lunes, 7 de febrero de 2022

HACER DE COMER

Hacer de comer es una frase que antiguamente se utilizaba con mucha frecuencia, sobre todo en nuestros ancestros.

Es una forma de expresar que hay que hacer la comida como lo solemos decir en nuestros días. Cada provincia suele tener sus formas y expresiones que a algunos nos choca pues a donde nosotros pertenecemos no se diga de esa forma.

Creo que hacer de comer es una forma de expresar que tenemos que preparar comida para nuestra familia o amigos e incluso en un restaurante para los comensales que acudan a la hora de tomar la comida más importante del día.

Para mí, nunca fue problema pensar en lo que hacer de comer cuando tenía a todos mis seres queridos en casa, siempre de un día para otro pensaba lo que iba a cocinar y a ser posible el primer plato prepararlo el día anterior si era posible pues tenía varios horarios de comida.

Cuando había colegios, al ir a buscarlos a la salida a medio día, ya había que dejar todo preparado, mesa puesta primer plato dispuesto y preparado el segundo, si había que freír carne ir haciéndola en lo que tomaban el primero Después comenzamos a tener diferentes horarios ahí sí que había que esforzarse en que no fallase nada. Tenía al pequeño que cuando llegaba de trabajar, como era muy puntual, si era cosa de cuchara, la mayoría de los días se lo tenía ya puesto en el plato, si me demoraba, abría el frigorífico y cuando quería darme cuenta, se había comido todo y más de lo que debía con lo que me dejaba la comida apenas sin haberla tocado. Después se volvía al trabajo y por la noche cuando llegaba, podía comerse un león que lo pusieran encima de la mesa.

Por el contrario, el mayor se adaptaba muy bien al horario que tenía, al llegar de la universidad ya le tenía preparada su comida después como era muy ayudador, recogía lo que había ensuciado, lo metía al lavaplatos y rápido se volvía a su cuarto a seguir estudiando. Al principio de trabajar, llegaba tarde, no comía en casa, después de salir del trabajo se iba a la escuela pues estaba haciendo un máster y estudiando inglés. Cuando llegaba a casa a más de las once de la noche, desde las siete de la mañana que se había ido, cenaba rápido y se retiraba a seguir estudiando.

El padre, tampoco iba a comer a casa, pues empalmaba un trabajo con otro. Después cuando se jubiló, daba de comer al pequeño y luego comíamos nosotros con tranquilidad.

Ahora que desgraciadamente estoy sola, lo de hacer de comer es algo que ni me preocupa, salgo del paso con lo primero que se me ocurre. Los días que tengo libres, suelo guisar pues me sigue gustando, pero hago tanto que tengo para tres o cuatro veces de cada cosa; por eso como variado, voy sacando del congelador, cada día una cosa y si no pues, una crema de verduras, de pollo, una sopa y después una carne o un pescado a la plancha. Para una sola persona es fácil con cualquier cosa te arreglas.

Cómo me gustaría volver a tener que pensar en que hacer de comer, sería señal de que tendría a todos mis seres queridos conmigo, aunque comprendo que es lógico que cada uno esté con su familia y el que debía estar en casa ya es imposible que esté, se fue demasiado lejos y no puedo ni hablar por teléfono con él ni escribirle una carta pues no me dejó el número ni las señas, creo que cuando se lo llevaron a él tampoco se las dieron.

 

PILAR MORENO 8 febrero 2022

LOS BANCOS

 

Hoy vamos a hablar de los Bancos, como todos bien sabemos, los hay de piedra, madera, plástico, hierro, de muy diversos materiales que nos sirven para descansar las posaderas en distintos lugares y en distintas situaciones de nuestra vida. También sirven para comer, si los acercamos a una mesa, e incluso en algún parque al que hayamos ido a pasar el día con nuestra merienda y no haya mesa, pues nos sirven para colocar las viandas y así evitar ponerlas sobre la hierva y que se pueda animar a merendar con nosotros alguna hormiga.

Los bancos que hoy nos ocupan, son otros muy diferentes, se trata de esos en los que toda la vida confiamos para depositar nuestros ahorros. En España, concretamente en Barcelona se fundó el primer banco en el año 1844 debido a ser la capital con más industrialización y la necesidad de hacer transacciones de alto nivel, para su fundación intervinieron, comerciantes industriales y algunos banqueros particulares.

El momento de inflexión se sitúa en el decreto del ministro Echegaray de marzo de 1874, imponiendo el monopolio de emisión del Banco de España y dando por finalizado el periodo de pluralidad de emisión en España. El periodo emisor del Banco de Barcelona estuvo caracterizado por el dinamismo, tanto de la sociedad catalana como de la propia institución bancaria que representaba los sectores más emprendedores de la ciudad.

Su papel como financiador de las actividades comerciales e industriales y la participación en la construcción del ferrocarril dieron al banco una presencia en la ciudad y contribuyeron a consolidar su reputación, aspecto éste que le permitió superar las crisis del periodo (1848 y 1866) y salir fortalecido de las mismas. Las actividades del Banco durante este periodo estaban circunscritas a un grupo de entre 500 y 700 firmas que operaban con la institución. Ni los billetes circulaban en las operaciones diarias al por menor (se destinaban a saldar operaciones comerciales), ni las cuentas corrientes se extendían más allá de quienes requerían saldar operaciones de compra-venta a través del banco, ni el acceso al crédito iba más allá de un círculo que se movía alrededor de un núcleo pequeño de comerciantes y fabricantes. Pese a estas limitaciones, este embrión de banca favoreció la extensión de los billetes y la modernización de los instrumentos bancarios en la ciudad. Financió la actividad económica (fundamentalmente a través de la financiación del circulante) y estableció pautas de comportamiento y reputacionales en los negocios de la ciudad.

La banca fue creciendo y así nuestros ancestros comenzaron a guardar su dinero en las distintas entidades que a partir de entonces se crearon y poco a poco fueron creciendo hasta nuestros días.

No todo el mundo era partidario de tener sus ahorros en esos bancos pues, había quien prefería tenerlo en su casa como vulgarmente se dice, bajo el colchón o el ladrillo pues no se fiaban de lo que pudiese pasar con su dinero. Hoy en día es impensable el no tener una cuenta de ahorros, una cuenta corriente, un fondo de pensiones o cualquier otro producto de los que nos ofrecen augurándonos unos beneficios que en realidad no son tales.

Mi padre fue comerciante y siempre le escuché hablar del Banco de Vizcaya que era con el que él operaba, incluso desde que nací me abrió una cartilla de ahorros con lo poquito que podía ir metiendo de vez en cuando y en la que yo complementé cuando me puse a trabajar y sirvió para utilizar ese dinero en la casa cuando me casé.

El Banco Internacional de Comercio, era un banco muy familiar en el que trabajaba mi marido, allí todo el mundo se conocía, se hacían fiestas para los niños y el presidente trataba a todos los empleados como si fuesen familiares. Después de muchos años, este señor que era el dueño absoluto de esta entidad, decidió venderlo y ahí todo cambió. Comenzaron las absorciones y ya nada era igual. Ni para los empleados ni para nadie, no era lo mismo el trato que se daba a un cliente que prácticamente le conocías personalmente que a un señor que por mucho dinero que tuviese no lo conocías de nada.

Aún así cuando ibas a hacer un ingreso, a pedir un préstamo, o simplemente a informarte de los productos que podían interesarte, te trataban como a una persona, te hacían sentar en una mesa y el empleado estaba el rato que fuese necesario para darte todas las explicaciones oportunas y tratar de que todo lo que tuvieses lo pusieses en sus manos.

Incluso había veces que era el propio director de la sucursal quien te atendía, no era ninguna cosa excepcional, tenían determinados clientes que era él quien se encargaba de atenderles personalmente. Podías escoger la sucursal que más cerca de tu domicilio o tu trabajo estuviese para no tener que desplazarte, había casi una en cada esquina de diferentes entidades.

Todos tenemos la necesidad de hacer uso de ellos pues antiguamente los recibos del agua, gas, luz etc. Los iba un cobrador a tu domicilio a cobrarlos, ahora eso es impensable, quieras o no tienes que domiciliarlos en cualquier banco. Hemos de tener además una tarjeta de crédito o varias, para manejarnos por la vida, el dinero en efectivo cada vez se circula menos. Te cobran absolutamente por todo, comisiones, por mantener la cuenta abierta, por los pagos que haces y ya ni te cuento si por un casual te quedas en descubierto, ese mes ya no puedes ni comer. Si les da la real gana, te devuelven los recibos que les parece aunque tengas dinero en la cuenta y muy razonablemente, cuando te quejas te dicen “oiga es que tenemos mucho trabajo y además nos estamos fusionando con otro banco”, con el perjuicio que a ti te supone el que te hayan devuelto ese recibo y encima perder una mañana en solucionarlo pues con las colas que se forman, no lo arreglas en diez minutos.

Ahora están cerrando muchísimas sucursales, todo has de hacerlo a través del cajero automático y a las personas mayores que no sabemos hacerlo ni tenemos la obligación de saberlo, nos tratan como a animales, cuando preguntas no les falta más que decirte usted es idiota, a ver si aprende de una vez y no molesta; esto me ha pasado a mí hace muy pocos días. Han reducido el personal de tal forma que vamos a tener que al final hablar con robots. Quizás sean más amables que los pocos que van quedando.

Como no va a aumentar el paro, solamente con todas las oficinas que están cerrando de estas entidades, a la fuerza tiene que aumentar y yo digo y pregunto si a la gente joven la dejan sin trabajo y la población es más anciana y vivimos de las jubilaciones a donde se va a ir este país.

Podría estar horas hablando de este tema y me indigna pues como he conocido desde hace más de cincuenta años como funcionaban y en lo que se han convertido.

 

                                   PILAR MORENO 22 enero 2022

 

 

LOS GUANTES

 


Los guantes son un artículo que en la antigüedad se utilizaba tanto en invierno como en verano, las señoras de bien a cualquier hora iban ataviadas con este complemento, provocaba señorío, daban prestancia a quien los lucía.

Solían ser de encaje, de cabritilla, de la misma tela de los vestidos, incluso de rejilla. En casa de mi madre, los hubo de muchos tipos, los cuales yo despaché a la hora de deshacer la casa, eso ya no se veía por el mundo.

Hay personas para las que son imprescindibles en invierno dicen, que si no los llevan parece que van desnudas y no entran en calor. Yo tengo de varios tipos, pero he de decir que soy incapaz de ponerlos, me resultan tan incómodos, bien es verdad que dicen que gato con guantes no caza, pues yo soy buena gata, de raza y será por eso que no los pongo. Es raro que tenga las manos frías y teniendo bolsillos en los abrigos, los considero innecesarios.

Los únicos guantes que he utilizado bastante y por razones obvias han sido los de jardinero, cuando arreglaba el jardín de mi anterior casa y hoy los sigo utilizando para plantar y arreglar la terraza pues, dado como tengo las manos de alergia o sabe Dios qué no me puedo permitir el hacerlo sin ponerme unos y antes haberme dado bien de crema pues si son fuertes o tienen goma también me perjudican.

Otros que últimamente me pongo son los de fregar y debajo tengo que poner los de algodón, cualquiera que me vea con ellos puestos diría que nunca había fregado un plato, todo se me escurre, se me cae de las manos, en fin, un desastre, por lo que he decidido que aunque estoy yo sola y es una miseria lo que tengo que fregar, meterlo al lavaplatos y si gasta luz y agua pues que le voy a hacer, como dice el refrán “benditos mis bienes que remedian mis males” tampoco va a ser la ruina.

 

                        PILAR MORENO  16 enero 2022