TRAGICO FINAL
Juana
era una mujer muy joven, se había casado enamorada de Pepe hasta lo más
profundo de su alma. todo el que acudió a su boda le reprochaba haberse casado
tan joven, tan solo contaba diecinueve años. Además de guapa era la alegría en persona,
hacía reír tanto a sus familiares como a todo el que la conocía. No había nadie
en el barrio que no le conociese y a su paso la saludase y ella le correspondía
con un saludo de lo más cordial y la más amplia de sus sonrisas.
De
ese matrimonio temprano nació Andrés, un precioso niño rubio de ojos azules que
hizo las delicias de toda la familia, todos estaban locos con él. Según iba
creciendo, todo el mundo le preguntaba a Juana que cuando iba a ir a por la
parejita y ella siempre decía lo mismo, si Dios no nos lo envía por algo será.
Ellos seguían felices con su hijo dándole todo lo mejor que podían.
El
tiempo iba pasando, y cuando Andrés contaba con diecisiete años, Juana pensó
que se había quedado embarazada y se puso muy contenta, ella era joven y fértil
todavía y no era nada extraño, todos comenzaron a celebrarlo, pero ella no se
encontraba con este embarazo lo mismo que con el de Andrés por lo que fue
rápidamente al ginecólogo para ser examinada.
El
médico le prescribió las pruebas oportunas como a cualquier embarazada, aunque
al reconocerla ya le dijo que no le parecía un embarazo, pero sin pruebas no
debía decir nada. Una vez estuvieron las pruebas en su poder, el doctor le dio
la única noticia que jamás hubiese querido escuchar. En su útero había un
tremendo tumor que había que quitarle rápidamente. Una vez preparada, fue
intervenida y una vez en el quirófano, descubrieron que no solo su útero era lo
que estaba enfermo, también estaban invadidos sus ovarios, y hubo que
extirparle todo su aparato reproductor.
Una
vez recuperada de la intervención hubo que proceder a darle la quimioterapia,
en un principio le iba sentando bien, pero a medida que iba pasando el tiempo,
cada vez que recibía la sesión le iba sentando peor. Pasó como un año con ese
tratamiento y comenzaron los dolores, unos dolores muy grandes los que hicieron
que en varias ocasiones fuese ingresada durante varios días. Había llegado un
momento en que su estado era terminal de necesidad, por lo que Pepe, decidió
llevarle a casa y que allí fuesen los de cuidados paliativos los que le
administrasen la morfina que era lo único que le calmaba a ratos, pues cada vez
tenían que administrársela con menos intervalo de tiempo. La pobre se iba
apagando como una vela, ya no tenía conocimiento ni nada, solo respiraba y
dependía de que su corazón dejase de funcionar.
Aunque
era un desenlace esperado, no por eso fue menos doloroso, sobre todo para
Andrés y sus abuelos. Eran un mar de lágrimas continuamente aún después de
mucho tiempo de haberse celebrado sus exequias. Nunca la podrían olvidar.
La
enfermera que le administraba los paliativos a Juana era una chica joven,
agradable pero no atractiva como había sido Juana en sus mejores momentos, pero
si estuvo muy cercana a Pepe en todo momento y una vez producido el óbito,
siguió pasándose por la casa con la excusa de darles consuelo pues había visto
el sufrimiento que esa familia había pasado.
Habían
pasado solo tres meses cuando, Andrés que ya sospechaba, vio que su padre se
citaba con Ángela, la enfermera y como es natural no le hizo ninguna gracia. Se
lo hizo saber a su padre y le reprochó que con tan poco tiempo que había pasado
de la muerte de su madre se hubiese liado con alguien. Más adelante tendría
tiempo de hacerlo, pero, él creía que debía guardar un poco de respeto sobre
todo por él que era su hijo y sus padres que estaban destrozados por la pérdida
de aquella hija.
Pepe
no hizo caso de las advertencias de su hijo que cada vez se iba calentando más
viendo que no dejaba de estar junto a Ángela. Cada vez las relaciones padre e
hijo se iban deteriorando más y más. El padre le decía que la soledad era muy
mala y él por muy hijo que fuese nunca ocuparía el puesto de su madre ni le
daría lo que ella le dio a lo largo de los años.
Andrés
iba observando que cada día faltaban cosas del ropero de su madre como el
abrigo de visón que ella tanto quería. Se lo hizo saber al padre pidiéndole
explicaciones ya que ese abrigo debería quedar en la familia, pero su padre le
hizo callar diciéndole que su madre hubiese querido que lo tuviese ella pues
era la que la había cuidado hasta el último día de su vida. Pero, cada día iban
faltando más cosas; el día que saltó la última chispa en la cabeza de Andrés
fue, cuando se dio cuenta de que faltaba la sortija de brillantes que su abuela
paterna le había regalado a Juana el día que nació Andrés y que a su vez había
sido de su madre por lo que era una joya familiar y de mucho valor económico y
sentimental.
Pepe
seguía sin hacer el menor caso y además siempre le contestaba que todo lo que
allí había era de su propiedad, pero Andrés era su hijo y era el heredero
universal de su madre sin discusión alguna.
Visto
el caso omiso que su padre hacía de los reproches que su padre hacía, se veía
claramente que estaba totalmente enamorado o atontado por la tal Ángela y
Andrés no podía más. Una noche, a la hora que sabía que su padre dejaba a la
mujer en su domicilio, se presentó delante de ellos y les reprochó a los dos
todo lo que el estaba seguro de llevar razón. El padre se puso departe de la
mujer y ésta se enfrentó a Andrés llamándole niñato y egoísta y diciendo que
dejase a su padre en paz que ya era mayor para saber lo que hacía.
Andrés
sin pensarlo dos veces, muy aturdido y cabreado, sacó una navaja de su bolsillo
y se la clavó primero a su padre en un costado, pero cuando Angela se metió por
medio para defender a Pepe, Andrés volvió a esgrimir la navaja atinando
desgraciadamente en el corazón de la mujer, dejándola muerta en el acto.
Fue
un trágico final para un buen hijo que adoraba a su madre y que el padre como
tantos hombres se dejó embrujar por una mujer que según parecía su única
intención era ir apoderándose de las pertenencias de la pobre difunta.
PILAR
MORENO
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