MUCHO DOLOR Y POCA GLORIA (HECHOS REALES)
Aquella
mujer entró en el tanatorio rota de dolor, tenía un llanto desconsolado por la
muerte de una madre; una muerte que realmente no sentía y que precisamente por
eso era su desconsuelo. Ella sentía que nunca fue querida por esa madre o al
menos no con el amor que ella sentía por sus propios hijos, se había sentido
despreciada en innumerables ocasiones, como ahora dicen nunca hubo filin entre
ellas. Para ella la que realmente ejerció de madre fue su abuela materna que
vivía con ellos.
Fue
la persona que le enseñó todo lo que debía saber en la adolescencia, le enseñó
a guisar, a comprar; es decir todo lo que hubiera sido labor de la madre.
Siempre estuvo delante de ella interponiéndose entre las dos y llevándose
buenos zapatillazos por intentar que su hija no le diese otra paliza a la niña
como ella decía. La pobre mujer victima de un cáncer de mama, la dejó cuando
tenía catorce años, con la sola esperanza de que el padre que era un buen
hombre la protegiese. Tuvo la desgracia de ser hija única y que su madre le
culpase de no haber tenido más hijos y haber estado enferma.
Cuando
la abuela les dejó, la chica ya trabajaba y fue haciéndose así misma, formando
su carácter y gracias a dios sin parecerse en nada al de la madre. Con el padre
tenía mucha complicidad, pero el hombre de carácter débil, como un cordero
obedecía lo que la esposa le decía y se produjeron muchos enfrentamientos.
A
los veintidós años la chica decidió casarse con un buen muchacho, pero, de
fuerte carácter y la madre pretendía gobernarlo lo cual nunca consiguió por lo
que comenzó otra guerra. Para ella fue un martirio estar entre los dos, unas
veces hablándose, otras sin hablarse. Cuando tuvo su primer hijo irradiaba
felicidad por los cuatro costados, para ella su meta fue ser buena esposa y
sobre todo buena madre. Les avisaron de que el bebé había nacido y antes de ir
a conocerlo fue a la peluquería, para que todo el que estuviese en el hospital
la viese resplandeciente. Después del hospital, se olvidó de que era abuela ya
que si no podía hacer lo que ella quería donde la hija lo mejor era no
aparecer, pero si para que todo el mundo la viese y parecer ella la buena,
cuando la apetecía aparecía en el portal para que la hija le bajase al niño y
verlo cinco minutos. De esa forma la hija se convertiría en el comentario de
los vecinos.
Pasaron
muchos años y el padre muere de un infarto en plena calle, estando con la hija
y los nietos haciendo la compra. Ahí comienza otra etapa de sufrimiento masivo;
aún con el comportamiento que había tenido siempre con ellos, la hija va y
viene una vez a la semana para atenderla y llevarle a los médicos que hiciese
falta. Había cuarenta kilómetros de distancia entre las dos viviendas.
Cuando
pasados pocos años comienza a enfermar fuertemente, el yerno le dice que en
donde vivían le hacían una casita y podría estar con ellos y ser atendida por
su hija, pero al tiempo estar independientes. La contestación que dio es que en
la caseta del perro metiese a sus hijos pero ella en la casa grande; entonces
el yerno dijo a la esposa pues si la quieres traer la traes, aunque mis padres
estén en la residencia no es obstáculo para que la tuya esté contigo. La hija
conociendo la situación y sabiendo que si la metía dentro de su casa iba a ser
su ruina, los hijos se marcharían por no aguantarla y le acabaría costando el
matrimonio, decidió no llevarla con ellos. Decidió llevarla a una residencia y
ella en venganza no consintió volver más a casa de la hija ni a pasar las
navidades.
A
partir de ahí, después de producirse el óbito de la abuela, comenzó una época
dorada para el matrimonio, los hijos al poco tiempo se casaron y ellos
empezaron a viajar a salir con amigos de cenas y bailes, en resumen, a
disfrutar de lo que hasta entonces no había hecho. Empezaron a llegar los
nietos, volcados en ellos todo lo que podían los disfrutaban al máximo. Después
las enfermedades comenzaron a hacer estragos en sus vidas y la peor de todas
fue la del marido que estuvo tres años y medio luchando con un cáncer de pulmón
hasta que en 2018 falleció.
Ella,
aunque arropada por los hijos, no dejaba de estar en soledad. Con muy buenas
amistades, pero recordando siempre, sobre todo los últimos años de convivencia
con su marido que realmente fueron los más dulces pues estaban volcados el uno
en el otro. Ella, atendiéndole hasta el último suspiro y él, demostrándole
cuanto la quería hasta que perdió la consciencia unas horas antes del
fallecimiento.
El
dolor es duradero, la gloria es efímera.
PILAR
MORENO 12 febrero 2020