miércoles, 28 de junio de 2023

UN CADÁVER EN LA LAGUNA

        Javier, un empleado de banca, gran aficionado a la montaña, todos los fines de semana subía hasta la laguna grande de Peñalara. Era una de sus rutas favoritas, sobre todo en primavera, cuando comenzaba el deshielo y comenzaba a verse salir la hierba que adornaba los alrededores.

       La laguna grande se encuentra a 2050 metros de altitud en la sierra de Guadarrama, dentro del parque nacional del mismo nombre.

       A Javier, le gustaba dejar su coche aparcado en el puerto de Cotos y desde ahí comenzar el ascenso hasta llegar a la Laguna. Era un camino sumamente conocido para él. Antes de subir compraba siempre un bocadillo de pepito de ternera en casa Marcelino; con eso y un poco de fruta pasaba el día hasta que ya bien entrada la tarde emprendía el camino de regreso a casa. Solía dar la vuelta a toda la laguna recreándose en cada cosa que a su parecer era nueva para él, aunque para el resto de los mortales, el campo siempre era campo y la laguna siempre era la misma.

       Aquel sábado, ya muy cercano al verano, como los días eran más largos, se le alargó la jornada y de vuelta, tomó el camino de la Cuerda Larga, que conduce hasta el Circo de Peñalara desde donde se puede subir hasta la cima de Madrid.

       Siempre iba bien preparado, su teléfono móvil, su linterna, una navaja, etc.… todo por si era necesario utilizarlo en cualquier ocasión que se le pudiese presentar. Había estirado demasiado el tiempo y se le hizo de noche, cosa que no le importaba al conocer también el terreno que pisaba. Su novia no esperaba que regresase pronto, ella trabajaba hasta tarde y sabía dónde él se encontraba. Cuando llegase a casa, se pegaría una ducha y comenzaría a preparar la cena para cuando ella llegase.

       Según iba descendiendo, entre la arboleda, le pareció ver un fardo tirado que le llamó la atención. Era un sitio que siempre se conservaba bastante limpio y aquello le pareció extraño. Despacio y con mucha precaución, se fue acercando hasta el bulto, para cerciorarse de lo que era. Cuál fue su sorpresa, al ver que se trataba de un hombre, como de unos cincuenta años, que estaba tirado en el suelo. Se acercó con cierto recelo y observó que al tomarle el pulso no respondía. Estaba muerto.

Iba bien preparado, parecía estar acostumbrado a pasear por aquellos lares, pero, que podría haberle pasado. Sin más, llamó a la guardia civil de montaña para que acudiesen al lugar donde él les daba la ubicación. No tardaron mucho en llegar, ya que el lugar no era desconocido para los agentes y pudieron comprobar que, en efecto, aquel hombre era cadáver.

Comenzaron las preguntas a Javier y él contestaba sin problemas. No le conocía de nada. No lo había visto nunca por la zona. Muchos de los paseantes por aquellos lugares, coincidían y se saludaban, pero, este hombre era un total desconocido para él. Los agentes decidieron en breve retirar el cuerpo para llevarlo al anatómico forense, pero Javier hubo de acompañarlos a declarar en comisaría, lo único que sabía que, cuando encontró el cuerpo ya estaba muerto.

No había señales de violencia aparentes. Podría haberle afectado el mal de altura, o tal vez un maldito infarto lo habría sorprendido, sin darle tiempo a pedir auxilio a nadie. Dada la hora que era ya, no debía haber pasado mucha gente por aquel lugar y mucho tiempo no se sabe si llevaría allí tirado, pues cuando Javier le tomó el pulso, su cuello aún estaba templado. Pobre hombre se dijo, que mala pasada le ha jugado la vida, quedar muerto en un lugar solitario y sin haber podido pedir ayuda. Llevaba encima todas sus pertenencias, documentación, teléfono móvil, lo que indica que no le dio tiempo a nada. Tampoco debía haber tenido un mal encuentro con alguien, no parecía haber señales de pelea o atraco.

Ya en comisaría se enteró de que estaba casado, Fermín González se llamaba el finado y según sus documentos tenía 52 años. Estaba casado con Elvira Suarez y Javier tuvo que esperar a que se personase la viuda ante los agentes, una vez que le dio sus condolencias, le contó cómo había sucedido todo. La mujer entre sollozos, le dio las gracias por haber intentado socorrerlo, aunque desgraciadamente nada había podido hacer por él.

Javier en ese momento ya pudo despedirse y marcharse a su casa, eso sí con la condición de que estaría dispuesto para cuando las autoridades lo necesitasen, si tuviese que declarar otra vez. Había sido un día fantástico el que había pasado en la laguna, pero el final de este había sido trágico con el encuentro de aquel cadáver, nunca hubiese pensado que, algo así le sucedería en la vida.

Cuando llegó a su casa, Silvia su novia ya había llegado y se quedó muy extrañada al ver que Javier no había llegado todavía, iba a telefonearle, cuando sintió que metía la llave en la puerta.

— ¿Mi vida como has tardado tanto? – estaba preocupada al llegar a casa y no verte, pensé que algo te había pasado.

— Pues, aunque no lo creas, si me ha pasado algo, muy desagradable, por cierto.

— Cuando había emprendido el camino de regreso, me encontré con un hombre muerto.

—Como puede ser, ¿Dónde estaba? Qué horror.

— Si a ti te parece un horror, fíjate como me he sentido yo, cuando lo he encontrado. Parecía un bulto grande, algo abandonado entre la arboleda.  

— He tenido que acompañar a las autoridades para declarar en comisaría, lo que había sucedido y como, después ha llegado la viuda y después de darle el pésame, he tenido que relatarle como había sido el hallazgo de su esposo.

— Pobre mujer, estaría deshecha; encontrarte de golpe con una noticia así, debe de ser horrible.

—Si lloraba, pero lo que más me ha extrañado era, que no hacía más que preguntar, si lo tenían que hacer la autopsia. Qué necesidad habría si ya estaba muerto –

— Los agentes le han preguntado si el pobre Serafín, padecía alguna enfermedad, ella ha respondido que solo el médico le había recomendado ser más comedido con la alimentación. Comía en demasía y un día podría tener un disgusto.

—Podría haber sido eso lo que le había pasado, también era muy aficionado a tomar toda clase de hiervas, unas conocidas otras no tanto.

—Siguieron haciéndole las preguntas pertinentes, pero yo ya he abandonado aquel lugar desagradable y frío a su vez.                  -------------------------

 

A la mañana siguiente, se presentó en el anatómico forense, un joven preguntando por Fermín González, el agente le preguntó como era natural, quien estaba interesado en ese cadáver.

—Soy su hijo—

—Su esposa nos dijo que no tenían descendencia—

—Así es, con Elvira nunca ha tenido hijos—

—Yo soy producto de una relación que mi padre tuvo con mi madre, siendo muy jóvenes—

—Me llamo Andrés González, fui reconocido en su día por mi padre, pero, después no quiso saber nada ni de mi madre ni de mí. Fui criado por mi madre y mis abuelos y a mi padre lo volví a ver en contadas ocasiones. Cuando se casó con Elvira, me invitó a la boda, pero dada la poca relación que había entre nosotros, decliné la invitación—

—¿Cómo se ha enterado usted de su fallecimiento? ¿Se lo ha comunicado su viuda? —

—No señor, lo he leído en la prensa matinal—

—Le ha extrañado a usted su fallecimiento—

—Yo no tenía ni idea de si estaba enfermo o no, solo sabía por algún amigo, que era muy aficionado a subir a la sierra y dar grandes caminatas—

—¿Qué amigo es ese, nos lo puede decir? —

—Si claro, un compañero de trabajo de mi padre con el que yo mantengo amistad pues, yo trabajo en la misma empresa, aunque en negociados diferentes y por eso no coincidíamos para nada. Por este amigo, también sé, que con Elvira no le iba muy bien en su matrimonio, es una mujer extraña, lo había alejado de la familia y de todo el que no estuviese de acuerdo con ella, que era casi todo el mundo—

—En que sentido dice usted que es extraña—

—En lo que se dice de Elvira yo realmente, nunca he hablado con ella, desde que se conocieron, vetó a mi padre su contacto conmigo y él aceptó sus normas—

—Dicen que, de soltera, había trabajado en residencias de ancianos, de las cuales había sido despedida, aunque no denunciada, pues al parecer a los pobres viejitos les daba más medicación de la debida, sobre todo por las noches, para que no se quejasen y la dejasen dormir o al menos estar tranquila. —

—¿Murió alguien por su culpa? —

—Que yo sepa no—

—¿Alguien investigó esos sucesos? —

—Que yo tenga conocimiento no—

—Está bien, todavía no puede usted ver el cadáver de su padre ya que se le está practicando la autopsia, pero, en cuanto sea posible podrá pasar y ratificará si en efecto es su padre el fallecido.

—De acuerdo, esperaré en la sala hasta que me llamen a tal efecto. Lo único, no quiero es estar junto a la viuda, si fuese posible esperar en otro sitio, lo agradecería, Nunca hablé con ella y quisiera que continuase siendo así. —

—No se preocupe, anoche, cuando se le dijo que era imprescindible hacerle la autopsia, se marchó y no ha vuelto. Si volviese, le haríamos pasar a otro sitio para que no tuviese que encontrarse con usted. —

—De todas formas, tendremos que interrogarle de nuevo. Habrá que hacerlo con arreglo al resultado que nos dé el análisis de los forenses.

Andrés, decidió marcharse a su casa y volver por la tarde pensando que ya estaría el resultado de la autopsia y podría reconocer a su padre. No fue así, los agentes le dijeron que estaba siendo muy complicada la autopsia y tardarían bastante en terminarla. Debían hacer muchas analíticas de sus órganos pues, no estaba nada claro lo que podía haberle pasado. Ellos lo avisarían cuando pudiese ver el cuerpo. Aquel lugar era muy desagradable para continuar esperando allí y podría el tiempo demorarse en muchas horas. No le dejarían verlo hasta que las cosas estuviesen claras.

       Debido a lo que Andrés había relatado a los agentes respecto a Elvira y su pasado, estos, se personaron en su casa y la condujeron de nuevo para declarar. Debían investigar aquello que hacía tiempo había sucedido en la residencia de ancianos, aunque no la hubiesen denunciado.

       También buscaron a los propietarios de la residencia para tomarles declaración por aquellos hechos y pedirles explicaciones de porque no habían denunciado. Eran hechos muy graves y debieran haberlo hecho, salvo que ellos estuviesen de acuerdo con lo que Elvira hacía a sus espaldas y por eso fue encubierta. En ese caso ellos también serían culpables, por permitir esa mala praxis en su negocio. Podía haberle costado la vida a alguno de los residentes.

       Se personaron en comisaría y al enterarse de lo sucedido, pidieron disculpas por aquellos hechos diciendo que ellos se habían enterado de lo sucedido, mucho tiempo después de haber despedido a Elvira. Ellos vivían fuera de Madrid y tenían otras residencias fuera de la capital, por lo que en cada lugar tenían un administrador que era el que llevaba el negocio y se encargaba de todo lo referido al personal, intendencia, médicos, servicio de limpieza, en definitiva, era el regente de aquel lugar. En cada, es decir en cada residencia había un administrador diferente, con domicilio y familia en el lugar donde se encontrase el negocio.

       Nunca habían tenido queja de ninguno de ellos y tampoco de este que nos ocupa. Había tomado la decisión de despedir a Elvira habiendo pasado muy poco tiempo de los hechos, habiendo sido informado por una de sus auxiliares y puso remedio antes de que las cosas fuesen a mayores.

       Elvira había entrado a sustituir a una enfermera que estaba de baja y parecía que entendía bastante de medicina y de cuidados de ancianos, por lo que fue contratada temporalmente. Era tan poco el tiempo que llevaba allí, que no hizo falta ni darle el finiquito. Lo mejor era deshacerse de ella antes de que las cosas fuesen a mayores, una persona que es capaz de hacer eso puede llegar a cometer algún crimen.

       Después de la declaración de estos señores, siguieron pidiendo informes e investigando la procedencia de esta mujer, donde había trabajado con anterioridad a la residencia, donde vivía, etc.

       Cuando conoció a Fermín hacía muy poco tiempo de lo de la residencia. Supo camelarlo enseguida y casarse con él. No eran ningunos niños ya que los dos habían cumplido más de los 45 años y Fermín no quería llegar a mayor solo, sin nadie a su lado.

       La Guardia Civil, siguió investigando, sobre todo después de que los primeros análisis de la autopsia de Fermín diesen indicios de envenenamiento. Lograron descubrir, que Elvira había vivido con anterioridad a su matrimonio, en unas casitas bajas del barrio de la estación de Collado Villalba, allí había sido una vecina ejemplar, amiga de favorecer a sus vecinos, ayudar en todo lo que podía.

       Tenía un vecino que, por un accidente, se había quedado en una silla de ruedas, una pena pues era óptico y tenía un negocio bastante prospero, pero debido a su invalidez, la esposa lo abandonó, llevándose con ella a las dos hijas del matrimonio. Él, aunque invalido, no era tonto y sabía que desde su accidente su mujer tenía un amante que mientras él estaba en la óptica ellos se acostaban en su propia cama. Cuando lo descubrió y puso el grito en el cielo, la mujer se marchó de casa dejándole solo. Fue entonces cuando Elvira que vivía al lado, le propuso hacerle la limpieza y acompañarlo en lo que pudiese.

       Una mañana, un hombre que paseaba junto a la laguna del Carrizal, vio flotando una silla de ruedas y avisó rápidamente a las autoridades. Que sorpresa se llevó todo el mundo al ver que, atado a la silla de ruedas, estaba el cuerpo del pobre óptico. Todos pensaron que se había suicidado debido a su soledad, después del abandono de su mujer y sus hijas a las que ella no permitía ver. Elvira tenía una buena coartada, esa noche había salido con otra vecina a pasear y por supuesto que nadie sospechó de ella. Con anterioridad a acompañarlo hasta la laguna, y empujarlo hasta que se ahogase, ya se había encargado de limpiar todo lo que había en la caja fuerte, sin dejar el menor rastro.

       Este hombre solía salir por las noches a dar un paseo en su silla de ruedas ya que, por el día su trabajo se lo impedía y además se había vuelto muy huraño, no quería que nadie lo viese y se apiadase de él, no quería dar lastima por eso, cuando el tiempo era bueno y se lo permitía, solía darse un paseo ya bastante tarde. Es por eso por lo que a nadie le extrañó lo sucedido pues, sabían los que le conocían bien lo desesperado que estaba.

       Antes de este suceso, Elvira había vivido en un pueblecito de la provincia de Palencia, Perapertú se llamaba, en el que había muy pocos vecinos, no llegaban a la docena, entre ellos había tres hermanos en un caserón heredado de sus ancestros, uno de ellos era retrasado de mente desde su nacimiento. Los otros dos, un hombre y una mujer ya muy mayores, no se trataban casi con nadie de la vecindad, eran muy toscos y solo la mujer salía cuando llegaba el panadero, el pescadero o el de la carne a comprar, pero procuraba salir cuando ya las vecinas habían terminado de comprar. Los vendedores que ya sabían cómo eran, antes de marcharse, les tocaban en la aldaba de la puerta y entonces ella salía y adquiría lo que necesitase.

       Ellos cuidaban de sus animales, tenían varias vacas estabuladas y solo las dejaban salir a la parte de atrás de su finca para que comiesen el pasto, pero, no las llevaban al monte como hacían el resto de los vecinos. Sus cerdos, sus gallinas, algún conejo, animales que les servían de alimento. También en otra parte de la finca en donde tenían un huerto en el que sembraban de todo y para ellos era su sustento.

       Nunca se les vio trabajar fuera de su casa, pero todo el mundo sabía que tanto sus abuelos como sus padres habían hecho fortuna y ellos no necesitaron salir de su casa nunca para ganar un jornal. Como se habían hecho ya tan mayores, el sacerdote que iba los domingos a decir la misa, después de mucho luchar y llamar a su puerta para que le abriesen y poder hablar con ellos, les proporcionó a través de los servicios sociales, que una persona fuese para ayudarles en la limpieza tanto de la casa como de ellos mismos pues, estaban muy abandonados. Iban casi vestidos con harapos y muy sucios. Pablo que era el deficiente, se sabía como estaba y no se le podía pedir más, pero, los otros dos tampoco estaban muy cuerdos.

       Un día apareció el páter con una señora, joven para que la abriesen la puerta y la recibieron con cierto agrado. Como las distancias eran muy largas y no disponían de coche alguno, tampoco Elvira, accedieron a que se quedase interna con ellos. Solo salía los domingos, se iba carretera adelante dando un paseo, unas veces hasta San Cebrián y otras por el otro lado hacia Barruelo, volvía pronto para prepararles la cena pues, Catalina ya no era capaz ni de cocinar.

       Un día cuando se levantaron, Catalina tardaba en salir de la habitación y cuando Elvira toco a la puerta y no le contestaba, abrió para ver que pasaba y se la encontró muerta. A nadie le extrañó pues era muy mayor y tenía muchos achaques, aunque no consentía que ningún galeno la visitase. Fue enterrada en el cementerio del pueblo que se encontraba a las afueras.

       Al poco tiempo, Pablo el deficiente, también murió, todos decían que era de pena por haber perdido a Catalina que había sido como su madre desde que nació. José que era el más joven, iba resistiendo con los cuidados de Elvira. Un día consiguió sacarlo a dar un paseo, decía que tenía que tomar un poco de aire fresco, no podía estar siempre encerrado en aquel caserón ahora que sus hermanos ya no estaban. Con artimañas, lo encaminó hasta el cementerio para que visitase la tumba de sus hermanos y se quedase tranquilo. El camposanto estaba a las afueras del pueblo en un alto rodeado de rocas, pequeñas, pero peñascos, al fin y al cabo. Cuando ya estaba anocheciendo cuando Elvira apareció muy sofocada en el pueblo pidiendo auxilio pues José se había tropezado debido a su torpeza y se había golpeado con una de aquellas piedras. Por más que lo llamaba e intentaba levantarlo, no le contestaba, pensaba que podría haber muerto.

       Los vecinos acudieron a su llamada y al llegar al lugar, comprobaron que efectivamente José había fallecido. A nadie le insólito, debido a la edad que tenía y la torpeza de sus miembros para moverse. Elvira lloraba como una desconsolada, diciendo que donde iba a ir ella ahora. Nunca había dado motivos para que nadie sospechase de su persona, se la veía atenta y solícita con ellos y dada la edad que tenían los tres eran muertes naturales sin duda alguna. Como estos pobres no tenían familiares cercanos, cuando Elvira se marcho de aquel pueblito, dejó bien limpia la casa. Había dado con el zulo en la cuadra, donde los hermanos tenían escondido todo lo que les quedaba de la herencia, que en aquel tiempo era más de diez millones de pesetas.

       La guardia civil, fue siguiendo todos estos pasos, ya que la autopsia del pobre Fermín había dado como resultado que había sido envenenado poco a poco. Les costó mucho adivinar, que había empleado Elvira para que no se notase nada, ninguna molestia, ni malestar alguno. Como era tan aficionado a las hiervas, ella todos los días le preparaba una infusión con una mezcla de manzanilla, tila, poleo y te verde que el decía que estaba buenísima muy dulcecita. En aquella pócima ella le ponía su pizca de mortífero, por lo que tardó más de un año en hacerle el efecto deseado.

       Era una mujer a la que le gustaba mucho el dinero y para obtenerlo, no dudaba en hacer cualquier cosa, incluso matar como había venido haciendo.

       El pobre Andrés hijo del finado Fermín, tuvo que dar sepultura a su padre, con la pena de apenas haberlo conocido y sabiendo que había sido asesinado por la mujer con la que vivía, que era su esposa y la culpable de que no hubiesen podido tener un acercamiento, entre padre e hijo, cuando este ya era un hombre.

       También fue muy desagradable para él, saber que su padre había vivido con una asesina en serie, que se iba cargando a todo el que se le ponía por medio para enriquecerse.

       Cuando fue detenida, no le quedó más remedio que confesar todos los crímenes que había cometido, por ello tuvieron que exhumar los cadáveres de los tres hermanos de Perapertú, así como el del pobre óptico de Villalba, este último se sabía que lo había empujado a la laguna y al ir atado a su silla, le fue imposible poder moverse, ni poder sacar la cabeza del agua para gritar pidiendo auxilio. Una muerte cruel pues, ella sabía que no tendría salvación alguna, ya que ala hora que lo hizo era imposible que nadie pasase por allí y poder socorrerle.

       Los tres hermanos de Perapertú, fueron asesinados de distintas formas, José ya sabemos que lo llevó al cementerio y lo despeño hasta verlo muerto, Pablo el deficiente, fue aumentando cada día un poco más las medicinas que tomaba y que él no era consciente de lo que le daba y Catalina, la fue envenenando como a su esposo, poco a poco, día a día, hasta conseguir su objetivo.

       De Fermín, había ido sacando dinero de la cuenta corriente y poniendo otra solo a su nombre para que, en el momento del óbito, traspasar lo que quedase en ella. Era una cuenta que aún estando a nombre de los dos, solo la manejaba ella, era donde le ingresaban la pensión y era ella la que la manejaba para los gastos de la casa, de comida y todo lo demás. De la cuenta de ahorros no habría problemas como eran matrimonio, todo lo que quedase sería suyo. Esa cuenta era la que el controlaba, pues siempre decía que había que tener un dinero que nunca se tocase, solamente si había alguna emergencia.

 

                     PILAR MORENO 21 junio 2023

 

      

      

      

 

 

 

 

 

 

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