domingo, 18 de noviembre de 2018

SOBRE EL HENO




      En la montaña palentina, cerca ya de los picos de Europa, diversos pueblos con pequeña población sembraban heno para una vez segado; recogerlo y guardarlo en los pajares; de ese modo tenían alimento para sus animales, principalmente vacas, durante todo el invierno.
       Es una ardua tarea, trabajaban con mucho empeño cada familia en sus campos; una vez segado, no podían permitirse que, estando ya seco, una tormenta, lo mojase y lo echase a perder; húmedo sería imposible guardarlo.
       Mucho era el valor que tenía ese heno para los pobladores de esos pequeños pueblos, era lo que tenían para dar de comer a sus animales en los rudos inviernos que por esas tierras se daban.
       Marcelo, trabajaba de sol a sol, para cuanto antes recoger todo lo segado y guardarlo en su pajar. Lo tenía lleno a rebosar, lo miraba y para el era como mirar un gran cargamento de oro, se sentía orgulloso de lo que aquel año había recolectado. Había sido un buen año y no había tenido apenas desperdicio. Sus animales lo agradecerían; y si por lo que fuese no los pudiesen desestabular durante un tiempo, estaba seguro de que hambre no iban a pasar.
       Carmenchu, la hija de un campesino de un pueblo cercano andaba enamorada de Marcelo desde hacía tiempo y éste por temor al padre de la niña no se atrevía a cortejarla; era bastante más joven que él y sabía de sobra que la relación no sería bien vista por el tío Carrasca que es como llamaban al padre de Carmenchu. Pero esta no dejaba de perseguirlo, se había convertido para ella en una obsesión; debía hacerla caso a toda costa, no importaba de la manera que fuese, pero ella quería conseguirle a cualquier precio.
       Marcelo se encontraba un día, subido en el pajar colocando mejor el heno pues todavía le quedaban algunos carros por meter y cuanto mejor colocado estuviese más cantidad entraría, sino debería guardar el resto en un almacén que tenía junto a la cuadra y aunque allí guardaba siempre lo primero que gastaría; a pie de calle no le gustaba tener demasiado almacenado, el entrar y salir de allí estando todo lleno, era incómodo ya que era también el cuarto en donde se guardaban los aperos. De pronto a su espalda vio una sombra, no se asustó pues era hombre bragado, pero, si se extrañó de que allí arriba hubiese alguien sin él haberse dado cuenta. Cuando se volvió con la horca en la mano, quedó sorprendido al ver a la Carmenchu a sus espaldas, tumbada en un rincón del pajar, completamente desnuda y haciéndole gestos con la mano de que se acercase a ella.
       Marcelo que macho si que era, fue hacia donde ella se encontraba y le espetó sin más “que haces aquí so puta” ¿no sabes como arruinarme la vida? Entonces la Carmenchu le dijo:
       Si fueras un hombre de verdad, no pondrías reparos y me montarías como hace mi toro con tus vacas.
       No me tientes, no me tientes, que hombre soy pa ti y pa más pero no quiero problemas. Andas tras de mí como perra en celo y esto pue traer problemas.
       ¿acaso es que no te gusto?
       No es eso; gustarme si que me gustas, pero soy bastante mayor que tú y que se diría por el pueblo, que había abusado de una mozuela.
       A mi eso no me importa, lo que yo quiero es estar contigo y que seas mi hombre pa siempre.
       Marcelo, iba cada vez arrimándose un poco más hacia ella y como es natural, como buen hombre, se le iban subiendo no solo los colores, hasta que de pronto sin poder reprimirse más, se tiró encima de la chica y comenzó a besarla con todo ardor. Realmente si que le gustaba y fue por ello por lo que comenzó a soltar todos sus impulsos masculinos y como ella le había pedido, la montó varias veces, como el toro le hacía a la vaca.
       Una vez que habían probado, decidieron verse en el mismo lugar casi todas las noches, ella aprovecharía a que el padre estuviese dormido, para salir corriendo en busca de Marcelo. Pasado un tiempo y con el frío, decidieron que sería el Marcelo el que acudiría a su pajar para que ella no tuviese que andar el camino. Ella lo apañó bien, buscó el rincón donde desde la casa no se les pudiese ver ni oír, colocó una manta sobre la que se tumbaban y con el calor que desprendía el heno y el que ellos tenían dentro de su cuerpo, pasaban las noches bien abrazados.
       Un día al amanecer, llegó el tío Carrasca a la puerta de Marcelo; buenos días, saludó este con educación ¿Qué se le ofrece? y el visitante, sin decir palabra, le pegó una bofetada en toda la cara a mano abierta que lo hizo tambalear. Esto es solo el principio:
 ¿pero que le ocurre?
¿Acaso crees que no sé qué te estás tirando a mi hija?
¿me tomas por imbécil?
No por supuesto que no, pero fue ella quien me persiguió, yo no quería por respeto a usted y a la diferencia de edad, pero una vez que la he ido conociendo, me he enamorado de ella.
Pues has de saber que la has dejao preñá.
Si es así y uste no pone reparos, yo me hago cargo de la situación y contraeré matrimonio con ella si eso es lo que a uste le parece bien.
Claro que me parece bien y te advierto, si no lo haces y no cumples y te portas como un hombre con ella; te juro que te corto los cataplines y después te prendo fuego en tu pajar, que con lo lleno que está bien arderás.
Esta es una de tantas historias que hace tiempo en los pueblos solían suceder, ya que las diferencias de estatus sociales entre los paisanos, no admitía que los hijos de los ricos se juntasen con los de los pobres y debido a ello, sucedían muchas cosas como esta.

PILAR MORENO  13 noviembre 2018


domingo, 11 de noviembre de 2018

INMENSA SOLEDAD




Inmensa soledad la que me has dejado
que vacío tan grande hay en mi vida
tu me avisabas y no te creía
“me muero y no me crees”
era cierto, tu cuerpo lo sentía
tanta lucha habíamos tenido, pero…
verdad era que tu tiempo se agotaba
me aferraba a la esperanza
al clavo ardiendo donde agarrarme
ya era inútil, todo terminaba.
Me pedías besos y abrazos,
sonidos guturales salían de tu garganta,
solo yo los entendía,
tus manos apretaban las mías
a tu boca las llevabas
besabas hasta mis uñas,
mientras yo tu cara acariciaba
de besos y abrazos te colmaba,
mientras eso ocurría,
una ligera sonrisa a tu rostro asomaba.
Tonta de mí, con la venda colocada,
no quería entender que despidiéndote estabas,
comenzó mi dolor intenso,
¡cuanto! para mi significabas,
no podía ser lo que estaba ocurriendo
no dejaba de besarte en la frente y en la cara,
hasta ese último suspiro
que en mis manos exhalaras.
Aún después de muerto te besaba
no quería separarme de ti
como dejarte solo, no lo hice
hasta que aquellos hombres
de tu lado me apartaran.  


PILAR MORENO 11 noviembre 2018

sábado, 10 de noviembre de 2018

SOLA EN LA CELDA




      Elvira procedía de una familia humilde y como tantas chicas de esa época le gustaba mucho estudiar, pero las posibilidades de su familia eran escasas por lo que no podían permitirse darle una carrera como a sus padres les hubiese gustado y ella hubiese sido feliz con ello.
       Como única salida sus padres decidieron enviarla a un convento de religiosas y en él se educaría como una verdadera señorita y a cambio de algunas labores que pudiese proporcionar a las monjitas, era probable que la dejasen estudiar lo que ella quería.
       Se lo propusieron a Elvira y ella accedió sin poner ningún problema pues era una chica de lo más obediente y nunca haría nada que pudiese disgustar a sus progenitores. Prepararon su viaje a la ciudad, no sin antes haber olfateado en que convento podría estar mejor, cuando lo tuvieron decidido, el padre la acompañó para entregársela a las hermanas en custodia.
       Una vez se hubo incorporado al convento, la madre superiora le puso al tanto de las tares que debería realizar, no eran fáciles, pero a cambio, le dejaban matricularse en la escuela de enfermería, con lo cual así podría formarse en esa especialidad. Antes de partir para la escuela, debería dejar fregada toda la loza que se utilizaba para los desayunos, barrer y fregar el refectorio, como es natural dejar impoluta su celda, además de recoger los huevos que habían puesto las gallinas el día anterior y por supuesto haber rezado las oraciones matinales. La pobre chica vivía sin vivir en ella, pero era tanta la ilusión que tenía por estudiar, que, aunque no durmiese le merecía la pena hacer todos aquellos trabajos, pues para estudiar, tenía que quitarse horas de dormir aunque fuesen muy pocas las que disponía para ello.
       Como correspondía a una chica de su edad, conoció a otras chicas y se divertía con ellas cuanto podía. Se hizo amiga de Isabel, una chica algo mayor que ella y con mucho mundo. Pasado el tiempo, esa amistad, se fue convirtiendo en algo más, se sentían muy a gusto la una con la otra y cuando quisieron darse cuenta habían comenzado una relación amorosa.
       Esa relación claro está, que en el convento no podía ni mencionarla. Las hermanas pensaban que ella solo salía del convento para estudiar. Llegó un día en que le dijeron que, ya que estaba en la casa del Señor y le estaban costeando los estudios, debería tomar los hábitos, claro está siendo novicia un tiempo antes. No podía creer Elvira lo que la estaban proponiendo, ¿Qué iba a ser de su vida si ella no tenía vocación religiosa?
Cuando se lo contó a Isabel, esta montó en cólera, quien se habían creído esas señoras que eran para disponer de su vida de esa forma.
 ¿Y tus padres que dicen?
Pues están conformes, piensan que así seré feliz y nunca me faltará de nada.
De eso nada, mientras yo viva, nunca te ha de faltar nada, eres el amor de mi vida y te protegeré hasta el final.
Llegó el momento de tomar los hábitos y cuando Isabel fue a presenciar la ceremonia, como regalo le llevó a Elvira un teléfono móvil para que lo tuviese oculto y por las noches, en el silencio de su celda, pudiesen comunicarse las dos, hasta ver como podían salir de aquella situación. No debían prolongarse mucho en el tiempo deberían decidir que hacer antes de que le pusiesen los hábitos definitivos.
Todas las noches Elvira, llamaba a Isabel ya que esta no podía hacerlo pues no se podía escuchar el sonido del teléfono. Le contaba todo lo acontecido durante el día y la pena que sentía de no poder verse con ella a diario como hacían antes, ni besarse ni tocarse como gustaban de hacer.
Una noche cuando estaban en plena conversación, se abrió la puerta de la celda y apareció la madre superiora, de un manotazo, arrancó el teléfono de la mano de Elvira y se lo confiscó. Iba a ser castigada por aquella desobediencia y tampoco podría volver a ver a Isabel ni salir más a la calle. Sería trasladada al convento de clausura que tenía esa congregación en otra ciudad. Lo harían de inmediato, aquello no se podía permitir.
A la mañana siguiente, después de haber estado toda la noche pensando y llorando amargamente, a la hora del desayuno, cuando estaban todas las hermanas desayunando en el refectorio, Elvira, sin pensarlo dos veces, tomó el cuchillo que estaban utilizando para cortar las rebanadas de pan y se lanzó con toda rabia contra la madre superiora, clavándoselo directamente en el corazón.
En el mismo instante, la mujer cayó al suelo y por más que trataron de reanimarla murió rápidamente. La puñalada era mortal de necesidad.
Elvira salió corriendo del convento, pero, las otras hermanas habían dado parte a la policía y claro está no era muy frecuente ver a una monja corriendo desesperada por la calle. Fue detenida de inmediato y tras un juicio rápido, pasó el resto de sus días tras las rejas de una celda, pero esta vez de la cárcel.

              PILAR MORENO 9 noviembre 2018


viernes, 9 de noviembre de 2018

EL TREN DE NUESTRA VIDA




      Corría el año 1971 cuando tomamos un tren que se ponía en marcha muy despacio y que tendría diversas paradas a lo largo de los años. Nosotros decidimos que siempre juntos no nos bajaríamos ni tan siquiera en un apeadero, seguiríamos así hasta final de trayecto.
      Pasaron miles de estaciones ante nuestros ojos, pero nosotros seguíamos a nuestro aire, no nos preocupaba la marcha de aquel tren que iba recorriendo su camino con toda normalidad. Habíamos construido en el nuestro hogar, tuvimos hijos, los educamos y les dimos todo lo mejor que estaba a nuestro alcance y éramos felices; todo lo felices que se puede ser mientras se recorre una vida llena de trabas y dificultades, pero, nuestro tren seguía en marcha con su chacacha, chacacha, nos hacía la vida agradable. Veíamos como había gente a nuestro alrededor, se iba quedando en algunas estaciones, como fueron abuelos, padres, amigos etc..
       A principios de dos mil cinco, mi persona tuvo la mala ocurrencia de encontrar un apeadero, en el cual me baje y si me descuido pierdo aquel valioso tren. Por lo pelos lo tomé ya en marcha, pero pasé un susto muy fuerte y mi familia lo mismo al pensar que lo perdía. Todo pasó y ese mismo año casamos a mi hijo mayor y al poco tiempo al pequeño. El viaje seguía transcurriendo con normalidad, comenzaron a llegar los nietos y todo era paz y alegría en nuestro vagón.
       Siempre íbamos sentados frente a frente, nos encantaba mirarnos a los ojos, tomarnos de las manos, conversar de cualquier tema, nos contábamos absolutamente todo, había una perfecta comunión entre los dos.
       Nos hacíamos mayores, salíamos a cenar con amigos y después a bailar, fueron unos años muy bonitos los que pasamos mientras nuestro tren seguía con su marcha lenta.
       A finales de dos mil quince, le fue diagnosticada la maldita enfermedad, a partir de ahí, el tren comenzó a rodar más deprisa por sus railes, un día encontró un apeadero y se bajó con el convoy casi en marcha, pero como este no iba demasiado rápido le dio tiempo a volver a incorporarse a él.
       Hubo dos episodios más en los que también se bajó del tren, pero, haciendo grandes esfuerzos lo pudo retomar. En esta ocasión, ese tren comenzó a desplazarse más rápido. Seguíamos sentados frente a frente, sus ojos iban vaciándose de luz propia, se iban apagando, ya su mirada no tenía brillo ni el candor de siempre.
       Su garganta emitía sonidos guturales, los cuales solo yo creía entender y sus gestos me pedían caricias, besos. Sus manos enlazadas con las mías, las llevaba a sus labios y no paraba de besarlas. ¡Cuán ciega estaba! Pensaba que se iba a bajar del tren, pero volvería a cogerlo en marcha como en otras ocasiones, pero no me daba cuenta de que se estaba despidiendo de mí, me decía adiós, que se apearía de aquel tren para nunca más cogerlo. Así lo hizo, fue bajándose despacio, muy despacio y ya sin fuerzas para agarrarse a la barandilla, se dejó caer mientras yo envuelta en llanto, lo veía alejarse para nunca más volver.
       Ese tren sigue caminando por las vías de la vida, pero ya nada es igual, pasará mucho tiempo antes de que yo pueda dejar de pensar en esa despedida, dulce, tierna, que sin palabras me lo expresaba todo, lo que yo signifiqué en su vida.

              PILAR MORENO   9 noviembre 2018

martes, 6 de noviembre de 2018

QUE FUE DE SÓCRATES




Sócrates fue un individuo del cual se conocían pocas cosas, de su vida y de su biografía. Solo que fue hijo de una comadrona Faenarete y de un escultor Sofrónico, emparentado con Arístides el Justo. En su juventud siguió el oficio de su padre y recibió buena instrucción, es posible que fuese discípulo de Anaxágoras y también que conociera las doctrinas de filósofos de la escuela de Pitágoras.
       Aunque no participó directamente en la política, cumplió siempre con sus deberes ciudadanos. Sirvió en varias batallas, en episodios de las guerras del Peloponeso en las que dio muestra de resistencia, valentía y serenidad extraordinarias. Salvó la vida de Alcibíades, quien saldó su deuda salvando la vida de Sócrates en la batalla de Delio.
Contrajo matrimonio a una avanzada edad con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. En cuanto a su apariencia física se le reconocía como bajito, rechoncho, de vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, al mismo tiempo que se le atribuye un aspecto desaliñado.
Lo que se sabe de Sócrates es a través de tres contemporáneos suyos, Jenofonte, el comediante Aristófanes y el filósofo Platón.
La Mayéutica: Al parecer, durante buena parte de su vida, Sócrates se habría dedicado a deambular por las plazas, mercados, palestras y gimnasios de Atenas, donde tomaba a jóvenes aristócratas o a gentes del común (mercaderes, campesinos, o artesanos), como interlocutores para sostener largas conversaciones, con frecuencia parecidas a largos interrogatorios. Este comportamiento, sin embargo, correspondía, a la esencia de su sistema de enseñanza, la mayéutica.
Este método, llevaba al interlocutor a alumbrar la verdad que llevaba alojada en su alma, por medio del dialogo, en el que el filósofo proponía una serie de preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible reconocer si las opiniones iniciales del interlocutor eran de una apariencia engañosa o un verdadero conocimiento.
Sus conversaciones filosóficas, al menos tal y como quedaron reflejadas en los Diálogos de Platón, Sócrates sigue, en efecto, una serie de pautas precisas que configuran el llamado diálogo socrático. Comenzaba las conversaciones alabando la sabiduría de su interlocutor y presentándose a si mismo como un ignorante; tal fingimiento es la llamada ironía Socrática, que preside la primera parte del dialogo. En ella Sócrates proponía una cuestión ejem: ¿Qué es la virtud? Y elogiaba la respuesta del interlocutor, pero luego oponía con sucesivas preguntas o contraejemplos sus reparos a las respuestas recibidas, sumiendo en la confusión al interlocutor que acababa reconociendo que no sabía nada sobre la cuestión.
Al prescindir de las preocupaciones cosmológicas que habían ocupado sus predecesores desde los tiempos de Tales de Mileto, Sócrates imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega.
El ser humano aspira a la felicidad, y hacia ello encamina sus acciones. Sólo una conducta virtuosa proporciona la felicidad. Y de entre todas estas virtudes la más importante es la sabiduría, que en ella se incluyen las restantes.
La sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables. Conocer el bien nos lleva a conocer la conducta virtuosa y la conducta virtuosa conduce a la dicha. La vida virtuosa lleva al equilibrio y la perfección humana a la libertad interior y a la autonomía respecto a lo que nos esclaviza y mediante ella se consigue la paz en el alma, el gozo imperturbable, la satisfacción interior que nos acerca a lo divino.
Con su conducta Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de la inestabilidad en la que se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, consideraron que su amistad era peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critías, acusado de impiedad y de corromper a la juventud, fue condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según relata Platón en la apología que dejó de su maestro, Sócrates pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como era el suyo, fuera injusta; peor habría sido la ausencia de ley. La serenidad y la grandeza de espíritu que demostró en sus últimos instantes, están vivamente narradas en las últimas páginas de Fedón.
En los tiempos actuales, lo hubiesen acusado de pederastia, lo habrían juzgado rápidamente y lo hubiesen soltado de inmediato por no ser peligroso y a la semana podría haber estado otra vez charlando con la juventud.
             PILAR MORENO 3 noviembre 2018

  
     
        

LA METAMORFOSIS DEL YO




       Hace ya casi cuatro años comenzó mi metamorfosis, no sabía lo que ocurría en la vida de mi esposo pero, yo presentía por su comportamiento que no iban las cosas bien, se sentía mal, pero nadie sabía decir que era lo que le ocurría, yo veía que como una vela se iba consumiendo, fue entonces cuando, creo que por primera vez me atreví, con educación eso sí, a llevar la contraria a un médico y exponerle mis pensamientos que justo no eran los suyos. Fue entonces cuando le derivó a un especialista y fue cuando comenzó la encrucijada que he vivido durante tres años.
       Fue diagnosticado con un carcinoma de pulmón y le dieron entre seis meses y un año de vida, entonces mi persona se convirtió en gusano de seda e iba a pocos tejiendo el capullo. En un momento determinado, lo enviaron a un ensayo clínico, el cual dio muy buen resultado y entonces, aunque yo no dejaba de tejer aquel capullo, cada vez lo hacía más despacio, la esperanza me ayudaba a tejerlo cada vez más lento, pero no por eso dejaba de pensar que en cualquier momento aquello podía voltearse.
       En el pasado septiembre, como yo temía, ese maldito bicho llamado cáncer, pasó silenciosamente a su cerebro, los doctores no me lo pusieron tan oscuro como al principio del descubrimiento, pero mi intuición, hacía sentir que el capullo debía seguir tejiéndose y aunque quería seguir haciéndolo con lentitud, en pocos días tuve que terminarlo, casi con prisas.
       El pasado día 23 lo terminé, ahora, habiendo sufrido ya la metamorfosis, convertida en mariposa, sola, triste, no alcanzo a saber donde he de ir a depositar los huevos, creo que ya nunca los pondré y paciente esperaré a que llegue el día postrero, donde las almas se juntan.

                     PILAR MORENO 28 octubre 2018