viernes, 30 de octubre de 2015

LA FAMILIA PÉREZ

El señor Pepe Pérez, su señora Pepa y toda su prole, habitaban en un sótano de la calle Arenal de Madrid. Era un matrimonio con escasos recursos económicos, se las apañaban como podían para subsistir, con lo que iban recogiendo de los cubos de basura, de contenedores e incluso se colaban a través de las alcantarillas a ciertos comercios de esa misma calle y de su paralela la calle Mayor. Aunque era una zona de mucho turismo, las grandes charcuterías que en estas calles se ubicaban, eran de mucha categoría y de exquisitos alimentos. Ellos que eran tan humildes, los días que no conseguían excesiva comida para toda la familia en los sitios anteriormente citados, se decidían a entrar en estos establecimientos, pues sabían que de ellos salían bien alimentados y con alguna delicatesen bajo el brazo que guardaban en su guarida para los días en que se les había dado mal la colecta o que por las inclemencias meteorológicas no hubiesen podido salir de casa a buscar su manutención. Se sabían al dedillo toda clase de trucos para evitar ser pillados en las trampas que al objeto de cazarlos los comerciantes ponían, aunque algún susto sí que se llevaron, sobre todo el más pequeño de la familia. Luego de haber terminado su faena, salían a la calle los padres delante y los hijos detrás con gran sigilo. Un día al haber terminado la jornada, el señor Pepe asomó el hocico y olisqueando con sus bigotes por la rejilla de la alcantarilla que estaba en la puerta de una de las charcuterías, dijo como siempre, “ahora” y todos le siguieron para cruzar la calle. En ese momento, sin darles tiempo a reaccionar, vino un todo terreno lanzado y aplastó con sus enormes ruedas a toda la familia, menos al más pequeño. El pobre tuvo que volver a su hogar él solo, lloroso y sin saber que hacer pero era demasiado pequeño para valerse, por lo que decidió ir a visitar a un pariente lejano. Una vez contó lo ocurrido, su pariente que ya se encontraba mayor y casi sin fuerzas, decidió dejarle en herencia su oficio. Este consistía en que cuando a los niños se les caía un diente, el bajo la nocturnidad entraba en las casas y cambiaba el diente caído por una moneda que colocaba debajo de la almohada en donde había encontrado el diente. Con los años se hizo muy famoso, es más en nuestros tiempos, el ratón Pérez, sigue apareciendo en los hogares cuando algún niño queda mellado. Lo que ya no puedo explicar por el tiempo pasado, es si será el mismo ratón o algún descendiente suyo, que será lo más lógico. PILAR MORENO 24 Octubre 2015

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