sábado, 12 de abril de 2014

AQUEL SALÓN CON SONIDO

Petra se había enamorado de él nada más verlo. Sabía que en ese momento no podía hacer nada pues era domingo y no era él día más apropiado, tenía prisa por llegar a casa, solo había salido a hacer unas comprar de última hora para agasajar a la familia que venía a celebrar el cumpleaños de su esposo. Durante la comida hablaron de muchas cosas entre ellas de lo que a ella le gustaría tener un reloj de pared en su salón, era muy amplio y cuando no había nadie, era muy silencioso. Había diferentes opiniones, a unos les gustaba colgado, a otros de pie, otros decían que de consola era muy elegante, cada uno expresaba lo que sentía e incluso en algunos de los parientes llegó a ver entre líneas como si se estuviesen mofando un poco de ella. No entendía por qué pues no era ningún capricho extraño, en muchas casas aún sin ser de alto standing los había. Podría ser incluso una compañía para cuando Adolfo su esposo estaba de viaje, el sonido del tic-tac parecería que allí tenía su corazón latiendo y cada vez que sonasen las horas, sabría que quedaba una menos para su regreso. Adolfo no dijo nada al respecto, parecía no dar importancia a lo que Petra estaba comentando, lo tomó como un comentario más de las cosas que le gustaría tener, pero de las que luego se olvidaba y no volvía a mencionar. El lunes cuando su marido se fue de viaje, Petra se fue corriendo a la relojería, entró y pidió al dependiente le mostrase ese reloj que había colgado en el escaparate y que nunca antes había visto allí expuesto. El muchacho así lo hizo, le mostró el reloj, dijo el precio y Petra lo aceptó pagándolo en el acto. Lo único que debía de hacer el empleado era llevárselo a casa y colgarlo en la pared que ella había escogido. ¡Qué bonito era! estaba encantada, se pasó toda la semana mirándolo, pues cada vez le hacía más gracia el ver salir al pajarito cuando daba los cuartos y al dar las horas unos diminutos bailarines danzaban tocando con sus trompetas una alegre melodía. Cuando Adolfo regresó el viernes por la tarde, ella no le dijo nada de su adquisición, pero al rato de estar en casa le preguntó ¿Qué es ese pájaro que suena en el salón? Entonces ella emocionada le preguntó, ¿te gusta, a que es bonito el sonido? ¿No habrás traído un animal a casa, sabes que no lo soporto? No cariño, no es de verdad, ven y lo verás. ¿Pero… que has hecho? Era cierto que querías un reloj de pared, con lo que sabes que me molestan los ruidos. Bueno pero este es diferente, espera a que de la hora y verás que belleza, que elegancia, en los cuartos es un poco soso el pajarito, pero en las horas ya verás, ya verás. De pronto, mientras Petra trataba de convencerlo, dio la hora en punto y Adolfo sin más le dijo: Ya puedes descolgar ese trasto y que yo no lo oiga, me ponen de los nervios estos aparatos, encima con esa estridente música, no quiero verlo más. Pues no pienso hacerlo, es la ilusión de mi vida tener uno desde que era jovencita y al fin lo he conseguido. Dio media vuelta y se fue a la cocina a preparar la cena. Cuando tocó la siguiente hora, Petra escuchó un tremendo ruido en el salón, fue corriendo y cuál fue su sorpresa al ver que Adolfo, había tirado una de sus botas contra el reloj. Pero… ¿Qué has hecho? mi reloj, ay mi reloj. Adolfo entonces contestó muy seriamente, pues ya lo ves querida he salido de caza y he matado un pájaro y de paso a la orquesta para que no toquen en su funeral. PILAR MORENO

No hay comentarios:

Publicar un comentario