sábado, 7 de septiembre de 2024

NO SE QUIEN SOY


 

           Aquí estoy, sentado en un banco de una comisaría. Me encontraba paseando tranquilamente por un parque de mi ciudad, cuando de pronto, unos hombres uniformados, me tomaron del brazo y me acosaron a preguntas. Yo solo sabía contestar con monosílabos, si, no, vale, no sé. Entonces me tomaron por los brazos y me hicieron entrar en un coche de la policía. Yo creía que no había hecho nada incorrecto, pero… de pronto en la comisaría me encontré.

              Aparece de pronto un señor muy alto, bien arreglado con galones en las mangas o como se diga eso, debe de ser un jefe, eso he pensado, si es que realmente pienso que ya no lo sé.

              Buenas tardes D. Francisco Núñez Pérez, dijo el hombre muy educado y yo miraba a todos lados sin saber a quien hablaba. Después de repetirlo varias veces, me da un golpecito suave en el hombro y me dice, caballero,

-¿ese es su nombre verdad?-

-Cual, contesto,

- pues ese D. Francisco Núñez Pérez,

-no sé.

-¿Cómo que no sabe?,

-no, no lo sé.

-Pues es el que pone en su documento de identidad.

-Yo no tengo de eso,

-¿Cómo qué no?

-Me lo acaban de entregar los agentes que lo han traído hasta aquí. Lo llevaba usted en su cartera, junto con la tarjeta de la seguridad social y una tarjeta de crédito del Banco de Santander.

-Buenoooo, del banco Santander, esos son unos impresentables, unos sinvergüenzas, te quitan hasta el apellido si les dejas. Ahí, ahí, es donde dicen que me dan la paga, pero me dan una miseria.

-Usted no tiene hijos

-Pues creo que tuve dos

-Y ¿dónde se encuentran?

-No sé

-Y usted con quien vive?

- Anda coño, pues conmigo

-Y ¿Quién le atiende y le hace la comida?

- Esa, esa, esa de plástico que pone Santander, es mi mejor amiga y me da todo lo que quiero. Si quiero comer, voy a donde hay comida, si quiero un dulce, entro donde los venden. Ya me conocen, llevo años en el barrio y todos me saludan. Adiós Paco, otros dicen ¿Paquito a dónde vas? Cuando se hace de noche subo al piso y duermo, cuando amanece, si tengo ganas me levanto y si no me quedo en la cama, hasta que tengo hambre y entonces me arreglo, eso sí no sin antes darme un buen fregao, que las partes pudendas hay que tenerlas siempre limpias y frescas.

-Entonces quiere usted decir que ¿vive solo?

-Ya le he dicho que vivo conmigo, que no necesito a nadie.

- Bueno D. Francisco

-Y dale, ¿Quién coño es ese fulano que yo no le conozco?

-Pues es usted, mire es lo que pone aquí en su documento.

-Bueno pues que ponga lo que quiera

-Y su casa ¿en qué calle se encuentra?

- En la de siempre, yo nunca me he cambiado, siempre he estado en la misma.

-Bueno Paco, ¿le gusta más que lo llame así?

-Ve ya nos vamos entendiendo, ese si creo que soy yo.

- ¿Toma usted alguna medicación?

-No, no, no yo no me drogo que es lo que hacen los jóvenes de ahora y así están todos de locos. Como yo no tomo nada, así estoy de sano y fuerte.

-D. Francisco, perdón, Paco si es así como he de llamarle, ¿le importaría que lo acompañásemos a su casa para ver sus condiciones de vida y si necesita alguna ayuda?

-Cojones, también vosotros os queréis meter en mi vida, pues de eso nada. Yo no admito a nadie en mi casa y menos a cotillear, si yo quiero subir a alguien a mi hogar, tendrá que ser cuando yo quiera y porque sea mío, pero así por las buenas, nada de nada.

Estaba claro que el seguir hablando con D. Francisco, no llevaría a buen puerto por mucho que la policía se lo propusiese.

Le ofrecieron un chocolate con unos bollos que, parecía ser lo que le gustaba y entretenerlo en aquel lugar, mientras el comisario hacía unas gestiones, para acercarse unos agentes al domicilio que ponía en el carnet y comprobar si era verdad que vivía allí. Hablarían con los vecinos y podrían averiguar si aquel hombre tenía familia o en realidad estaba solo en el mundo.

Pasado el tiempo, cuando los agentes regresaron a comisaría, comentaron con el comisario que, en efecto vivía en aquel domicilio. No estaba solo, con el vivía una hija que era la encargada de hacerle todas las tareas del hogar. Era soltera y a su vez enfermera y por las noches se dedicaba a cuidar enfermos terminales. Como siempre trabajaba con turnos, en los que tenía libres, era cuando atendía la casa, se encargaba de ponerle a su padre la tarjeta del banco para que no le faltase de nada. Lo tenía bien limpio y cuidado, pero no hacía carrera de él. Desde que había fallecido su madre, no lograba que parase en casa, tenía que comer donde le apetecía y siempre iba diciendo que vivía consigo mismo.

Los agentes la citaron para mantener una firme conversación con ella y ver que podían hacer con aquel hombre, el cual parecía haber perdido un poco el oremus.

Rocío, así se llamaba la hija, se presentó en comisaría al ser citada por el jefe de policía. Iba extrañada pues, no sabía que podía haber pasado con su padre. Era un hombre tozudo, pero enemigo de meterse en problemas, no comprendía que podría haber hecho, pues era un trozo de pan. En el barrio todo el mundo lo quería. Era el barrio de toda la vida, en él había nacido, pasado su infancia y juventud, se había casado con una buena chica del mismo lugar y se quedaron a vivir en el mismo piso en el que siempre vivió y allí tuvo a su hija la que ahora era requerida por las autoridades; también había fallecido allí su querida esposa y a partir de ese momento es donde él parecía estar despistado. Ella se ocupaba de todo y de que no le faltase nada, pero no estaba solo.

Tenía muchos conocidos que también se preocupaban por él y si algo raro notaban enseguida avisaban a Rocío. Los lugares que frecuentaba eran casi a diario los mismos por eso, ella estaba tranquila.

Cuando la recibió el comisario en su despacho, comenzó a contarle que habían encontrado a su padre paseando solo en un parque de aquella zona y era ya atardecido y los agentes pensaron que podía ser una persona que se hubiese extraviado y no supiese volver a su casa.

-Sr. Mi padre lleva años haciendo lo mismo a diario y sabe perfectamente donde vive, si no fuese así yo no estaría tan tranquila trabajando día y noche para arle todo lo que pudiese necesitar y más.

-Srta. Habíamos pensado que, si no fue de ese modo, podríamos llevarlo al hospital y valorar su estado mental.

-No es necesario, mi padre no padece ninguna demencia y sepa usted que está muy bien vigilado en el hospital donde yo trabajo.

-Me alegra que sea así, porque de otro modo nos veríamos en la obligación de buscarle una residencia en donde lo pudiesen atender, como se merece una persona de su edad.

-Pues sr. Comisario, si no necesita nada más de mi persona, he de abandonar este lugar, mis obligaciones me reclaman y no son pocas. Le quedo muy agradecida por las molestias que mi padre les haya podido causar y por su atención hacia él.

-Srta. Rocío, si en algún momento nos necesita o podemos ayudarle en algo no dude en dirigirse a nosotros que le atenderemos con sumo gusto Y… cada vez que veamos pasear a su padre, le saludaremos como se merece y si está en nuestra mano le haremos un rato de compañía y le acompañaremos en lo que podamos.

-Adiós D. Francisco.

-Coño, como he de decirle que ese no soy yo. Anda vamos hija que este tío se ha empeñado en ponerme un Don Francisco por nombre y ya sabes tú que ese no soy yo. ¿O ES QUE NO SÉ QUIEN SOY?

 

PILAR MORENO 12 agosto 2024

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