La llamaban María la de Tomás; si la llamaban así por se hija
de Tomás y Obdulia y nieta de Tomás y Juana, los primeros moradores de esa
casa, ella la más pequeña de los hermanos y habiéndose quedado soltera, fue la
que cuidó de los padres hasta el final de sus días.
La casa en la que María habitaba era
un piso de escasas dimensiones, en un popular barrio del centro de la ciudad.
Siempre fue un edificio muy tranquilo y sosegado, todos los vecinos se conocían
y se hacían favores entre sí. Era frecuente que cuando alguno de ellos
enfermaba, los demás se volcaban con él. Siempre fue de esa manera hasta que
por la edad de los inquilinos fueron faltando y el casero comenzó a alquilar
los pisos a gente más joven y que pagase puntualmente, sin importarle la raza o
él país de origen del que procediesen y tampoco a que se dedicasen. Solo le importaba
cobrar a primeros de mes.
El piso de María era el segundo y ella
era la única vecina que quedaba de los antiguos inquilinos. Al casero no le
importaba que siguiese allí, pues pagaba religiosamente y no daba molestias al
estar ella sola. En la puerta de al lado entraron a vivir unos marroquíes, que
en un principio no molestaban a nadie. Era un matrimonio o al menos pareja, que
tenían dos niños de corta edad y a los que María, siempre que se encontraban en
la escalera, les decía cosas cariñosas y les sonreía con agrado.
En el tercer piso, justo encima de los
marroquíes, entraron a vivir unos colombianos bastante ruidosos, desde por la
mañana ya estaban con sus músicas por todo lo alto que se escuchaban desde la
calle. Aquel edificio comenzó a parecer una discoteca, a esos vecinos tan
ruidosos comenzaron a unirse otros que hasta entonces no habían dado ruidos.
Cada uno ponía a más volumen sus músicas.
Los marroquíes les llamaron en varias
ocasiones la atención diciendo que ellos tenían niños pequeños y no les dejaban
dormir. Los colombianos hacían caso omiso de las advertencias de sus vecinos.
Por otro lado, los colombianos
recibían a diario cantidad de visitas o eso decían ellos, eran visitas rápidas,
estaban poco tiempo dentro de la vivienda. María lo sufría en silencio, pero
era tan buena persona que nunca se pronunciaba. Cuando sus vecinos los
marroquís le daban a ella alguna queja cuando se encontraban por la escalera,
ella siempre alegaba que ella estaba un poco sorda y no le molestaba demasiado
y por otro lado no paraba mucho en casa, por eso no tenía criterio.
Un día, el marroquí, subió a quejarse
del ruido, aquello se estaba convirtiendo en una situación insostenible. Ya no
era posible descansar ni de día ni de noche. También le echó en cara las
visitas que recibían y le espetó que el creía que más que visitas es que se
dedicaban a menudeo de droga. El colombiano salió a la escalera dando gritos y
voces, insultándole y diciéndole de todo ya que aquello que el marroquí le dijo
le sentó fatal. Si no podía estar en silencio para rezar a su Dios, que se
fuese a otro lugar. Todos los vecinos
habían salido al escuchar tal vocerío, incluso María, que nunca se metía en
nada, salió al descansillo y fue subiendo algún escalón para tratar de calmar a
aquellos dos hombres enloquecidos. Aquello fue una gran discusión, la que
derivó en que cuando menos lo esperaban, el colombiano, sacó una gran navaja de
su bolsillo, tratando de herir al marroquí. María que le vio las intenciones de
clavársela a su vecino, ser adelantó y se puso entre los dos hombres,
recibiendo ella una buena cuchillada en la espalda, cayendo redonda en el
momento al suelo.
La mujer del marroquí llamó de
inmediato a la policía y el colombiano salió corriendo a todo correr, sin
pararse a mirar lo que había hecho. Los demás vecinos, menos los colombianos
que se encerraron en su casa a cal y canto, enseguida se pusieron a atender a
María y a tratar de taponarle la herida de la que sangraba con mucha
abundancia. Cuando llegaron las asistencias sanitarias a las que la policía
había llamado, ya no hubo manera de recuperar a María, la puñalada había sido
mortal de necesidad.
Aquella casa nunca volvió a ser la
casa que en sus tiempos fue, se había convertido en un edificio multirracial y
de mala convivencia.
PILAR MORENO 24 marzo 2019