Cuando introdujo la llave en el bombín, la puerta no abría, entonces buscó un cerrajero para que la pudiese abrir. Tardó bastante rato en encontrarlo. Tuvo que recurrir a una guía de oficios que obraba en su poder y al fin encontró uno; acudió a su domicilio para acometer el trabajo que lo había encomendado. La cerradura se resistía, alguien debía haberla forzado para intentar colarse dentro de la casa. No lo había conseguido, ya que era una cerradura de seguridad; tanto la había hurgado que la había reventado. El cerrajero le comunicó que había que cambiarla no había otra solución; eso le costaría bastante más que la simple apertura.
La cerradura tenía un coste elevado, y a eso había
que añadirle su trabajo. Juan accedió a lo que el operario le proponía, tenía
que entrar en su casa. En lo que fue a por la nueva cerradura y la colocó la
demora fue tan grande, que se le hizo de noche. (150)
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El chasquido le hizo volver la cabeza, no avistó a
nadie, pero, él sabía que alguien estaba en aquel lugar. Le entró miedo; pues
era una persona pacífica y si alguien andaba en aquel lugar, suponía que no
iría con buenas intenciones. Podría intentar robarle, le habría seguido, y
supondría que llevaba con él la recaudación del negocio encima. No era una suma
importante, pero si lo suficiente, como para que su jefe al día siguiente se
creyese o no, que lo había atracado. Comenzó a caminar lo más rápido que pudo,
seguía sintiendo la presencia de alguien a su espalda, pero no lograba verlo,
por más que volvía la cabeza.
De pronto alguien, se abalanzó sobre él, como pudo
quiso zafarse, Dándole un puñetazo en el estómago, lo tiró al suelo; salvando
el sobre en donde llevaba guardado el dinero, y salió corriendo. Desapareció
por un callejón. (149)