Cuadros
es un pequeño pueblo de trescientos habitantes en la provincia de León. Allí la
juventud se aburría como autenticas ostras, todos se conocían y cualquier cosa
que hiciesen unos u otras se sabía por todo el territorio, no podían hacer nada
fuera de lo que toda la vida habían hecho sus padres, abuelos y demás
ancestros. En verano que es cuando los chicos se animaban un poco más, ya que
el invierno era sumamente frío, lo más que hacían para distraerse era ir a las
horas centrales del día a darse un baño al rio Bernesga que pasaba por el
pueblo.
La
mayoría de ellos jamás habían salido de allí salvo para ir a estudiar a La
Robla que era el instituto más cercano y una vez terminado este ciclo, si
querían ampliar sus estudios, ya deberían desplazarse hasta Madrid o Salamanca
para cursar estudios en la universidad.
Eva
María, era hija de unos labriegos que le habían dado los estudios
indispensables pero que sus caudales no les permitían poder enviarla a la
universidad como a ella le hubiese gustado. Tampoco había salido jamás del
pueblo y la verdad es que estaba bastante harta de todo aquello. Pensaba para
sus adentros que porvenir le esperaba. Trabajar el campo como sus padres y sus
dos hermanos mayores, era la única chica, o casarse con alguno de aquellos
chicos de su edad que también se dedicaban a lo mismo. Ella tenía otras aspiraciones.
Después
de pensarlo mucho tiempo, Eva María se fue buscando el sol en la playa, con su
maleta de piel y su bikini de rayas. Se dirigió al autobús que la conduciría a
León capital y desde allí, tomaría un tren que le condujese hasta la provincia
de Alicante. Ella había escuchado hablar de las playas, del sol, de los
extranjeros que por esos pueblos habitaban y pensó que allí podría encontrar un
trabajo que le permitiese prosperar, salir de aquella pobreza en la que siempre
había vivido en su pueblo natal.
Cuando
llegó a Alicante, sus ojos se abrieron desmesuradamente, no podía creer lo que
estaba viendo. Era el mar, por fin el mar, ese mar con el que tanto había
soñado y que pensaba nunca conocería, despacio caminando por la playa, fue
preguntando a unos y otros donde podría alojarse, un lugar que le permitiese
dejar sus pertenencias en lo que buscaba un trabajo digno.
Enseguida
encontró una cafetería en la que buscaban camarera para el mostrador y aunque
el sueldo no era grande le daban una habitación donde alojarse. Sin pensarlo
dos veces acepto el empleo, era un buen comienzo, de entrada, no dormiría al
raso y además podría ir ganando un dinerito, el cual ahorraría ya que allí
además del alojamiento, también la mantenían, con lo que no tendría que hacer
ningún desembolso de su sueldo.
Allí pasó
unos meses y debido a su buen hacer, el dueño de la cafetería, la llevó a
trabajar a un restaurante que tenía de su propiedad, en el que la colocó como
metre, para ella cambiaron muchísimo las cosas. Ella ya no debía tener el
uniforme de camarera, solo debía ir bastante arreglada el sueldo
también
le fue subido considerablemente. Seguían dándole alojamiento en el edificio del
restaurante y por las tardes una vez terminadas las comidas y hasta la hora de
las cenas, disponía de tiempo libre lo cual le permitía ir a la playa que tanto
le gustaba. Allí se daba unos buenos baños y después tumbada en la arena, se
permitía soñar, soñar con lo que un día sería su futuro.
Demostró
ser una mujer lanzada y con arrestos que, si un día no hubiese tomado aquella
decisión, nunca hubiese conocido ni tan siquiera la playa. En esta vida no hay
que apocarse por nada. Las decisiones hay que tomarlas en el momento preciso.
PILAR
MORENO 30 noviembre 2019