayor amor posible y esperando poder sacarnos adelante y que en un
futuro seamos felices. Por circunstancias de la propia vida, no siempre se
consigue, pero siempre tratan de alcanzar esas metas.
Hay
veces que la vida nos juega malas pasadas y no influye en que seamos ricos o
pobres. Cuando esas ocasiones se presentan, lo único que a mi parecer hay que
hacer es afrontar la situación con toda dignidad. Agarrarnos sobre todo a la
vida y por mala que sea la situación, tratar de verla como un episodio que nos
ha tocado vivir, pero sin desesperación. Siempre que las cosas se miran con optimismo,
es más fácil salir de ellas.
Voy
a contaros mi caso más reciente. Mi esposo, siendo un fumador empedernido, de
cuatro paquetes diarios, se pone gravemente enfermo y el mismo dice antes de
que le diagnostiquen nada, que tiene todas las papeletas para que le toque algo
malo. En efecto, le detectan un carcinoma de pulmón, el cual no tiene operación
ni curación, según le comenta el oncólogo a él mismo. Le dice duramente que le
quedan entre seis meses y un año de vida. Como es natural se nos viene el mundo
al suelo. El que lo veía todo negro habitualmente, dice que, si le queda tan
poco tiempo, para que se va a tratar.
Yo
que soy todo lo contrario, me opuse a su decisión y después de mucho pelear con
él, conseguí que comenzase el tratamiento. No fue fácil, ya se sabe la
consabida quimioterapia, la cual no le sentó muy mal en realidad y pasado un
tiempo lo metieron en un ensayo clínico, el cual dio unos resultados
estupendos. Eso le permitió llevar una vida más o menos normal durante casi dos
años y en realidad estaba encantado. Como en todas las cosas siempre hay un,
pero y ese pero resultó que en un determinado momento, el bichito se escapó de
donde estaba y se subió al cerebro. Desde ese momento, que lo dijeron comenzó a
paralizarse, el me decía “tu no me crees, pero me estoy muriendo”. Cierto era y
yo nunca pensé que sería tan rápido, duró un mes.
Ahora
pienso en lo bonito que es vivir y lo triste que es ver como se te va un ser
tan querido, pero también creo que mi optimismo me hizo llevar la enfermedad,
con más serenidad, sin angustia y sin obsesionarme con la gravedad que había.
Nunca imaginé que sería tan pronto, lo estaba mirando como se iba y no lo
creía, siempre pensé que habría una mejoría, me agarraba a su vida.
Animo
a todo el mundo a que vivan con todas sus fuerzas, que aprovechen cada
instante, que como dice la canción solo se vive una vez y lo que no hagas hoy,
quizás mañana no lo puedas hacer. Vivir cada momento con intensidad, como si no
hubiese un mañana. Siempre valorando lo que se tiene y no sobrepasándose en las
posibilidades, pero el no hacer hoy por lo que mañana pueda venir, es una forma
muy negativa de vivir y solo conduce a que el día de la partida final, te vayas
con las manos vacías, de cosas que podías haber hecho sin esfuerzo y por
aquello de… te quedaste sin hacerlo.
Vivir,
vivir, vivir, es un lema que para cada uno de nosotros debe ser como el pan de
cada día, el alimento espiritual, aparte de la fe que cada uno profese.
En
el papel no se puede gritar, pero yo quiero vivirrrrrrrr.
PILAR MORENO 2 de junio 2019