Cifuentes
de Tajo, era un pueblo pequeño y recoleto en el cual había bastante vida debido
a la gran cantidad de cazadores que se acercaban por la zona. La caza existente
era menor, lo que más abundaba era el conejo, la liebre, la perdiz etc. Etc.
La
señora Valentina como era conocida en la comarca, poseía gran parte de los
terrenos del pueblo, de ahí que se la conociese en todos los alrededores. Uno
de los más grandes campos que poseía, lo tenía dedicado al tomillo, planta
aromática donde las haya y de la que al cabo del año recogía pingües
beneficios.
Solían
ir los cazadores al terminar la jornada de caza a comprarle el famoso tomillo
que como por allí se decía, no podía comerse mejor conejo que el aliñado con el
tomillo de la buena mujer.
Una
tarde noche, uno de los cazadores se dirigió a casa de Valentina para comprarle
el tomillo y le comentó que le había parecido, ver a lo lejos un oso.
-Quia,
hombre ¿cómo vas a ver un oso?, habrás pimplado más de la cuenta en lo que se
te presentaban los conejos.
-No
señora, le digo yo a usted que lo he visto de lejos. Y era bien grande y gordo,
además era marrón oscuro, en algún momento se ha puesto de pie apoyándose en
sus dos patas traseras.
-Lo
que yo te diga, tú has pimplado.
-Toma
anda, hoy te regalo este manojo de tomillo para que le huela bien el conejo a
tu mujer.
-Muchas
gracias, Valentina, pero yo le digo que es verdad. Ojalá que algún otro cazador
lo haya visto y así no quedaré por borrachín ni embustero.
El
cazador marchó hacia su coche.
Al
poco rato Valentina escuchó unos gritos de auxilio y socorro a lo lejos. Aunque
estaba pensativa en lo que aquel cazador le había dicho, seguía pensando en que
aquel hombre había bebido y veía visiones. Más volvió a escuchar los gritos ya
más cerca y sin pensarlo dos veces salió al zaguán de la casa para ver si eran
imaginaciones de ella o era cierto que alguien pedía socorro.
Para
su sorpresa vio venir hacia ella a un hombre vacilante en sus pasos, gritando a
voz en cuello,
-Que
lo maten, que lo maten, antes de que pueda herir a otra persona. Socorro,
socorro, es un tremendo oso el que me ha herido y me sigue.
Entonces
Valentina, se fue acercando al hombre y se cercioró de que llegaba sangrando y
que los conejos que llevaba colgando del cinto estaban destrozados. Dio media
vuelta corriendo y se dirigió a su casa para llamar por teléfono a las
autoridades para que fuesen a socorrer a aquel hombre herido y al tiempo ellos
cazasen al oso perturbador de la tranquilidad de aquel pequeño pueblo.
PILAR
MORENO 17 octubre 2019
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