sábado, 10 de febrero de 2018

UN SUICIDIO PREMEDITADO



     Este escrito sobre el suicidio premeditado me da la oportunidad de expresar lo que realmente siento sobre este tema. Sinceramente creo que nadie en sus cabales pueda premeditar como quitarse la vida. Supongo que cuando se llega a esa determinación tan horrible, tiene que pasar un flas por la cabeza de quien lo lleva a término, que no debe de dar tiempo a meditar.
          Nadie que ha cometido ese acto ha podido contar que ha sido lo que le ha llevado a cometer tal atrocidad. Y realmente hay veces en nuestras vidas que sentimos un vacío o una situación que creemos insalvable y aunque pensemos que lo mejor sería desaparecer, nunca llegamos a cometer esa acción y con el tiempo nos damos cuenta de que todo tiene solución en este mundo, menos la muerte, con ella realmente no se soluciona nada, al contrario, a veces se empeora sobre todo para las personas que quedan detrás.
          Hay otras personas que se pasan la vida amenazando a todo el que se encuentra a su lado que se va a suicidar. Sin dar demasiados detalles, diré que mi madre ya fallecida hace muchos años, tenía la costumbre de amenazarnos con quitarse la vida cuando no conseguía hacer lo que le venía en gana. A mi pobre padre lo martirizó con ese tema durante toda su vida de matrimonio y con la mano en el corazón, creo que se murió a tiempo de que se enterase que imposible seguir dándole todo lo que ella exigía. Eran un matrimonio de clase media que habían salvado situaciones complicadas, pero que a ella eso no le parecía nada, claro que siempre el que dio la cara en todo y solucionó todo fue mi padre.
          Egocéntrica, caprichosa, insociable, paranoica, supersticiosa etc. lo tenía en un puño metido, en cuanto le negaba algo que pidiese, se ponía muy mala, parecía que se iba a morir. Tenía que ser la primera en todo, la más arreglada, la mejor vestida, pero si rascabas por debajo, no había nada. Todo era superficial.
          Su mayor amenaza era que se iba a subir a la terraza donde se tendía la ropa y se iba a tirar desde allí, era un cuarto piso. Mi padre entonces temblaba, se quedaba blanco y siempre le decía, pero que tonterías dices, pero, por si acaso quitaba la llave de donde la solían tener guardada. Una vez fallecido mi padre, a los pocos días, como estaba en mi casa entré a su cuarto a darle las buenas noches y le pillé con un puñado de pastillas en la mano de las que ella habitualmente tomaba. Le pregunté que qué hacía con eso y me dijo pues tomármelas y así se acaba todo. Muy pacientemente se las quité y las escondí y nunca más las volvió a pedir, ya nunca más las necesitó. Para mí que fue una treta para preocuparme y que le prestase a ella toda la atención. Si realmente lo hubiese premeditado y lo hubiese querido hacer de verdad lo habría hecho cuando supiera que yo no la iba a pillar.
          Cuando volvimos a Madrid después del verano, tuve una gran discusión con ella y me amenazó como a mi padre con subirse a la terraza y tirarse, fue entonces cuando tomé la decisión que mi padre nunca tomó. La puse sobre la mesa la llave de la terraza y le dije aquí la tienes, si es tu gusto lo haces, pero espérate a que yo esté ya en mi casa para que a mi no me puedan involucrar en tu locura. Ahora dame un beso por si no te vuelvo a ver. Abrí la puerta y me marché. Por el camino iba pensando en lo bruta que había sido con ella, pero era una persona con la que no era posible razonar; también se me pasó por la cabeza en sí, aunque fuese por fastidiarme y salirse con la suya se le ocurriría hacerlo, pero yo estaba en lo cierto, fue la última vez que lo dijo.
          Es por eso mi pensar que quien quiere hacerlo no lo anuncia. Tiene que ser un acto muy improvisado una locura repentina.

                                                   PILAR MORENO 10 febrero 2018



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