martes, 27 de mayo de 2014
DE MADERA BLANDA
Hace unos cuantos años, ya lejanos, había un leñador cuyo trabajo consistía en talar pinos. Se ubicaba su labor en la sierra de los Picos de Urbión a más de 2000 metros de altitud. Gustaba de una vez talado el pino correspondiente, guardar una rodaja del tronco, unas veces más gruesa y otras más fina, para en sus ratos libres tallar figuras de madera. La madera de pino, es blanda y por lo tanto manejable para su gran entretenimiento.
Tenía bastantes figuras creadas de diferentes tamaños y modelos, pero de pronto se le vino a la mente realizar una familia al completo. Se encontraba en el valle del Revinuesa, muy cerca de la Laguna Negra, la cual se sitúa en un impresionante glaciar y rodeada de pinos centenarios. Esta laguna, oscura, fascinante y enigmática, envuelta en leyendas, forma uno de los parajes más bellos de la provincia de Soria. Según cuentan las leyendas, la Laguna Negra, no tiene fondo y se dice que se comunica con el mar, mediante cuevas y corrientes subterráneas.
Tal y como había pensado, comenzó a formar la imagen de un hombre, con las vestimentas de muy atrás, después continuó con la de la esposa. Estaba contento de cómo iba quedando su trabajo. Por eso continuó con el resto de la familia que se había propuesto formar. Se había vasado en los Arvargonzález, una de las leyendas más famosas sobre la Laguna Negra. En total debía moldear ocho figuras, padre, madre, Juan, Martín y Miguel, los hijos, así como las esposas de estos.
Una vez finalizado su trabajo, lo miraba y volvía a mirar, orgulloso de cómo habían quedado las figuras, se había esmerado en ellas y realmente parecían esculturas vivientes, eran de pequeño tamaño, pero de una verosimilitud asombrosa. En su proporción, solo les faltaba hablar. Las colocó con vanidad sobre un arcón de la casa en la que moraba y con buen criterio pensaba que era su mejor obra.
La primera noche que se retiró a descansar, una vez finalizado su trabajo, en sueños parecía que alguien hablaba en la habitación contigua. Se levantó a mirar si alguien había entrado en sus aposentos y lo que más le preocupaba es que le quisieran robar su obra. Nada raro observó por lo que volvió al catre quedándose dormido con toda tranquilidad. A la noche siguiente sucedió lo mismo, pero en esta ocasión, se dio cuenta de que asombrosamente lo que sucedía, es que de entre las figuras salía una voz que relataba la leyenda que tantas veces a lo largo de su vida había escuchado del populacho.
I
Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.
Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.
II
Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.
III
Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.
Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.
La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.
El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.
La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.
PILAR MORENO IV
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