En la
pequeña plaza del pueblo, en el café central, ese tan coqueto que tanto les gustaba,
habían quedado como siempre, hacía tiempo que no estaban juntas, que no se veían
por circunstancias y aunque sabían las unas de las otras y se comunicaban a
través de wasaps, les apetecía mucho pasar un rato contándose sus cuitas como
siempre hacían.
Después
de los saludos sin besos, ya que debido a la pandemia eso estaba prohibido;
pidieron al camarero lo que a esa hora les apetecía tomar. Manuela como de
costumbre se pidió un vino blanco de rueda, Lola y Teresa una tónica, no le
gustaba a ninguna el alcohol y Lola apostilló a un comentario de Manuela “No me
quedaba a mí más que tomarme un vino, con lo que en casa he dejado”.
Manuela
le preguntó discretamente a Lola,
¿Tu
marido no está mejor?
Como
va a estar mejor, al contrario, cada vez está peor, hay veces que ya no nos
conoce, tengo un niño en casa de noventa kilos al que hay que hacerlo de todo,
bañarlo, vestirlo ir detrás de él a todos los sitios pues en cualquier momento
te la lía si no lo acompañas hasta el baño. ¿Qué pena! Tantos años juntos y
ahora pedir a Dios que se acuerde de él cuanto antes. Esto no es vida y yo ya
tengo ochenta años, que no puedo con mi cuerpo y encima tengo que cargar con el
de él. Gracias a la chica que tengo, pero aun así todo el peso es mío.
Manuela
pensativa dice: pues yo ahora me voy a meter de obra, con las pocas ganas que
tengo, pero no me queda más remedio. Ha llegado el momento de sustituir las
bañeras por platos de ducha; el mío tampoco está para meterse ya en el baño
pues las piernas le fallan mucho y se cae cada dos por tres, son muchos los
años que vamos teniendo y no nos queda más remedio que poner los remedios y las
comodidades a nuestro alcance para poder seguir estando en nuestra casa. Yo también
tengo ya setenta y cuatro años y se notan un montón, y con lo grande que es la
casa y no tengo ayuda ninguna desde que la chica que tenía se jubiló.
Teresa
que hasta el momento se había limitado a escuchar les dice, por todo eso ya pasé
yo, pero ahora ya no tengo problemas nada más que los míos.
Lola
le dice, es que tu tuviste mucha suerte, que dentro de lo que pasaste, el final
fue rápido y no te dio mucha guerra.
Cierto
es, dice Teresa, pero los cinco días últimos que estuvo en casa, igual que tú
solo que lo tenía que asear y todo en la cama pues no se tenía en pie y los
cinco días restantes fueron en el hospital, pero terminó pronto para su bien y
el mío. Fue mucho sufrimiento el estar esperando que de un momento a otro se
iba, pero guerra física solo fueron esos días.
Claro,
dice Lola, ya te dio bastante guerra durante todo el matrimonio y sobre todo
cuando erais jóvenes. Bastante paciencia tuviste a lo largo de tu vida, con lo
joven que eras.
Manuela
dice yo no me quejo, ahora debido a la enfermedad es cuando está de peor humor
y maniático, pero que le vamos a hacer, es lo que hay y ya no se puede remediar,
solo llevarlo con la mayor dignidad posible y ayudarle hasta el final.
Si
dignidad tuve yo mucha dice Teresa, pero se fue en el peor momento, cuando
mejor nos llevábamos, Cuando ya yo había adicciones, cuando mejor se portaba conmigo,
es por eso por lo que ahora es cuando lo hecho de menos, pues cuando éramos jóvenes
y viajaba tanto, en muchas ocasiones pensé en que si no volviese sería un
alivio. Me quedaría con mis hijos, buena pensión y un buen seguro. Luego cuando
lo veía volver, pensaba que era una burra y que sus hijos no se merecían
quedarse sin padre ya que para ellos era un excelente padre.
Lola
tu tuviste un matrimonio feliz, fue un buen hombre, de un carácter afable, muy
familiar, no te privó de nada y encima tenía tierras ¿Qué más podías pedir?
Manuela
no se quejaba de nada, siempre había tenido a su esposo subido en un pedestal y
ella tan enamorada seguía de él que era incapaz de ver los defectos que desde
fuera se le veían.
Fue
una conversación interesante y de vivencias reales, más de pronto Teresa dijo:
¿Bueno a que hemos venido a
contar penas, me niego a seguir con este tema? Chicas lo que nos quede por
vivir, vivámoslo en paz y armonía, con alegría y teniendo siempre en cuenta que
cada día nos queda menos, aunque yo soy la más joven, la vida no es eterna y
pienso vivirla lo mejor que pueda el tiempo que pueda. Dentro de todo lo que a
lo largo de lo vivido he pasado, creo que he sabido darme buenos ratos a mi
manera y ciertos caprichos, lo que pienso seguir haciendo, dentro de lo que
pueda. Ahora que él no está no tengo que dar cuentas a nadie como dice uno de
mis hijos y así es, pues realmente ellos no me las piden y tampoco tengo porque
dárselas puesto que en realidad ellos, salvo que sea una cosa grave pasan totalmente
de mí, tienen sus vidas y como todos los hijos las viven con sus familias y he
llegado a la conclusión de que la mayoría de las veces tú, estorbas.
Antes
de despedirnos, brindemos por nosotras que en realidad hemos sido el sostén de
la familia y algún día en su fuero interno analizarán lo que hemos hecho y lo
valorarán.
PILAR
MORENO 8 julio 2020