viernes, 26 de julio de 2013

TIERRA SIN AIRE



         Aquella mañana, Leroy, salió a correr por el parque como venía haciendo varios años. Estimulaba todo su cuerpo aquella carrera tanto con frío como con calor. Al regresar a su casa siempre se daba una buena ducha con agua tibia, tomaba un café y se dirigía feliz a su trabajo. Sin embargo, ese día tenía el presentimiento de que no iba a ser un día corriente, algo en su interior le hacía sentir inquieto.
         Al apearse del suburbano en su estación, anduvo unos cuantos metros y de pronto vio un remolino de personas. Curioso se acercó y pudo comprobar con gran sobresalto que era su propio jefe el que yacía tirado en el suelo. Había sufrido un infarto. No podía ser, el Dr. Conrad no podía morir era su mentor; el hombre que lo había sacado de la Cuba opresora y le había enseñado todo lo que sabía. Era la mejor persona que había conocido, había tenido fe en él y le había dado un sitio en su hospital para que ejerciese la profesión médica que con tanto trabajo había estudiado en su país. 
         En lo que llegaba la ambulancia, Leroy no dejaba de pensar que sería de él. Presto se subió con él y se dirigieron rápido al hospital. Los enfermeros, nada más subirlo a la ambulancia, lo entubaron y le aplicaron los primeros auxilios con gran presteza. Nada más llegar, se dirigieron a quirófano y le operaron obteniendo un gran éxito. Leroy intervino en la operación aunque muy nervioso.
         Una vez que el Dr. Conrad salió de aquel incidente, agradeció a todo el mundo las preocupaciones y las atenciones que para con él habían tenido, especialmente con Leroy al que realmente tenía como un hijo.
         Leroy, era el que realmente estaba agradecido de que el Dr. Conrad hubiese sobrevivido pues en aquel hospital, todavía no llevaba el tiempo suficiente como para conservar su puesto, ya que todavía no había aprobado la oposición que debía celebrarse para obtener una plaza fija. De no estar amparado por su mentor, era muy posible que tuviese que volver a Cuba su país natal, allí sí, tenía sus raíces, pero era muy posible que en lugar de ser un buen especialista, se viese obligado a ejercer una medicina rural sin medio alguno, que aunque muy necesaria, era tan precaria, que carecía de los medios más elementales para poder salvar vidas en las condiciones pertinentes. Eran ancestrales los recursos con los que allí se contaba y él en su interior, sabía que no había estudiado con tanto esfuerzo para  no poder  ejercer debidamente su profesión por falta de elementos.
         Cada vez que pensaba en su tierra, la miseria, la pobreza, destrucción, abandono y todo lo que allí estaba ocurriendo, sentía que aquello era en realidad peor que un desierto. Era esa tierra sin aire en la que era imposible respirar, en la que los pulmones cada vez se cerraban más y más, hasta exhalar el último suspiro.

          PILAR MORENO 19-7-2013

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