martes, 27 de enero de 2015

EL SENDERO TORTUOSO

¿Qué más le podía pasar en la vida si desde su más tierna infancia se la había pasado sorteando escollos? Qué más daba uno más, estaba harta de tantas dificultades, algunas veces se preguntaba por qué seguía luchando, sabía que todos sus esfuerzos eran inútiles, nadie tomaba en consideración nada de lo que hacía o decía. ¿Cuántas veces estuvo a punto de tirar la toalla? de darse por vencida, pero era más fuerte que ella, revelarse y solucionar los problemas al fin y al cabo ella era la más válida en determinados momentos y sabía que si ella sucumbía todo se iría al traste y no lo podía permitir, había que sacar fuerzas de donde fuese para que sus propósitos llegasen a buen puerto. Había pasado por toda clase de enfermedades, desde la abuela, los padres, ella misma sufrió varias intervenciones quirúrgicas, unas leves y otras bastante graves, pero todo lo había superado con mucha entereza y con buen carácter. Todo el que la conocía se hacía cruces de ver la animosidad de semejante mujer ante las adversidades y como era capaz de superar los problemas incluso con muy buen humor, en muchas ocasiones se reía de ella misma. De pronto, se encontró en el camino más tortuoso de todos los que había recorrido a lo largo de su vida. Era el ver como su esposo se estaba matando poco a poco y sin querer reconocerlo. Había padecido con el muchas vicisitudes a lo largo de tantos años de matrimonio, había sobre llevado los avatares de la vida que el mismo había tenido, los constantes cambios de humor, épocas buenas y malas como todas las parejas que cuando hay problemas sobre todo de trabajo se descargan en casa que es donde más confianza se tiene. Cambios de empresas con lo que eso conlleva, pero todo había merecido la pena, había sido un buen esposo y un grandísimo padre. Ahora lo veía deteriorarse por momentos, una respiración agitadísima la cual el achacaba a estado de ansiedad, pero ella sabía de sobra que lo que tenía no era otra cosa que falta de aire en sus pulmones como consecuencia de años y años de fumador empedernido. Lo veía asfixiarse cada vez más pero no podía hacer nada por evitarlo, el cigarro no lo soltaba de la mano y cada vez que lo decía algo, solo servía para malhumorarlo más y más. Decidió que por tortuoso y difícil que fuese llegar al final de ese camino, estar a su lado cuidándolo como siempre había hecho pero mortificándose por no haber sabido hacerlo reflexionar lo suficiente para que dejase esa adicción. PILAR MORENO

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