Este escrito sobre el suicidio premeditado me da la oportunidad
de expresar lo que realmente siento sobre este tema. Sinceramente creo que
nadie en sus cabales pueda
premeditar como quitarse la vida. Supongo que cuando se llega a esa
determinación tan horrible, tiene que pasar un flas por la cabeza de quien lo
lleva a término, que no debe de dar tiempo a meditar.
Nadie que ha cometido ese acto ha
podido contar que ha sido lo que le ha llevado a cometer tal atrocidad. Y
realmente hay veces en nuestras vidas que sentimos un vacío o una situación que
creemos insalvable y aunque pensemos que lo mejor sería desaparecer, nunca
llegamos a cometer esa acción y con el tiempo nos damos cuenta de que todo
tiene solución en este mundo, menos la muerte, con ella realmente no se
soluciona nada, al contrario, a veces se empeora sobre todo para las personas
que quedan detrás.
Hay otras personas que se pasan la
vida amenazando a todo el que se encuentra a su lado que se va a suicidar. Sin
dar demasiados detalles, diré que mi madre ya fallecida hace muchos años, tenía
la costumbre de amenazarnos con quitarse la vida cuando no conseguía hacer lo
que le venía en gana. A mi pobre padre lo martirizó con ese tema durante toda
su vida de matrimonio y con la mano en el corazón, creo que se murió a tiempo
de que se enterase que imposible seguir dándole todo lo que ella exigía. Eran
un matrimonio de clase media que habían salvado situaciones complicadas, pero
que a ella eso no le parecía nada, claro que siempre el que dio la cara en todo
y solucionó todo fue mi padre.
Egocéntrica, caprichosa, insociable,
paranoica, supersticiosa etc. lo tenía en un puño metido, en cuanto le negaba
algo que pidiese, se ponía muy mala, parecía que se iba a morir. Tenía que ser
la primera en todo, la más arreglada, la mejor vestida, pero si rascabas por
debajo, no había nada. Todo era superficial.
Su mayor amenaza era que se iba a
subir a la terraza donde se tendía la ropa y se iba a tirar desde allí, era un
cuarto piso. Mi padre entonces temblaba, se quedaba blanco y siempre le decía,
pero que tonterías dices, pero, por si acaso quitaba la llave de donde la
solían tener guardada. Una vez fallecido mi padre, a los pocos días, como
estaba en mi casa entré a su cuarto a darle las buenas noches y le pillé con un
puñado de pastillas en la mano de las que ella habitualmente tomaba. Le pregunté
que qué hacía con eso y me dijo pues tomármelas y así se acaba todo. Muy
pacientemente se las quité y las escondí y nunca más las volvió a pedir, ya
nunca más las necesitó. Para mí que fue una treta para preocuparme y que le
prestase a ella toda la atención. Si realmente lo hubiese premeditado y lo
hubiese querido hacer de verdad lo habría hecho cuando supiera que yo no la iba
a pillar.
Cuando volvimos a Madrid después del
verano, tuve una gran discusión con ella y me amenazó como a mi padre con
subirse a la terraza y tirarse, fue entonces cuando tomé la decisión que mi
padre nunca tomó. La puse sobre la mesa la llave de la terraza y le dije aquí
la tienes, si es tu gusto lo haces, pero espérate a que yo esté ya en mi casa para
que a mi no me puedan involucrar en tu locura. Ahora dame un beso por si no te
vuelvo a ver. Abrí la puerta y me marché. Por el camino iba pensando en lo
bruta que había sido con ella, pero era una persona con la que no era posible
razonar; también se me pasó por la cabeza en sí, aunque fuese por fastidiarme y
salirse con la suya se le ocurriría hacerlo, pero yo estaba en lo cierto, fue
la última vez que lo dijo.
Es por eso mi pensar que quien quiere
hacerlo no lo anuncia. Tiene que ser un acto muy improvisado una locura
repentina.
PILAR MORENO 10 febrero 2018
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