martes, 17 de febrero de 2015

CAMINANDO POR SIBERIA

La segunda guerra mundial había concluido aunque en muchos sitios todavía no había llegado la noticia. En el campo de concentración y de exterminio de Auswitch seguían los trabajos aunque por poco tiempo. Francesco, continuaba sacando cuerpos sin vida sobre una carretilla para volcarlos en una fosa común, iba descalzo pisando cantidad de nieve acumulada en los caminos. Todo su empeño era encontrar unas botas que le sirviesen pues en aquel momento el que tenía calzado poseía un gran tesoro. Llegó el día en que les dijeron que todo había terminado y eran repatriados a su país, fue entonces cuando Francesco, Pietro y Luca, decidieron hacer una piña y no separarse en lo que durase el trayecto hasta su Italia natal, habían pasado infinitas fatigas y ahora querían aunar fuerzas para llegar a su país lo antes posible. Un día tocaron un silbato y dijeron que todos debían montarse en el tren que ya estaba estacionado en las afueras del campo. Salieron corriendo para no perderlo pues eran demasiados hombres los que partirían junto a ellos. Aquel tren partió, pero para sorpresa de sus pasajeros, no iba hacia Italia, recorrería casi toda Siberia y así continuarían sus sufrimientos. Llegaron a Cracovia y los alojaron en unas naves en donde no les faltaba comida pero Francesco ya se encontraba enfermo con unas altas fiebres, aquel mal le duró varios meses sin poder ni levantarse de la litera en donde lo habían alojado en la especie de enfermería que allí había. Martina era una enfermera rusa alta y fuerte que parecía no tener sentimientos hacia nadie, pero que con Francesco se portó muy bien y le dio todos los cuidados posibles hasta que este se fue restableciendo. Pietro y Luca, mercadeaban con lo que podían y ayudaban a su amigo siempre que les era posible. Cuando Francesco por fin logró levantarse del catre, comenzó a dar pequeños paseos por los alrededores, por todo calzado llevaba unas botas con las suelas levantadas, las cuales para poder caminar las había puesto unos trapos atados con cordeles. Ya no tardó mucho tiempo en volver a salir otro tren y volvieron a tener las mismas esperanzas de en poco tiempo reunirse con sus familias, pero no fue así, retrocedieron y volvieron a dejarlos otros meses en Polonia y cada vez pasaban más fríos y más penalidades. Ya estaban los tres juntos y se dedicaban a comerciar, uno de ellos conocía a otro Francés que era bastante apañado en los negocios y éste les enseñó a vender las pocas cosas que poseían engañando a quien se lo comprase pues como la escasez era tanta, la gente compraba todo lo que le parecía en mejor estado. Ellos se las adornaban para que si una camisa tenía un agujero, taparlo de la mejor manera para que el incauto comprador no se diese cuanta hasta después de haberla pagado, entonces ellos desaparecían para no ser pillados en la trampa. Allí pasaron mucho hambre, un día se escaparon a escondidas de los demás compañeros y comenzaron a caminar por un sendero que había descubierto Luca cuando se aproximaban hacia allí en el tren. Era una granja que estaba bastante alejada pero pensaron que allí habría algo que les pudiese solucionar al menos la cena de aquella noche. Cuando llegaron a dicha granja, los habitantes muchas mujeres y un solo hombre, muy alto, fuerte y cargado con una escopeta, salieron a recibirlos y claro está ellos no sabían lo que les decían, no entendían absolutamente nada, solamente Francesco intentó hablar con ellos en alemán y también en inglés, unas cuantas palabras que había aprendido en el campo de concentración, pero no había forma, era imposible, entonces Pietro, se decidió a hacer toda clase de mímica para hacerse entender. Cuando aquellas gentes le veían hacer ciertos movimientos, se morían de la risa pero nada más. Pasado mucho rato, una de las mujeres pareció entender que lo que querían era comprar una gallina, entonces lo llevó a él solo al gallinero y Pietro dio saltos de alegría de pensar que por fin se había hecho entender. Les dieron a aquellas personas todos los dineros que habían podido reunir. Se fueron todos contentos volviendo el camino y en la estación en donde estaba estacionado el tren que se suponía los iba a devolver a sus casas, entraron y en el vestíbulo, hicieron una hoguera y allí mismo asaron la gallina, dándose un festín ya que en muchos días no habían tenido ni un trozo de pan que llevarse a la boca. Al día siguiente, decidieron que volverían a la granja a por más gallinas, pero no tenían con que pagarlas, entonces, Luca que era muy espabilado se metió en lo que eran las cocinas y como pudo sacó unos platos de loza camuflados entre sus ropas, había decidido que se los cambiarían a los granjeros por otro ave. Así lo hicieron y no tuvieron problemas en hacer el trueque pues era una época en que había escasez de todo. Repitieron la operación y después de cenar se tumbaron en el suelo de la estación y se quedaron dormidos con el calor que desprendían las brasas de haber cocinado. Por la mañana cuando se despertaron, decidieron dar un paseo por aquellos tortuosos y fríos caminos, nada tenían que hacer. Había mucha nieve todavía que no se había derretido y cuando llegaron a una especie de llanura que ellos no habían visto por haber pasado por allí siempre por la noche, descubrieron cantidad de flores que nunca antes ellos habían visto, se metieron entre ellas y Francesco se acercó a unas que mucho llamaron su atención eran realmente bellas. Cortó unas pocas e hizo un ramo con ellas, fueron hacia los barracones y al llegar a ellos, Francesco buscó a Martina y al encontrarse con ella, le entregó las flores en señal de agradecimiento por todo lo que había hecho por él, ella en ese momento exclamó ¡OH…! “Orquídeas” mis flores favoritas. PILAR MORENO 10 febrero 2015

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