martes, 4 de junio de 2013

¿ESTÁ LA VERDAD VENDIDA?




Hacía muchos años que el abuelo había fallecido, lo había idolatrado desde su más tierna infancia. Con ella fue tierno, cariñoso. Todos los juegos posibles los aprendió de él. Montaban juntos en bicicleta y hasta cuando tuvo una edad prudencial para saber lo que hacía, le enseñó a conducir aunque no era tiempo todavía de obtener el carnet.
Marcela que así se llamaba, fue la primera nieta, los demás fueron varones y con ella se había vuelto loco, la luna que le pidiese, haría todos los posibles por conseguírsela. Era un General de infantería ya retirado y por eso pudo dedicar todo su tiempo a su niña como él la decía.
Una vez fallecido el abuelo, los padres de Marcela, nunca hicieron comentarios ni hablaban de las hazañas del mismo durante sus años de militar. Él nunca habló de esos tiempos y los demás parecían respetar su silencio, como si esos años en los que prestó servicio a la Patria, nunca hubiesen existido. Solamente le recordaban todos como retirado y haciendo que sus nietos en especial ella, hubiesen sido felices dedicándoles el resto de su existencia.
Pasaron los años y los padres de Marcela también desaparecieron. Entonces ella que era la mayor, se hizo cargo de las pertenencias de sus antepasados. Quiso  poner al día todas las cosas que en aquella casa había.  Comenzó por abrir cajones y baúles que hasta entonces nunca se hubiese atrevido a hacer. Siempre allí se respiraba un poco la disciplina militar y no se les hubiese ocurrido nunca desobedecer una orden dada. Fue entonces, cuando encontró dentro de un baúl que había pertenecido a su abuela, una caja de cartón, muy bien atada con una cinta de seda. La abrió sin dudar y en ella se encontraban un sinfín de cartas dirigidas a ella. Se puso a leerlas una por una, muy bien colocadas estaban por fechas y años. Cuál fue su sorpresa, al ver el contenido de las mismas. En primer lugar se dirigía a su destinataria, con un inmenso amor y unas palabras tan dulces y refinadas que, hasta le hicieron ruborizarse por estar leyendo cosas tan privadas pero, la curiosidad le podía más, sabía del amor que sus abuelos se habían profesado hasta que la muerte los separó.
Al mismo tiempo fue leyendo todo lo que el abuelo le contaba sobre la contienda y los avatares que en la misma sucedían. De cómo iban haciendo prisioneros a los judíos, casa por casa, campo por campo. De las persecuciones a los que les sometían, así como de los tormentos que les hacían sufrir. No eran dignos de vivir y había que exterminarlos como a bestias. También le contaba los pasos se seguían en la construcción de los barracones en donde  esos prisioneros serían asfixiados con gas. Sus ojos humedecidos por las lágrimas, no daban crédito a lo que estaban leyendo.
Leyó sin parar hasta la última de las cartas, al tiempo que las iba colocando de la misma forma en que las había encontrado ¿Cuánto horror? ¿El abuelo al que ella adoraba podría haber cometido todas esas atrocidades? Ahora se daba cuenta del silencio que siempre se mantuvo sobre la carrera militar del abuelo. Nunca supo ella que aquel hombre venerado, había sido un lugarteniente de Hitler. ¿Cómo imaginarlo?
Ahora llegaba a la conclusión de por qué provenían de Alemania. Nunca nadie les explicó su procedencia. Después de mucho pensar, decidió enseñarles a sus hermanos las cartas encontradas. Ninguno podía creerlo igual que le había pasado a ella, pero tampoco sabían qué hacer con ellas. Su mente muy clara, al cabo de un tiempo resolvió que debía hacerlas públicas. No era cuestión de lo que valían como documento histórico. Era realmente desenmascarar a aquel hombre al que todos habían adorado y el que a todos había tenido engañados.

 
PILAR MORENO 30-5-2013

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