martes, 27 de agosto de 2019

UNA MUJER MARCADA




Si desde muy pequeña me considero una mujer marcada. Marcada por las cicatrices de la vida y del tiempo. A veces pienso que, porque me ha tocado a mi vivir tantas cosas, que sin ser enfermedades graves, me han hecho pasar por el quirófano tantas veces. Creo que ya van más de veinte.
Comenzaré relatando que a los cuatro años me intervinieron por primera vez de una hernia inguinal, a los cinco me operan de las anginas como a todos los niños de la época; a los seis años me quitan un papiloma de la mano izquierda a los ocho otra hernia en el lado contrario, a los doce una apendicectomía.
Parece que la mala racha ha desaparecido y me tiro una buena temporada sin incidentes graves. Llego al matrimonio y tengo a mis dos hijos, el primero después de dar a luz me dio una tremenda hemorragia que por poco no me voy al otro barrio. En aquel entonces para dar a luz, también nos dormían. Con el segundo lo mismo, solo que en lugar de tener hemorragia di a luz a los diez meses y medio de gestación y también dormida. La verdad es que cuando nos dormían ya estaba fuera la cabeza del niño sería que para cosernos se evitaban algún grito más. Mi segundo hijo era precioso y grande como un ternero, peso 4.800 Kgrs. Y verde como un marciano, salió riéndose, era hipermaduro.
Al poco tiempo de tener al segundo, comencé a tener problemas en los países bajos y por cinco veces me tuvieron que quemar ulceras y quitar pólipos. Con intervalos de tiempo claro.
Yo pensaba que todos mis males ya se habían terminado, pasé unos años muy buenos, pero como no hay felicidad completa, comencé a hacerme pis por donde iba, parecía un grifo, según iba andando aquello lo perdía con gran facilidad, yo no tenía edad de ir oliendo a vieja de iglesia y cuando me propusieron operarme, sin dudarlo lo hice. Me pusieron el andamio como ellos lo llaman y quede perfecta.
De pronto un buen día me levanto con fiebre y con mucho dolor abdominal. Mi esposo me lleva a urgencias, me hacen pruebas y me dicen que de los países bajos no es, me ponen antibiótico y aquel episodio se pasa. No obstante, me dicen que me deben mirar en digestivo. Como aquello se pasa yo sigo con mi vida pues me encontraba bien, aunque de vez en cuando me daba algún dolorcillo justo donde me había dado la ultima vez, pero yo seguía adelante.
Una tarde estando tranquila en casa, comienza a dolerme como la otra vez, pero a gran escala, yo por no asustar fui aguantando todo lo que pude, me acosté pronto fuera de mis costumbres y fue una noche horrible. De madrugada mi esposo me llevó a urgencias y las noticias fueron bastante nefastas. Padecía una diverticulitis, pruebas de todas clases y llegaron a la conclusión de que, si no se solucionaba con antibiótico, habrían de intervenirme a vida o muerte y posiblemente tuviese que salir con la bolsa puesta para los restos.
Estuve diez días ingresada solamente con antibiótico y después de hacerme varias pruebas me mandaron para casa, sabiendo que me tenía que operar a la mayor brevedad. Era el mes de diciembre y yo en ese mes no quise operarme, me dijeron que, bajo mi responsabilidad, me operaron el trece de enero y gracias a Dios todo salió bien. Antes de la operación estuve varios días haciéndome sacadas de sangre para si se necesitaba transfundirme que fuese de mi propia sangre.
Al año justo de la operación, comienzo a sentirme mal, me daban dolores muy fuertes y cuando comienzan a hacerme pruebas no encontraban de donde venían, hasta que di con un médico espabilado que vio que lo que tenía era una eventración. Vuelta al quirófano, otra vez abierta por el mismo sitio y a ponerme una malla por dentro para evitar que se volviese a abrir.
Pasado un tiempo comienzo a sangrar por el ano y después de mucho reposo, cremas etc. Etc. Llegan a la conclusión de que se me ha hecho una fisura anal, bueno pues otra vez al quirófano, que le vamos a hacer si no hay más remedio. Fueron unos días pésimos, pero vuelvo a dar gracias a Dios que quedo bien.
Creo que Dios me dejó descansar de males para que pudiese atender a mi esposo hasta su último aliento
Aunque yo no me había abandonado pues, yo me quejaba de mi boca y no paraba de ir de un médico a otro, hasta que el no faltó, no fui al dentista para que me mirase la boca pues todos los días amanecía con el carrillo mordido. Me sacaron una muela que estaba torcida y dijeron que era la culpable y me sacaron otra de abajo que pensaban estaba partida. No vieron nada. Si quería podía ir a maxilofacial para que me limpiasen lo mordido.
La casualidad hizo que un enfermero que atendió a mi marido me vio la boca como la tenía y me dijo que inmediatamente fuese a maxilofacial y aunque mi doctora no me quería derivar, yo me puse bruta y conseguí que me enviase. Cuando fui a la consulta y me vieron, me preguntaron cuanto tiempo llevaba así. Al decir que llevaba más de dos años y medio, se escandalizó. Lo primero que hizo fue hacer una biopsia y al recoger los resultados ya me dijo que podía haber algo malo y que había que operar. Me operó de inmediato y cuando estuvieron los resultados de patología ya me dio la mala noticia.
Rápidamente me preparó para volverme a operar y vuelvo a dar gracias a Dios que al menos los ganglios no han salido infectados, ahora solo me queda esperar que el resto vaya cicatrizando y aunque sea pesado y tenga que tener muchas revisiones, salga todo lo mejor posible.
Por todo lo expuesto, me permito decir que soy una mujer marcada. Mi cuerpo está lleno de puñaladas y donde únicamente no tenía nada que era en la cara, ahora parece que me han degollado. Tendrá que ser así y por supuesto que quiero seguir adelante.

PILAR MORENO
 





No hay comentarios:

Publicar un comentario