El sueco del que voy a hablar hoy era un poco
cabezota. Todos los suecos, cuando llegan a nuestro país como ya sabemos se
bajan del avión y están totalmente crudos, si crudos. Su piel es tan blanca como
la carne de una merluza recién pescada. Se dirigen raudos al hotel y como si
les fuese la vida en ello, dejan sus pertenencias y se colocan rápidamente el
bañador y las chanclas y van todos acelerados a la playa.
Cuando llegan a ella, se tiran en la arena,
la mayor parte de las veces hasta sin toalla, aunque esta les abrase, boca
arriba y cuando ya no pueden aguantar más la postura, se dan la vuelta cual
filete en la sartén. Al día siguiente vuelven a repetir la misma operación,
pensando que nada les va a ocurrir, pues la tarde anterior, estuvieron allí
tirados hasta que se hizo de noche, y ya a la hora que comenzaron a solearse,
el sol ya no tenía demasiada fuerza.
Gunter, era un sueco, como casi todos, de
grandes ojos azules, un tamaño excepcional de alto y guapo a reventar. Llegó a
España, concretamente a la playa de Cam-Pastilla, en Palma de Mallorca y como
antes he descrito fue casi directo a tirarse en la arena. Había oído decir que
en España se ponía un color moreno precioso, muy dorado y quien se lo había
contado, le dijo, “A TU CARA LE SENTARÁ
DE MIEDO CON ESOS OJOS TAN CLAROS Y BONITOS QUE TIENES”.
Como era muy vanidoso, pensaba que en dos
días conseguiría ese color y no dudó en estar al menos dos días seguidos tumbado
en la arena. Al tercer día, estaba su cuerpo tan achicharrado y tan rojo, que
los cangrejos cocidos eran blancos a su lado. Los compatriotas que iban con él,
comenzaron a preocuparse por que su cuerpo comenzó a tener unos bultos blancos
que en cuanto se los tocaban se deshacían y soltaban un agua muy fea.
Para lavarlo bien esas pupas, se les ocurrió
meterlo en la ducha con agua bien calentita. Los gritos que el pobre Gunter
daba eran aterradores. Tuvieron que llamar a recepción y preguntar que podría
ser aquello, cuando subieron a la habitación y lo vieron, llamaron de inmediato
a una ambulancia y lo llevaron a ingresar en el hospital general de Palma.
Los médicos le diagnosticaron quemaduras de
primer grado, con afectación en el interior hasta los pulmones. Esto supuso que
el pobre Gunter gastase sus vacaciones en el hospital y otro mes más. Por poco
no lo cuenta. Cuando volvió a su país iba más blanco que cuando había salido de
él y encima tenía cicatrices de quemaduras.
Fue una horrible experiencia la que sufrió y
a partir de entonces, cada vez que volvía a la playa, fuese la que fuese, iba
con un sombrero de ala ancha para que lo tapase lo más posible. Tampoco se
quitaba nunca la camisa y aprendió a tirarse en la arena bajo una sombrilla.
Cuando sabía de algún compatriota que iba a
salir hacia España, de vacaciones, le hacía una serie de recomendaciones por
escrito para que no se le olvidase ninguna.
PILAR MORENO 3 febrero 2019
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