sábado, 2 de febrero de 2019

EL SUECO SIN SOMBREO




El sueco del que voy a hablar hoy era un poco cabezota. Todos los suecos, cuando llegan a nuestro país como ya sabemos se bajan del avión y están totalmente crudos, si crudos. Su piel es tan blanca como la carne de una merluza recién pescada. Se dirigen raudos al hotel y como si les fuese la vida en ello, dejan sus pertenencias y se colocan rápidamente el bañador y las chanclas y van todos acelerados a la playa.
Cuando llegan a ella, se tiran en la arena, la mayor parte de las veces hasta sin toalla, aunque esta les abrase, boca arriba y cuando ya no pueden aguantar más la postura, se dan la vuelta cual filete en la sartén. Al día siguiente vuelven a repetir la misma operación, pensando que nada les va a ocurrir, pues la tarde anterior, estuvieron allí tirados hasta que se hizo de noche, y ya a la hora que comenzaron a solearse, el sol ya no tenía demasiada fuerza.
Gunter, era un sueco, como casi todos, de grandes ojos azules, un tamaño excepcional de alto y guapo a reventar. Llegó a España, concretamente a la playa de Cam-Pastilla, en Palma de Mallorca y como antes he descrito fue casi directo a tirarse en la arena. Había oído decir que en España se ponía un color moreno precioso, muy dorado y quien se lo había contado, le dijo, “A TU CARA LE SENTARÁ DE MIEDO CON ESOS OJOS TAN CLAROS Y BONITOS QUE TIENES”.
Como era muy vanidoso, pensaba que en dos días conseguiría ese color y no dudó en estar al menos dos días seguidos tumbado en la arena. Al tercer día, estaba su cuerpo tan achicharrado y tan rojo, que los cangrejos cocidos eran blancos a su lado. Los compatriotas que iban con él, comenzaron a preocuparse por que su cuerpo comenzó a tener unos bultos blancos que en cuanto se los tocaban se deshacían y soltaban un agua muy fea.
Para lavarlo bien esas pupas, se les ocurrió meterlo en la ducha con agua bien calentita. Los gritos que el pobre Gunter daba eran aterradores. Tuvieron que llamar a recepción y preguntar que podría ser aquello, cuando subieron a la habitación y lo vieron, llamaron de inmediato a una ambulancia y lo llevaron a ingresar en el hospital general de Palma.
Los médicos le diagnosticaron quemaduras de primer grado, con afectación en el interior hasta los pulmones. Esto supuso que el pobre Gunter gastase sus vacaciones en el hospital y otro mes más. Por poco no lo cuenta. Cuando volvió a su país iba más blanco que cuando había salido de él y encima tenía cicatrices de quemaduras.
Fue una horrible experiencia la que sufrió y a partir de entonces, cada vez que volvía a la playa, fuese la que fuese, iba con un sombrero de ala ancha para que lo tapase lo más posible. Tampoco se quitaba nunca la camisa y aprendió a tirarse en la arena bajo una sombrilla.
Cuando sabía de algún compatriota que iba a salir hacia España, de vacaciones, le hacía una serie de recomendaciones por escrito para que no se le olvidase ninguna.

                     PILAR MORENO  3 febrero 2019

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