miércoles, 7 de mayo de 2014

EL EPITAFIO

No pensé jamás tener que escribir un epitafio para alguien; ahora por exigencias del guión voy a intentar acometer este trabajo. Es muy difícil hacerlo ya que, aunque el muerto hubiese sido lo peor del mundo, no sé por qué, a la hora de la muerte, llegan las alabanzas. Siempre escuchas lo mismo, (era tan bueno, tan compasivo, tan espléndido) según a quién se lo oigas decir, te dan unas ganas tremendas de responder; “habrá sido así contigo pues con los demás”, o como en cierta ocasión tuve que escuchar lo siguiente “Era tan buen cristiano, toda su vida la llevó marcada por el camino de la religión”. No era el momento más acertado de contradecir al sacerdote, ni el lugar, pues se estaba celebrando su funeral; la pura realidad es que el difunto, la iglesia la veía cuando pasaba por su puerta, y dentro debió pasar en contadísimas ocasiones, como sería su boda y la de sus hijos, bautizos de nietos y comuniones. Para la citada persona solo se me ocurre un epitafio, haciendo referencias a sus gustos y prioridades: “Sentadito en la cama del hospital murió, sin nadie que lo molestara, nadie hasta mucho después se enteró, pues por no hablar, no dijo ni adiós”. Fue persona de pocas palabras, de carácter huraño, de pocos amigos. Amante de la soledad, lo que más le gustaba era estar tumbado en la cama, en su época de trabajador, los sábados llegaba a casa comía y se acostaba en la cama hasta el próximo lunes que se levantaba para volver a su trabajo. La parca lo visitó en el momento oportuno, contaba 97 años de edad, hubo que ingresarlo de urgencias por un tremendo dolor en una pierna. Según dijeron los doctores, después de un amplio examen, era un trombo y si no se le disolvía habría incluso que amputarle la pierna. Cuando entraron los hijos a verle en la hora de la siguiente visita, lo encontraron muy tranquilo sentado en su cama con los ojos cerrados. Tal y como lo habían dejado, antes de que les dijesen que allí no podían estar; estaba en urgencias y solo se permite la hora reglamentaria de visita. Se había ido en silencio como estuvo casi toda su vida y nadie se había enterado. PILAR MORENO

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