viernes, 13 de septiembre de 2019

TRÁGICO FINAL


TRAGICO FINAL

          Juana era una mujer muy joven, se había casado enamorada de Pepe hasta lo más profundo de su alma. todo el que acudió a su boda le reprochaba haberse casado tan joven, tan solo contaba diecinueve años. Además de guapa era la alegría en persona, hacía reír tanto a sus familiares como a todo el que la conocía. No había nadie en el barrio que no le conociese y a su paso la saludase y ella le correspondía con un saludo de lo más cordial y la más amplia de sus sonrisas.
          De ese matrimonio temprano nació Andrés, un precioso niño rubio de ojos azules que hizo las delicias de toda la familia, todos estaban locos con él. Según iba creciendo, todo el mundo le preguntaba a Juana que cuando iba a ir a por la parejita y ella siempre decía lo mismo, si Dios no nos lo envía por algo será. Ellos seguían felices con su hijo dándole todo lo mejor que podían.
          El tiempo iba pasando, y cuando Andrés contaba con diecisiete años, Juana pensó que se había quedado embarazada y se puso muy contenta, ella era joven y fértil todavía y no era nada extraño, todos comenzaron a celebrarlo, pero ella no se encontraba con este embarazo lo mismo que con el de Andrés por lo que fue rápidamente al ginecólogo para ser examinada.
          El médico le prescribió las pruebas oportunas como a cualquier embarazada, aunque al reconocerla ya le dijo que no le parecía un embarazo, pero sin pruebas no debía decir nada. Una vez estuvieron las pruebas en su poder, el doctor le dio la única noticia que jamás hubiese querido escuchar. En su útero había un tremendo tumor que había que quitarle rápidamente. Una vez preparada, fue intervenida y una vez en el quirófano, descubrieron que no solo su útero era lo que estaba enfermo, también estaban invadidos sus ovarios, y hubo que extirparle todo su aparato reproductor.
          Una vez recuperada de la intervención hubo que proceder a darle la quimioterapia, en un principio le iba sentando bien, pero a medida que iba pasando el tiempo, cada vez que recibía la sesión le iba sentando peor. Pasó como un año con ese tratamiento y comenzaron los dolores, unos dolores muy grandes los que hicieron que en varias ocasiones fuese ingresada durante varios días. Había llegado un momento en que su estado era terminal de necesidad, por lo que Pepe, decidió llevarle a casa y que allí fuesen los de cuidados paliativos los que le administrasen la morfina que era lo único que le calmaba a ratos, pues cada vez tenían que administrársela con menos intervalo de tiempo. La pobre se iba apagando como una vela, ya no tenía conocimiento ni nada, solo respiraba y dependía de que su corazón dejase de funcionar.
          Aunque era un desenlace esperado, no por eso fue menos doloroso, sobre todo para Andrés y sus abuelos. Eran un mar de lágrimas continuamente aún después de mucho tiempo de haberse celebrado sus exequias. Nunca la podrían olvidar.
          La enfermera que le administraba los paliativos a Juana era una chica joven, agradable pero no atractiva como había sido Juana en sus mejores momentos, pero si estuvo muy cercana a Pepe en todo momento y una vez producido el óbito, siguió pasándose por la casa con la excusa de darles consuelo pues había visto el sufrimiento que esa familia había pasado.
          Habían pasado solo tres meses cuando, Andrés que ya sospechaba, vio que su padre se citaba con Ángela, la enfermera y como es natural no le hizo ninguna gracia. Se lo hizo saber a su padre y le reprochó que con tan poco tiempo que había pasado de la muerte de su madre se hubiese liado con alguien. Más adelante tendría tiempo de hacerlo, pero, él creía que debía guardar un poco de respeto sobre todo por él que era su hijo y sus padres que estaban destrozados por la pérdida de aquella hija.
          Pepe no hizo caso de las advertencias de su hijo que cada vez se iba calentando más viendo que no dejaba de estar junto a Ángela. Cada vez las relaciones padre e hijo se iban deteriorando más y más. El padre le decía que la soledad era muy mala y él por muy hijo que fuese nunca ocuparía el puesto de su madre ni le daría lo que ella le dio a lo largo de los años.
          Andrés iba observando que cada día faltaban cosas del ropero de su madre como el abrigo de visón que ella tanto quería. Se lo hizo saber al padre pidiéndole explicaciones ya que ese abrigo debería quedar en la familia, pero su padre le hizo callar diciéndole que su madre hubiese querido que lo tuviese ella pues era la que la había cuidado hasta el último día de su vida. Pero, cada día iban faltando más cosas; el día que saltó la última chispa en la cabeza de Andrés fue, cuando se dio cuenta de que faltaba la sortija de brillantes que su abuela paterna le había regalado a Juana el día que nació Andrés y que a su vez había sido de su madre por lo que era una joya familiar y de mucho valor económico y sentimental.
          Pepe seguía sin hacer el menor caso y además siempre le contestaba que todo lo que allí había era de su propiedad, pero Andrés era su hijo y era el heredero universal de su madre sin discusión alguna.
          Visto el caso omiso que su padre hacía de los reproches que su padre hacía, se veía claramente que estaba totalmente enamorado o atontado por la tal Ángela y Andrés no podía más. Una noche, a la hora que sabía que su padre dejaba a la mujer en su domicilio, se presentó delante de ellos y les reprochó a los dos todo lo que el estaba seguro de llevar razón. El padre se puso departe de la mujer y ésta se enfrentó a Andrés llamándole niñato y egoísta y diciendo que dejase a su padre en paz que ya era mayor para saber lo que hacía.
          Andrés sin pensarlo dos veces, muy aturdido y cabreado, sacó una navaja de su bolsillo y se la clavó primero a su padre en un costado, pero cuando Angela se metió por medio para defender a Pepe, Andrés volvió a esgrimir la navaja atinando desgraciadamente en el corazón de la mujer, dejándola muerta en el acto.
          Fue un trágico final para un buen hijo que adoraba a su madre y que el padre como tantos hombres se dejó embrujar por una mujer que según parecía su única intención era ir apoderándose de las pertenencias de la pobre difunta.

                    PILAR MORENO 


         

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