El tiempo de rebajas, es bonito
para pasar una buena mañana o tarde, pero, yo realmente es raro que encuentre
gangas. Puede que algún año haya encontrado alguna cosa barata pero tanto como
ganga pues no.
Cierto es que el pasado verano ya
a finales, encontré cosas para los nietos que, si estaban muy rebajadas, pero
pienso que no se había vendido todo lo que esperaban y para quitárselo de
encima estaba sumamente rebajado.
Hay personas que siempre
encuentran gangas y gangas, después te enseñan las compras y te quedas
boquiabierta, pensando que tu eres tonta o inútil y no sabes buscar. Para mi
revolver en los montones o mostradores donde hay ropa de cualquier tipo sin
colocar, me es muy difícil encontrar algo.
Hace ya muchos años, tenía una
amiga que se vestía siempre en las rebajas y siempre iba a la última moda.
Siempre era todo baratísimo lo que compraba y a mí me tenía alucinada.
En una ocasión me invitó a ir con
ella de compras en las rebajas de enero, existía todavía Galerías Preciados,
íbamos muy contentas y yo pensaba que al ir con ella encontraría gangas, que me
enseñaría el arte de comprar barato.
Realmente si que me enseñó su
arte. Un arte que a mi no me sirvió para nada y que realmente hizo que no volviese
a salir con ella. Consistía en ir buscando las prendas que le gustaban, con
mucho cuidado, se las probaba y después tenía mucho arte para en los
mostradores y cambiar las etiquetas de prendas baratas por las que ella había
escogido que eran muy caras. Eso lo hacía con ropa con calzado o con cualquier
cosa.
Me pareció una cosa tan sumamente
horrible y peligrosa que cuando vi lo que hacía, me separé de ella y me fui por
otro lado. Cuando salimos de allí le afee lo que había hecho y que yo no
volvería a salir de compras con ella. Solo pensar en la vergüenza que hubiese
pasado si le llegan a pillar y me hubiesen asociado con lo que ella hacía.
Así deduje lo que había pasado
con anterioridad, pues teníamos realmente una buena amistad o eso creía yo. Salíamos
bastantes veces en realidad, tanto de compras como los matrimonios. Bien es
verdad que cuando llegaba la hora de pagar lo consumido, siempre se hacían los
remolones y como mi marido era de mano suelta, siempre le tocaba pagar.
En una ocasión la llevé conmigo
al economato de banca en donde yo había comprado unos muebles y ella me pidió
que la llevase. Se enamoró de un mueble para su salón, lo midió, lo pensó y
subió a casa a decirme que, si no me importaba, le firmase unas letras para
pagarlo pues ella al no ser de banca no lo podía hacer.
Piqué el anzuelo y la llevé,
compró el mueble y yo lo iba pagando según iban llegando las letras. Yo las
pagaba, pero cobrárselas no era tan sencillo, Ya no nos veíamos tan a menudo,
tenía que bajar a su casa a pedirle el dinero y siempre tenía alguna disculpa
para retrasar el pago. No quiero ni contar los disgustos que tuve con mi marido
y las veces que me llamó tonta por haber firmado las letras. Juré no volver a
hacerlo con nadie, pero ya no había remedio.
Había que ver lo que estas
personas presumían, el marido era un obrero en una fábrica de hierro, pero
cuando llegaba de trabajar, parecía que lo habías dejado el chofer a la puerta
de la casa. Ella era la mejor vestida del barrio y su casa la mejor amueblada.
Si no llego a salir aquel día de
rebajas con ella, nunca hubiese supuesto lo que hacía para mantener aquella
situación tan ficticia.
Por eso si salgo a comprar algo y
lo encuentro rebajado lo compro y si no está rebajado, si puedo lo adquiero y
si no me aguanto sin ello.
De todas las situaciones se
aprende.
PILAR
MORENO 17 diciembre 2021