martes, 27 de enero de 2015

AQUELLA TARDE GRIS

Toda la tarde estuvo gris, muy plomiza, hacía demasiado calor y amenazaba lluvia. Yo tenía una cita, una cita muy importante para mí, era uno de esos días que entre semana, a la salida del trabajo, tomábamos un bocado y después íbamos al cine o al teatro, donde tocase, cada vez íbamos a un sitio diferente. Al juntarnos, comenzó a chispear, después a tronar y por último a caer agua del cielo como si no lo hubiese hecho nunca. Nos refugiamos en un portal a esperar que amainase un poco pues aunque yo como siempre llevaba paraguas en el bolso, no servía de nada por la fuerza con que caía. En aquella época he de decir que los portales estaban abiertos, creo que muchos de vosotros lo recordareis. No éramos los únicos que nos habíamos refugiado allí, en un momento aquel portal parecía el camarote de los hermanos Marx, todos esperábamos lo mismo. Cuando comenzó a aflojar el ritmo de la lluvia, los refugiados comenzaron a salir, unos corriendo, otros no tanto, el caso es que al final nos quedamos solos. Nos mirábamos fijamente a los ojos sin decir nada, él tenía un brillo tan bonito, tan especial, siempre que estábamos juntos le observaba, creo que solo lo tenía cuando me miraba a mí. Al poco rato, abrimos mi paraguas y él lo cogió al ser más alto y echándome el brazo por encima del hombro, comenzamos a andar. Yo lo agarré por la cintura y notaba que cada vez estábamos más juntos y que gratificante era el notar el calor de aquel cuerpo tan viril. Creo que los dos estábamos emocionados de habernos sentido tan cerca el uno del otro. Hablamos poco durante el camino y era raro pues a los dos nos encantaba hablar, contarnos las cosas que habíamos hecho, realmente nos sabíamos nuestras vidas de carrerilla. Llegamos al cine, bastante pronto pero debido a la lluvia, los cines de La Gran Vía, no solían abrir con mucha antelación, pero en esa ocasión si lo hicieron. Estuvimos un rato en el hall hasta que abrieron las puertas de la sala, seguíamos mirándonos a los ojos como si fuese la primera vez que nos veíamos. Cuando nos acomodamos en nuestras butacas, nos tomamos de la mano, fue una sensación muy especial, aunque no era la primera vez que lo hacíamos. Una vez comenzada la proyección, pasó su brazo por encima de mí y recibí el mejor beso de toda mi vida, ese beso que nunca se olvida y que aunque haya muchos después no saben igual. El beso del primer amor, de la primera ilusión, el que se lleva dentro del alma hasta el final de los días. Los días grises y plomizos me levantan dolor de cabeza, pero bendigo aquella tarde, aunque fuese muy, muy gris. PILAR MORENO

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