martes, 22 de noviembre de 2016

MI PUEBLO


 No te fijes en lo que cosechas….
Solo vas a recoger lo que has sembrado.
Si lo que has sembrado ha sido bueno, el bien cosecharás, pero…
Si has sembrado vientos recogerás tempestades.
      



En mi pueblo cada vecino, tenía la libertad de hacer en sus tierras lo que considerase oportuno, siempre y cuando no se saliese de las lindes de su propiedad.
          Era un pueblo muy pequeño perteneciente a la provincia de Palencia y a lo que más se dedicaban los vecinos era al trigo. Aunque estaban muy cerca de Santander en plena montaña, lo que allí se sembraba era de muy buena calidad, por lo que los precios eran bastante altos respecto a otras tierras que estuviesen más en el llano.
          Había vecinos que solamente se dedicaban a la siembra de dicho cereal y otros, por el contrario, tenían sus tierras acotadas y en ellas dejaban que alegremente pastasen sus vacas y se mantuviesen solamente de la buena hierba que aquellos prados daban. Había grandes vaqueros dentro de los pocos vecinos que allí habitaban y la leche que dichas vacas producían eran de la más alta calidad.

          Después de la cosecha del trigo, era típico quemar todos los rastrojos que por allí habían quedado para con posterioridad pasar los arados y así poder sembrar de nuevo.


          Un día Paulino, uno de los vecinos que más hectáreas tenía de terreno, comenzó con la quema de rastrojos. Los peones que tenía a su cargo no tuvieron excesivo cuidado y el fuego se les fue de las manos. Comenzó a arder todo cuanto había a su alrededor, las llamas incontroladas saltaron las lindes vecinas y el desastre fue de grandes dimensiones pues no solamente se quemaron las tierras sembradas y que algunos vecinos todavía no habían segado, sino que también fueron afectados varios prados en los que pastaban las vacas de otros vecinos, las cuales perecieron calcinadas sin poder hacer nada por salvarles la vida.
          Una tremenda desgracia, de la que el pueblo aún después de muchos años todavía no se ha repuesto. Paulino, el causante de aquel desastre, no tenía aseguradas las tierras y aunque algunos otros vecinos si tenían asegurado lo suyo, le culpaban naturalmente de lo que allí había sucedido. Después de muchas disputas y de más que palabras. Paulino tuvo que salir del pueblo por piernas pues como suele pasar en estos sitios, los sentimientos pueden más que la razón y lo lincharon sin piedad hasta dejarlo casi sin conocimiento.
          Su esposa le convenció de que era mejor poner los pies en polvorosa antes de que la desgracia fuese mayor y la pudiesen dejar viuda pues en estos casos las rencillas, suelen pasar de padres a hijos y como en más de algún otro pueblo ha pasado, son de tal magnitud que en algunos casos han llegado al asesinato.


                                                   PILAR MORENO 26 octubre 2016

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