miércoles, 18 de septiembre de 2019

DEJAME QUE TE LO CUENTE




¿Recuerdas cuando me decías...?
escúchame, aunque no me oigas.
Ahora soy yo quien te lo dice.
Quizás en el lugar donde estés,
no puedas escucharme,
pero si sentir lo que ahora te digo.
¡No sabes cuánto duele la soledad!
esa que tú me has dejado al marcharte.
Cuando en la noche cierro la puerta y me acuesto.
Es como una losa que se ciñe sobre mi cabeza.
¡Han sido tantos años juntos!
Hay noches que creo estar soñando, pero… no,
no son sueños, son recuerdos
de luces y sombras de toda una vida.
Risas y lágrimas derramadas a lo largo
del tiempo fueron muchas.
Pero que en nuestra última etapa
eran sonrisas, besos, abrazos, te quiero,
con eso me quedo.
Cuando ponías la música que tanto me gustaba
me tomabas por la cintura,
¡me hacías bailar!
lástima que los cuatro pasos te ahogabas,
te tenías que sentar y descansar un buen rato,
esas palabras candorosas que se veían salir de tu alma,
Cosas que jamás me dijiste de joven.
¡Qué recuerdos! ¿Porque no viviste un poco más?
cuando me despierto en la noche,
estiro los brazos hacia tu lado,
siento el frio de las sábanas vacías
y a la vez exhalo el olor de tu tabaco.
Pienso que te has ido a otro lugar a fumar…
ese olor que impregnó nuestro hogar.
Ese negro tabaco que te costó la vida.
Por su culpa ¡que sola estoy!,
no querías verlo y ahora ya no hay remedio,
¡Ya no puedo hacer nada por ti!
nada te reprocho, lo pasado, pasado…
queda entre nosotros,
Solo queda rezar por ti,
pedir que donde estés veles por tu familia
y sepas lo que te extraño.

PILAR MORENO 17 septiembre 2019




viernes, 13 de septiembre de 2019

EL LICENCIADO





          Jaime era un joven muy estudioso e inteligente que desde muy pequeño había demostrado su amor por los libros y se esforzaba todo lo posible por sacar las mejores notas. Una vez hubo terminado su carrera, leyó con atención todos los anuncios de aquel periódico que solicitaban trabajadores, se había licenciado en derecho y económicas, por lo que iba buscando cualquier trabajo en el que poder demostrar todo lo que había aprendido a lo largo de sus años de estudio.
          Después de mucho buscar, dio con un anuncio que el pensó que era perfecto para cumplir sus expectativas. Envió su curriculum vitae a la dirección que ponía en el anuncio y no sin dejar de mirar otros anuncios, ya que deseaba trabajar lo antes posible, esperaba con ansiedad que le respondiesen de aquel que él deseaba. Su deseo no tardó en cumplirse.
          El día de la cita con el director de la empresa que lo había citado, se levantó con celeridad, se duchó y afeitó con sumo cuidado para llegar a la entrevista lo más presentable posible. Se encaminó rápidamente para no llegar tarde a la cita y cuando llegó lo hicieron esperar un buen rato por lo que el se iba poniendo nervioso pensando en si se abría equivocado pues allí no había nadie esperando nada más que él.
          De pronto se abrió una puerta y apareció una señorita elegantemente vestida y preguntó si el era Jaime Fernández Muñoz, se levantó al instante y contestando correctamente que ese era su nombre, su corazón comenzó a latir con más fuerza todavía. “El señor director lo está esperando, pase por favor”, le dijo aquella mujer, haciendo un gesto con la mano de que aquel era el camino para seguir.
          Con los nudillos tocó la puerta y pidió permiso para entrar. Era un gran despacho y tras la mesa de este, se hallaba un hombre de mediana estatura, bien vestido, serio, pero a la vez con cara afable.
          -Buenos días D. Jaime, yo soy el director de esta empresa, me llamo Rafael Jiménez Rodríguez y espero que podamos entendernos.
          -Eso mismo espero yo, respondió Jaime.
          He leído su curriculum y me parece excelente, los estudios los hizo usted a través de alguna beca.
          -No señor.
          -Entonces fueron sus padres quien le pagaron sus estudios. Fue mi madre señor. Mi padre desapareció dejándonos solos a mi madre y a mi cuando yo apenas contaba un año.
          -Perdone la pregunta, ¿con que honorarios contaba su madre para poder pagarle a usted una carrera de estas características?
          -Mi madre señor se dedicaba a limpiar casas y a lavar la ropa de todo aquel que se lo pedía, había días que trabajaba toda la noche en casa lavando y planchando para que al día siguiente le pagasen la labor terminada.
          -Su madre ha demostrado ser una gran mujer. ¿usted le ayudo en alguna ocasión en sus tareas?
          -No señor ella no lo hubiera consentido, yo solo debía dedicarme a estudiar para no perder ningún examen. Es por lo que ahora deseo poder acceder al trabajo lo antes posible para poder liberarla de todas esas tareas.
          -Señor Fernández, lo primero que le voy a encomendar es que vuelva usted a su casa y trate de curar las manos de su madre y de hacer unos días las tareas que su madre viene haciendo a lo largo de su vida para darle a usted todo lo que ha conseguido. Dentro de una semana le emplazo para que vuelva por aquí y me diga si ha sido capaz de conseguirlo, entonces hablaremos.
Jaime se fue rápidamente a su casa. Por el camino iba madurando lo que el señor Jiménez le había dicho. El realmente nunca había pensado en los malos ratos que su madre había pasado, en los trabajos tan duros que había tenido que hacer y en los desplantes que había tenido que aguantar, simplemente por ser la asistenta, pero para ella todo era soportable con tal de llevar a su casa el dinero suficiente para el sustento y la educación de su hijo. Para ella era lo más importante, nunca pensaba en ella, jamás le había visto cambiar de ropa, salvo los domingos para ir a misa y era la ropa de hacía infinidad de años y la que usaba si había algún acontecimiento especial, el cual se producía en raras ocasiones, pero a él, aunque sin lujos no le faltó nunca nada.
Al llegar a su casa, se cambió de ropa y cogió a su madre por los hombros y comenzó a besarla, al mismo tiempo la fue acercando hasta el sofá, allí la sentó a su lado y tomándola de las manos, con todo cariño le fue acariciando y frotándoselas. Le dijo que, a partir de ese momento, él haría las coladas y de momento ella no tendría que ocuparse nada más que de descansar. Así lo hizo y fue entonces cuando comprendió todo por lo que su madre había pasado durante tantos años para darle todo lo que ahora él tenía.
El día convenido, volvió a presentarse delante del señor Jiménez, mantuvieron una larga conversación y Jaime le contó todo lo que había hecho por su madre y que había comprendido todo lo mal que ésta lo debía haber pasado durante tantos años. Ahora lo único que le agobiaba era conseguir el puesto de trabajo y poder compensarla de todos los sinsabores pasados.
El señor Jiménez le dijo entonces que el puesto era suyo. Lo que él había estado buscando era una persona que pudiese dirigir a sus empleados, pero siempre que demostrase humanidad, que fuese capaz de ponerse en el lugar de cada uno y comprender las cuitas que cada uno llevaba consigo, a la vez que no se dejase engañar con argucias de gente vaga.

                    PILAR MORENO 





         

TRÁGICO FINAL


TRAGICO FINAL

          Juana era una mujer muy joven, se había casado enamorada de Pepe hasta lo más profundo de su alma. todo el que acudió a su boda le reprochaba haberse casado tan joven, tan solo contaba diecinueve años. Además de guapa era la alegría en persona, hacía reír tanto a sus familiares como a todo el que la conocía. No había nadie en el barrio que no le conociese y a su paso la saludase y ella le correspondía con un saludo de lo más cordial y la más amplia de sus sonrisas.
          De ese matrimonio temprano nació Andrés, un precioso niño rubio de ojos azules que hizo las delicias de toda la familia, todos estaban locos con él. Según iba creciendo, todo el mundo le preguntaba a Juana que cuando iba a ir a por la parejita y ella siempre decía lo mismo, si Dios no nos lo envía por algo será. Ellos seguían felices con su hijo dándole todo lo mejor que podían.
          El tiempo iba pasando, y cuando Andrés contaba con diecisiete años, Juana pensó que se había quedado embarazada y se puso muy contenta, ella era joven y fértil todavía y no era nada extraño, todos comenzaron a celebrarlo, pero ella no se encontraba con este embarazo lo mismo que con el de Andrés por lo que fue rápidamente al ginecólogo para ser examinada.
          El médico le prescribió las pruebas oportunas como a cualquier embarazada, aunque al reconocerla ya le dijo que no le parecía un embarazo, pero sin pruebas no debía decir nada. Una vez estuvieron las pruebas en su poder, el doctor le dio la única noticia que jamás hubiese querido escuchar. En su útero había un tremendo tumor que había que quitarle rápidamente. Una vez preparada, fue intervenida y una vez en el quirófano, descubrieron que no solo su útero era lo que estaba enfermo, también estaban invadidos sus ovarios, y hubo que extirparle todo su aparato reproductor.
          Una vez recuperada de la intervención hubo que proceder a darle la quimioterapia, en un principio le iba sentando bien, pero a medida que iba pasando el tiempo, cada vez que recibía la sesión le iba sentando peor. Pasó como un año con ese tratamiento y comenzaron los dolores, unos dolores muy grandes los que hicieron que en varias ocasiones fuese ingresada durante varios días. Había llegado un momento en que su estado era terminal de necesidad, por lo que Pepe, decidió llevarle a casa y que allí fuesen los de cuidados paliativos los que le administrasen la morfina que era lo único que le calmaba a ratos, pues cada vez tenían que administrársela con menos intervalo de tiempo. La pobre se iba apagando como una vela, ya no tenía conocimiento ni nada, solo respiraba y dependía de que su corazón dejase de funcionar.
          Aunque era un desenlace esperado, no por eso fue menos doloroso, sobre todo para Andrés y sus abuelos. Eran un mar de lágrimas continuamente aún después de mucho tiempo de haberse celebrado sus exequias. Nunca la podrían olvidar.
          La enfermera que le administraba los paliativos a Juana era una chica joven, agradable pero no atractiva como había sido Juana en sus mejores momentos, pero si estuvo muy cercana a Pepe en todo momento y una vez producido el óbito, siguió pasándose por la casa con la excusa de darles consuelo pues había visto el sufrimiento que esa familia había pasado.
          Habían pasado solo tres meses cuando, Andrés que ya sospechaba, vio que su padre se citaba con Ángela, la enfermera y como es natural no le hizo ninguna gracia. Se lo hizo saber a su padre y le reprochó que con tan poco tiempo que había pasado de la muerte de su madre se hubiese liado con alguien. Más adelante tendría tiempo de hacerlo, pero, él creía que debía guardar un poco de respeto sobre todo por él que era su hijo y sus padres que estaban destrozados por la pérdida de aquella hija.
          Pepe no hizo caso de las advertencias de su hijo que cada vez se iba calentando más viendo que no dejaba de estar junto a Ángela. Cada vez las relaciones padre e hijo se iban deteriorando más y más. El padre le decía que la soledad era muy mala y él por muy hijo que fuese nunca ocuparía el puesto de su madre ni le daría lo que ella le dio a lo largo de los años.
          Andrés iba observando que cada día faltaban cosas del ropero de su madre como el abrigo de visón que ella tanto quería. Se lo hizo saber al padre pidiéndole explicaciones ya que ese abrigo debería quedar en la familia, pero su padre le hizo callar diciéndole que su madre hubiese querido que lo tuviese ella pues era la que la había cuidado hasta el último día de su vida. Pero, cada día iban faltando más cosas; el día que saltó la última chispa en la cabeza de Andrés fue, cuando se dio cuenta de que faltaba la sortija de brillantes que su abuela paterna le había regalado a Juana el día que nació Andrés y que a su vez había sido de su madre por lo que era una joya familiar y de mucho valor económico y sentimental.
          Pepe seguía sin hacer el menor caso y además siempre le contestaba que todo lo que allí había era de su propiedad, pero Andrés era su hijo y era el heredero universal de su madre sin discusión alguna.
          Visto el caso omiso que su padre hacía de los reproches que su padre hacía, se veía claramente que estaba totalmente enamorado o atontado por la tal Ángela y Andrés no podía más. Una noche, a la hora que sabía que su padre dejaba a la mujer en su domicilio, se presentó delante de ellos y les reprochó a los dos todo lo que el estaba seguro de llevar razón. El padre se puso departe de la mujer y ésta se enfrentó a Andrés llamándole niñato y egoísta y diciendo que dejase a su padre en paz que ya era mayor para saber lo que hacía.
          Andrés sin pensarlo dos veces, muy aturdido y cabreado, sacó una navaja de su bolsillo y se la clavó primero a su padre en un costado, pero cuando Angela se metió por medio para defender a Pepe, Andrés volvió a esgrimir la navaja atinando desgraciadamente en el corazón de la mujer, dejándola muerta en el acto.
          Fue un trágico final para un buen hijo que adoraba a su madre y que el padre como tantos hombres se dejó embrujar por una mujer que según parecía su única intención era ir apoderándose de las pertenencias de la pobre difunta.

                    PILAR MORENO