martes, 22 de noviembre de 2016

UNA ESCAPADA AL CAMPO


Una preciosa mañana de otoño, me incorporé de la cama viendo entrar los rayos del sol a través de las rendijas de la persiana de mi dormitorio. Aquella luz anunciaba un radiante día que no había que desperdiciar, eran mediados de noviembre y pronto se echarían los hielos y las nevadas y ya no sería posible dar un buen paseo por las montañas que circundaban mi ciudad. Con alegría y avidez me preparé para salir, una ducha rápida, un chándal y unas deportivas, un buen bocadillo y la cantimplora bien llena de agua.
          Bajé al garaje a por mí utilitario y rápidamente me puse en la carretera. Solo tendría que hacer unos veinte kilómetros para adentrarme en la parte de la montaña a la que quería dirigirme. Era un lugar al que había acudido en varias ocasiones pues era de una gran belleza tanto el paraje en si, como las vistas que desde allí se alcanzaban a ver. Había varios senderos por los que poder ir ascendiendo; el vehículo había que dejarlo junto a una talanquera por la que no se permitía el paso nada más que a los viandantes. Escogí uno, el más céntrico y comencé mi ascensión. Estaba empinada la cuesta, pero no en exceso y como no tenía prisa me dije que no debía cansarme demasiado, solo se trataba de hacer un poco de ejercicio y pasar el día relajada.
          Ya llevaba un buen rato caminando, cuando de pronto me encontré con una bonita cabaña, más bien un refugio, del que salía humo por la chimenea y un delicioso olor a leña, seguí acercándome pues la curiosidad pudo conmigo ¿Quién habría construido aquello en medio del monte? Me pareció de lo más curioso muy cerca de la puerta, había una pequeña fuente con su grifo y una buena pila para recoger el agua que de aquel grifo saliese. Mi osadía hizo que abriese el grifo y me salpicase de agua. UF… dije en voz alta, vaya como me he puesto. Casi sin haber terminado la frase, sentí como la manecilla de la puerta que estaba cerrada se movió y la puerta abriéndose dio paso a un señor con un sombrero que amablemente me preguntó ¿señorita, le sucede algo? Yo muerta de vergüenza contesté tímidamente, no, no pasa nada solamente que he abierto el grifo y me he empapado. Quería comprobar si salía agua de él para refrescarme un poco la cara y las manos pues la caminata desde ahí abajo me ha hecho sudar.
          Haga el favor de pasar a mi refugio, he venido yo también a pasar el día y tengo una buena candela encendida pues aquí dentro se queda uno frío si no se enciende una buena brazada de leña. Se lo agradezco, así tendré la oportunidad de secarme un poco pues, aunque hace muy bueno no conviene que vaya tan mojada hasta regresar a mi casa. Allí terminó mi excursión, era tan agradable estar conversando con aquel hombre al que de nada conocía pero que tan amablemente me había invitado a calentarme. Llegada la hora del almuerzo, yo saqué mi bocadillo y él, sacó un paquete de buen jamón y calentó en su pequeña hornilla de gas unos trozos de lomo y chorizo que sacó de una olla de barro, que en realidad estaban deliciosos.
          Era tan agradable la conversación y la compañía de aquella persona que sin darnos prácticamente cuenta, comenzó a anochecer.
-Por Dios que tarde se me ha hecho y tengo que preparar cosas para mañana ir a trabajar y todavía tengo una buena caminata hasta llegar a mi coche. El cortésmente me dijo:
-No se preocupe, aquí hay luz producida por un grupo electrógeno y si está a gusto podemos continuar un rato más nuestra conversación, luego yo mismo la bajaré en mi Land Rover hasta donde ha dejado su vehículo.
-Muchas gracias, la oscuridad me asusta un poco en un sitio desconocido, pero… si usted no tiene que marcharse de aquí no ha de mover su coche solo para llevarme a mí.
-Si yo también he de marcharme, como habrá podido apreciar aquí no hay camas para dormir y mis huesos a mi edad ya no me permiten dormir en el suelo. En caso de que las hubiese más de un día me quedaría con gusto a dormir y también con gusto le hubiese invitado a quedarse si era de su agrado.
-Por Dios caballero como me dice eso yo soy una chica actual, pero usted puede ser más que mi padre.
-Y eso que importa señorita, yo soy mayor, pero me gusta la gente joven y creo que lo hemos pasado realmente bien.
          Apagó las luces y me invitó a subir al coche, bajamos aquella tremenda cuesta casi sin sentir, el coche iba solo se conocía bien el camino. Al llegar a la talanquera en donde yo había dejado mi coche, me bajé de aquel todoterreno y nos despedimos con un afectuoso beso.
          Cuando ya estaba entrando en mi coche mi reciente buen amigo me invitó a volver cuantas veces quisiera a pasar el día o a lo que yo estuviese decidida a hacer.
          PILAR MORENO 17 noviembre 2016

                     

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