VACIANDO LA CASA DE MIS PADRES
Cuando mi marido y yo vaciamos la ruina de
mis padres en Toledo una enorme casa de fin de semana llena de libros, estufas
de carbón, pantallas de cine o lámparas de minero, aparecieron cuatro cajas de
Cariñena…
Aquella casa se había disfrutado en tiempos
hasta la saciedad, era tan grande que cogíamos toda la familia tanto la de mi
padre como la de mi madre, abuelos, tíos, primos, allí no solo se pasaban las
vacaciones estivales, que con la enorme piscina que mi padre había mandado
construir, y también la pista de tenis, eran unas vacaciones inolvidables.
También se celebraban todas las fiestas tanto de cumpleaños como Navidades,
eran tiempos maravillosos que tanto mis primos como yo nunca olvidaremos.
Fueron pasando los años, falleciendo los
abuelos, también tíos, los primos nos fuimos casando y ya nada era igual, cada
uno tiramos por nuestro lado y mis padres aquella casa la fueron convirtiendo
en un almacén de trastos viejos y raros, como había mucho espacio, mi padre se
convirtió en coleccionista de todo, cualquier cosa le servía para su colección.
Como llegó a ser muy longevo le dio tiempo a comprar todo tipo de cosas que en
realidad no servían para nada. Parecía tener el síndrome de Diógenes
Primero murió mamá y entonces él fue
almacenando cosas cada vez más raras, no podíamos decirle nada pues la
contestación siempre era la misma
-Es mi casa y mi dinero y hago lo que me da
la gana-
Llegó un momento en el que el servicio se
negó a limpiar todas las habitaciones que había logrado llenar hasta el punto
de no poder casi ni entrar en ellas.
Cuando llegó el día de su fallecimiento
decidimos que aquello había que vaciarlo con urgencia pues nosotros aquella
casa no la queríamos porque no la podíamos mantener ya que era tremendamente
grande y se podían sacar pingues beneficios con la venta de la misma. Fue muy
trabajoso el ir sacando cada cosa.
En una de las habitaciones, nos vimos
sorprendidos al encontrar unas cajas de vino de Cariñena, no sabíamos el tiempo
que allí llevarían guardadas ni si estaría en condiciones de consumirlo.
-Mari ¿Qué te parece si abrimos alguna
botella y probamos en qué condiciones está? -
-Vale Luis probemos y si nos gusta lo vamos
gastando-
- ¿Qué haría mi padre con este vino aquí,
si jamás probó ni un trago?
-Tienes razón Mari, jamás lo vi beber ni
una gota de vino ni de licor-
-Sería también un capricho para
coleccionarlo-
-Venga, descansemos y probemos este caldo
que tiene buena pinta-
-Espera Luis, voy a sacar unas copas y brindaremos por él y
por todo lo que había conseguido almacenar-
Volvió con las copas y abriendo la primera
botella, lo probaron y les pareció un jarabe magnifico. Estaba buenísimo, se
sirvieron otra copa y otra y cuando quisieron darse cuenta habían terminado la
botella. Dejaron de trabajar y fueron derechos a la cocina para preparar unos
pinchos y acompañar al vino que seguían bebiendo. Habían abierto otra botella y
se decían que cada vez estaba mejor. Estaban los dos solos y siguieron bebiendo
hasta que Luis comenzó a tartamudear. Yo creo que debo irme a la cama, he
bebido en demasía.
Mari no se quedó atrás, seguía bebiendo y
con una risa tonta solo sabía decir, que bueno está, me voy a poner otro poco.
Llegó un momento en que iba dando traspiés hasta llegar a su dormitorio, cuando
logró llegar a él, solo pudo tirarse en la cama. Más de pronto se escuchó una
voz que entraba de la terraza que decía
-Mari, vaya cogorza que has pillado, vaya
cogorza que has pillado y se reía sin parar-
Ella no lograba saber quién era, en el
estado en que se encontraba, no capaz de recordar que el viejo loro estaba en
la terraza.
PILAR
MORENO 14 noviembre
2022