sábado, 14 de marzo de 2015

SI YO FUERA BLANCA

Aquella mujer, entró en el paritorio dilatada por completo, pero la criatura no conseguía salir al mundo por más esfuerzos que ella hiciese. Se presentó sin esperarlo, un parto muy difícil, y hubo que terminar por practicarle la cesárea. Después de logar sacarle la criatura de vientre, una niña, negra como un carbón y de escaso peso, la mujer tuvo una hemorragia, que por poco no lo cuenta. Estuvo ingresada varios días, hasta verse repuesta del todo pues tantas dificultades a la hora de parir, se debían a la desnutrición que la madre arrastraba desde hacía tiempo. La bebé, era fruto de una relación que la mujer había tenido con un terrateniente de Guinea Ecuatorial, cuando el patrono, después de haber disfrutado de ella todo lo que había querido, se enteró de que la había dejado embarazada, ya no le interesaba que siguiese a su servicio y la echó de sus tierras, al tiempo que la molía a palos. Era un caso muy normal entre los sirvientes y los patronos en aquellas tierras, se encaprichaban de quien más les gustaba y no podían negarse a que el amo disfrutase de sus cuerpos, seguían siendo como esclavos, pero no estaría bien visto que un patrono tuviese un hijo con una criada. Al salir de aquel terreno, por más que pidió auxilio en las plantaciones vecinas, ya era una mujer marcada y por supuesto que nadie le daría trabajo, nadie se expondría a contradecir las ordenes de un buen patrono. Debía buscarse la vida como pudiese para poder sobrevivir y sacar adelante al hijo que llevaba en sus entrañas. Anduvo errante hasta llegar a Mauritania, país totalmente desconocido para ella, pero en el cual encontró unas personas que al igual que ella buscaban una solución para sobrevivir. Tampoco allí ellas tenían ninguna posibilidad, por lo que habían decidido pagar a unos mafiosos una suma de dinero para que les diesen una patera y tomar rumbo a España. No era la idea que mejor le pareciese pero viéndose tan desprotegida y desamparada, tomó la decisión de incorporarse al grupo que iba a embarcar en aquella cáscara de nuez, dispuestos a cruzar el océano. Esperaron que llegase la noche para que nadie pudiese abortar aquel embarque y salieron de la playa rumbo a un incierto destino. No llevaban por equipaje nada más que lo puesto, la embarcación era muy pequeña y más de cincuenta ocupantes, pesaban demasiado como para llevar nada más que lo estrictamente necesario. Alguna manta que por supuesto debían de compartir al menos entre tres y unas pocas viandas era todo lo que habían subido a bordo a parte de sus cuerpos. El frío de la noche era tremendo, se filtraba hasta los mismos huesos y los días eran demasiado largos, sed, hambre cansancio, siempre en la misma postura, era imposible moverse, estaban hacinados entre aquellas cuatro tablas que parecía que el mar en cualquier momento se les iba a tragar. El tiempo pasaba muy despacio, los pocos víveres que habían embarcado se iban terminando, la sed hacía que sus cuerpos se debilitasen cada día un poco más. Las llagas en la cara y en la boca debido al salitre del mar y al sol, les estaba cubriendo, muchos fueron muriendo poco a poco, sin poder hacer nada por ellos, simplemente echarlos al mar para al menos no contagiarse de alguna enfermedad y de paso hacer sitio para ir un poco más cómodos. Tampoco sabían cuanto tiempo tardarían en ver tierra firme y si lo conseguirían. Pasó mucho tiempo o al menos a ella se lo pareció, fue una eternidad lo que tardaron en llagar a España. Después de tantas calamidades, cuando tocaron la playa y lograron desembarcar, la mayoría no sabían ni andar, habían sido demasiados días en la misma postura, que las piernas no les respondían, además de la inmensa sed y desnutrición que traían. Les salió al encuentro La Guardia Civil y efectivos de la Cruz Roja, los cuales los arroparon y dirigieron a unos alojamientos en los que después de hacerles un reconocimiento médico, podrían descansar hasta ver lo que las autoridades debían hacer con ellos o que destino darles. Según les dijeron, aquello era Cádiz una preciosa ciudad del sur de España. Después de la primera noche, aquella mujer, se llamaba Wanda, se puso de parto, ella había perdido hasta la noción de tiempo que llevaba embarazada, pero a ella le parecía que todavía no debía tener a su bebé. Fue llevada al hospital y tuvo a su niña, mientras la atendían ella solo sabía decir “SI YO FUERA BLANCA” “SI YO FUERA BLANCA”, no tendría que haber pasado todos estos sufrimientos. PILAR MORENO 28 febrero 2015

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