lunes, 29 de abril de 2019

VIUDEDAD




Tus ojos para siempre se cerraron,
a oscuras has dejado mi vida,
todo lo importante te has llevado,
mi universo se ha nublado,
secas las fuentes en que yo bebía
tus labios…, ay tus labios ya no me besan,
tus brazos no me rodean,
tus palabras convertidas en silencio,
un silencio ensordecedor,
estaré loca me pregunto
cuando hablo contigo a solas?
no puedo encontrarte
aunque te busco por todas partes,
cómo he de hallarte si donde fuiste
de ese lugar no se regresa
te echo tanto de menos.

PILAR MORENO 29 abril 2019

A CHON MI QUERIDA AMIGA




       ¿Qué puedo decir yo de ti Chon que no sepa todo el mundo?
       Mujer de carácter afable, simpática, detallista, cumplidora adaptada a los tiempos en que vivimos, te acomodas a cualquier conversación y situación, estando al tanto de toda la actualidad.
       Polifacética donde las haya, podemos hablar de cualquiera de tus actividades y en todas ellas eres un número uno sin lugar a dudas. Tienes una cultura inmensa. Cuando escribes, el léxico que atesoras es de un valor incalculable, y tus textos son de una gran calidad. Si haces teatro, y sin ser profesional, te desenvuelves perfectamente con gran soltura y tus chascarrillos inesperados provocan una gran carcajada en los asistentes. De haberte dedicado profesionalmente a ello, habrías sido una de las grandes de nuestra escena.
       Todo lo que se pueda decir de ti es bueno y de tener en cuenta. Eres un ejemplo de superación para todos. Mujer de gran coraje habiendo sabido salir de todas las dificultades que la vida ha puesto en tu camino.
       No debo extenderme más pues no terminaría nunca y debo dejar espacio para el resto de mis compañeros.
Solo me resta decir el respeto, cariño y admiración que por ti siento. Nunca cambies Chon. Un beso.

                                           PILAR MORENO  



AQUELLOS OJOS NEGROS




Ojos firmes y verdaderos como dice la copla, igual que los de la morena pintados por Julio Romero de Torres, eran los de aquel gitano que locas traía tanto a las mocitas de su raza como a cualquier paya que se le cruzase por el camino.
Aquel gachó, de altura impresionante, musculoso, moreno, pelo negro como el azabache y esos ojos que parecían dos moras, enamoraban a cualquiera que se le antojase. Era intensa su mirada y su conversación cautivaba, parecía el hombre más sensato que hubiese bajo el firmamento.
Se le habían conocido diversos amoríos, pero, como el mismo decía nada serio para él, si las mozas se encandilan peor para ellas, yo tengo las cosas del querer muy claras y el día que me enamore de verdad se lo haré saber a la interesada bien sea paya o gitana igual da pues de hacerla feliz ya me encargaré yo.
Construyeron cerca de su casa, el barrio del Carmelo, unas elegantes torres a las que fue a vivir gente elegante que nada tenía que ver con lo poco que quedaba de Pitis el barrio en el que él se habías criado, claro está entre gente de su raza y muy humilde.
Un día se encontró con una paya que volvía de la universidad, la chica salía de la estación del tren en dirección a su casa. Mateo que así se llamaba nuestro muchacho, siempre andaba merodeando por allí, al verla se dijo para sí, vaya hembra, cosa guapa y sin pensarlo se fue derecho hacia ella.
Buenas tardes te de Dios hermosura.
La chica comenzó a caminar más deprisa de lo habitual.
No corras, paya preciosa que nada he de hacerte, solo he quedado prendado de tu belleza. Dime ¿Cómo te llamas?
la chica siguió cada vez más deprisa sin contestarle siquiera.
No te asustes prenda que no te va a pasar nada.
Tanta velocidad cogió la muchacha en su caminar que sin darse cuenta tropezó con una loseta del suelo que estaba levantada y cayó de bruces saliendo desparramados sus libros. Mateo se apresuró a cogerla y a ayudarle a levantarse, pero al ponerse en pie vio que era imposible caminar ya que tenía su pie doblado. No te preocupes le dijo Mateo, yo te acompaño a donde quieras, pero por favor dime como te llamas.
Ella lo pensó y viendo que no tenía a nadie a quien arrimarse y que el chico en si no parecía mala persona, le dijo bajito me llamo Lola, es decir María Dolores, pero todos me dicen Lola. Pues sea, si es así como quieres que te llame así lo haré.
Para Lola era imposible mantenerse en pie, su tobillo se balanceaba de un lado a otro, estaba muy claro que se le había partido. Lloraba sin parar pues los dolores eran muy grandes.
Mateo recogió del suelo todas las pertenencias de Lola y tomándola en brazos, se dirigió hasta su casa y allí la introdujo en su coche que estaba aparcado muy cerca.
¿Qué haces le preguntó Lola?
Voy a llevarte de inmediato al hospital, está claro que tu pie se ha partido.
En efecto Mateo, la llevó con premura al hospital que estaba muy cerca de donde se encontraban. Al entrar en urgencias le preguntaron que quién era y el contestó soy un amigo suyo.
Mientras se dirigían al hospital en el coche de Mateo, Lola llamó a sus padres y les contó lo sucedido y les explicó que un muchacho la había recogido y la llevaba a urgencias. Cuando llegaron los padres de Lola, ya la estaban atendiendo y solo les dijeron que se encontraba bien pero que de momento no podían verla. Mateo, se dirigió a ellos y les explico lo que había sucedido. Ellos le agradecieron lo que había hecho por su hija y hasta que los médicos salieron a dar noticias estuvieron juntos en la sala de espera.
Había pasado largo rato cuando en una silla de ruedas apareció Lola, escayolada y con cara de haber pasado muchos dolores. El médico les dijo que la habían dado unas pastillas que la harían descansar y las pautas que debían seguir en los próximos días.
Los padres de Lola la introdujeron en su vehículo y se despidieron de Mateo. Este les pidió permiso para poder preguntar por ella e incluso verla. Los padres accedieron pues se dieron cuenta de que era un buen muchacho y había tenido un comportamiento bueno para con su hija.
Todos los días preguntaba por ella y hablaban largo rato por teléfono. Pasados unos cuantos días, los padres de Lola, citaron a Mateo y le dijeron que, si quería verla y dar un paseo con ella, se la bajarían al portal y solo el tendría que empujar la silla de ruedas. Muy entusiasmado Mateo accedió; la condujo a un parque muy cercano y él sentándose en un banco, comenzaron a charlar muy amigablemente. Parecía que se conociesen de toda la vida, se contaron sus vidas, sus inquietudes y eso se fue sucediendo día tras día durante todo el tiempo que duró la enfermedad de Lola.
Una vez que Lola se incorporó a su vida habitual, Mateo iba a buscarla todos los días a la llegada del tren y la acompañaba hasta su casa. Entre ellos fue surgiendo algo más que una amistad. Ellos sabían que podrían tener problemas por ser de razas distintas, pero no les importaba. Se dijeron que su amor superaría cualquier dificultad que pudiese surgir.
Mateo, aunque había vivido durante toda su vida en Pitis, era de una familia que marchaban bien económicamente. Éste le pidió a su padre que le pusiese un negocio, para poder ofrecerle a Lola un bienestar en un futuro. Así lo hicieron, le compraron una nave en un polígono industrial en el cual montaron una ferretería, que esperaban les diesen pingües beneficios.
Lola terminó sus estudios en la universidad y montó una clínica dental que es para lo que había estudiado. Era un negocio que en esos momentos estaba dando muy buenos resultados, sobre todo en un barrio joven como era el del Carmelo en el cual había muchos niños y las ortodoncias eran muy habituales en casi todas las familias.
Pasó un tiempo y ellos seguían tan enamorados como siempre, por lo que decidieron casarse y formar su propia familia. Realmente fueron felices. Antes de la boda, como era natural tanto por parte de los padres de Lola como por los de Mateo, tuvieron sus reticencias en cuanto a que pertenecían a razas distintas y que sus costumbres también eran diferentes, pero viendo tanto amor entre los muchachos, no tuvieron inconveniente en darles la bendición.
En los tiempos que corren, hemos de acostumbrarnos, como ya está pasando, en que las parejas que lleguen al matrimonio sean de diferentes razas y culturas, lo único que hace falta es tener buena disposición y buen corazón y saber adaptarse a las circunstancias que concurren en cada país y saber que hay que poner por las dos partes voluntad y entendimiento. Si las cosas han de salir mal, da igual que se sea de otra raza ú otra condición pues en las de la misma también hay desencuentros.

                                        PILAR MORENO 29 abril 2019



BAJO LA SOMBRA DEL CEREZO



     
          Había amanecido un precioso día de primavera. Juan y Josefina, al levantarse y abrir sus ventanas, observaron aquella mañana que invitaba a salir a la calle. Desayunando, decidieron prepararse y salir de excursión. Pensaron que el mejor lugar para pasar el día sería el “VALLE DEL JERTE”, allí estaban ya florecidos los cerezos, según habían visto por televisión. Nunca habían estado en ese lugar y creyeron que ese lugar sería el idóneo para pasar el fin de semana.
          Tomaron su coche y sin prisa se encaminaron hacia ese bello lugar.
          Cuando llegaron, pudieron observar el maravilloso valle que se extendía ante sus ojos. Nunca hubiesen pensado que aquello podría ser tan precioso. Lo pasearon despacio, recreándose en aquella belleza, pensaban en la cantidad de kilos de cerezas que de aquel lugar podrían salir y que en aquellos pueblitos, era su único medio de vida, además del turismo que para ver su querido valle se acercaban todos los años, por ello, los árboles, eran casi sagrados, no se le permitía a nadie tocarlos pues cualquier daño que sufriesen, suponía perdidas en el final de la campaña y eso no se lo podían permitir.
          Nuestros amigos, a la caída de la tarde, fueron hacia el pueblo y allí se alojaron en un pequeño hostal, limpio y acogedor. Les prepararon una sabrosa cena y pudieron descansar plácidamente en su dormitorio.
          A la mañana siguiente, se levantaron, se arreglaron y salieron de nuevo a recorrer otra parte que el día anterior no habían visitado. Sin prisas como a ellos les gustaba, paseaban admirando todo lo que les rodeaba.
          Ya llevaban casi dos horas caminando, cuando Juan le dijo a Josefina que se encontraba cansado, necesitaba descansar un rato, parecía que las piernas no le sostenían. Ella asustada, le invitó a sentarse en el suelo, debajo de uno de los cerezos. Él así lo hizo y ella se arrodillo a su lado y sacando una cantimplora de su mochila, le dio a beber un poco de agua. Realmente hacía mucho calor para la época en que estaban y el calor a Juan nunca le había ido bien.
          Josefina, se quedó de rodillas junto a su marido, esperando a ver si se le pasaba aquel golpe de calor que ella pensaba era lo que tenía. Él apoyó su cabeza contra el tronco de aquel maravilloso árbol y sin decir palabra, ladeo el cuello con los ojos cerrados. De inmediato, su mujer, comenzó a llamarlo por su nombre y el no respondía. Por más que lo intentaba mover y acariciarle, el no reaccionaba. Ante los gritos que Josefina comenzó a dar, numeroso publico comenzó a arremolinarse junto a ellos. Alguien debió de dar aviso y en poco rato aparecía la policía local y una ambulancia. Comenzaron a practicarle maniobras de reanimación, pero todo fue inútil. Juan había fallecido. Un fortísimo infarto se lo había llevado para siempre.
          Josefina parecía haberse vuelto loca del impacto, le pusieron unos calmantes y la metieron en la ambulancia para que acompañase a su esposo en el último trayecto.
          Que final tan triste para un día que había comenzado con tanta alegría.
Siempre hay que estar preparados, para lo que nos pueda ocurrir y en cualquier lugar, la de la guadaña no pregunta cuando te viene bien que te lleve.

                                        PILAR MORENO 4 abril 2019