Los guantes son un artículo que en la antigüedad se utilizaba tanto en invierno como en verano, las señoras de bien a cualquier hora iban ataviadas con este complemento, provocaba señorío, daban prestancia a quien los lucía.
Solían ser de encaje, de
cabritilla, de la misma tela de los vestidos, incluso de rejilla. En casa de mi
madre, los hubo de muchos tipos, los cuales yo despaché a la hora de deshacer
la casa, eso ya no se veía por el mundo.
Hay personas para las que
son imprescindibles en invierno dicen, que si no los llevan parece que van
desnudas y no entran en calor. Yo tengo de varios tipos, pero he de decir que
soy incapaz de ponerlos, me resultan tan incómodos, bien es verdad que dicen
que gato con guantes no caza, pues yo soy buena gata, de raza y será por eso
que no los pongo. Es raro que tenga las manos frías y teniendo bolsillos en los
abrigos, los considero innecesarios.
Los únicos guantes que he
utilizado bastante y por razones obvias han sido los de jardinero, cuando
arreglaba el jardín de mi anterior casa y hoy los sigo utilizando para plantar
y arreglar la terraza pues, dado como tengo las manos de alergia o sabe Dios
qué no me puedo permitir el hacerlo sin ponerme unos y antes haberme dado bien
de crema pues si son fuertes o tienen goma también me perjudican.
Otros que últimamente me
pongo son los de fregar y debajo tengo que poner los de algodón, cualquiera que
me vea con ellos puestos diría que nunca había fregado un plato, todo se me
escurre, se me cae de las manos, en fin, un desastre, por lo que he decidido que
aunque estoy yo sola y es una miseria lo que tengo que fregar, meterlo al
lavaplatos y si gasta luz y agua pues que le voy a hacer, como dice el refrán
“benditos mis bienes que remedian mis males” tampoco va a ser la ruina.
PILAR MORENO 16 enero 2022
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