martes, 3 de noviembre de 2015

EL OTRO DON JUAN

Demasiados Don Juanes existen en esta vida, a unos se les conoce rápidamente y a otros cuesta más trabajo. Hoy voy a hablaros del Don Juan que yo conocía, al igual que el de Zorrilla, era un truhan de mucho cuidado, pendenciero, galán, aventurero, rico, mujeriego, un bravo español, que con su palmito dejaba locas a todas las mujeres que a su lado paraban. Dicho caballero, no hacia remilgos a cualquier tipo de dama, ya fuese soltera, casada o viuda, para él todo lo que se moviese con faldas le valía. No dudaba en requebrarla y si era posible poseerla, con el solo fin de pasar un buen rato. Pasó media vida haciendo de las suyas, pero como se suele decir, a cada gorrino le llega su San Martín. Juanito para los amigos, trató de enamoriscar a una jovenzuela con engaños y ardides y ella lo creyó, era guapa a rabiar, con grandes ojos verdes, rubia como el trigo, con una melena que le caía por su espalda hasta donde la misma pierde su digno nombre, esbelta con una figura que parecía una modelo. Fue a cortejarla en varias ocasiones con el fin de aprovecharse de ella, pero… lo que él no podía imaginar es que se iba a terminar enamorando de ella cual becerro. Entonces las cosas cambiaron para Juanito, iba a visitarla casi todos los días, ya no hacía burlas de ella con los amigotes y solo pensaba en pasar el mayor tiempo con ella, incluso se planteó el pedirle matrimonio. No hubo pasado demasiado tiempo, cuando sus pensamientos se convirtieron en una obsesión por la muchacha y decidió pasar a la acción. Hablaría seriamente con su padre y fijarían si el consentía la fecha de la boda. Se presentó ante el padre y le expuso sus intenciones, el buen señor, observando el grandísimo interés que Juanito tenía por su bella hija, no puso ningún obstáculo, simplemente le dijo que ese asunto aunque a él le parecía bien, lo tenía que determinar su hija. Juanito firmemente habló con ella y esta accedió a contraer matrimonio con él, pero debía de pasar un tiempo prudencial hasta que ella hubiese solucionado unos asuntos que tenía pendientes. El enamorado no puso ningún impedimento, sería lo que ella desease. Pasó el tiempo solicitado, prepararon el enlace con toda ilusión y llegó el día tan ansiado por Juanito. Se había hecho así mismo la promesa de no volver a mirar a ninguna mujer que no fuese la suya, no volver a reírse o hacer pillerías con la primera que se le pusiese por delante, sería un marido fiel hasta el fin de sus días, era lo que le dictaba su corazón. Llegó el día del enlace y todo salió a pedir de boca, era la novia más bonita que jamás se hubiese visto. La ceremonia preciosa, el banquete suculento y fastuoso, solo quedaba quedarse a solas con ella y consumar el matrimonio. Había sido un noviazgo a la antigua usanza exigido por ella. Quería llegar virgen al matrimonio, Juanito harto que estaba de tantas y tantas mujeres poseídas e incluso violadas en sus hazañas, consintió a sus deseos. Una vez hubieron llegado al tálamo nupcial, estaba loco por hacerle el amor cuanto antes, entonces comenzó a acariciarla por todo el cuerpo y cuando llegó a tocar su sexo, se encontró con un príapo (falo) de medidas insospechadas. ¡Qué mala jugada le había preparado el destino! No era posible que a él le hubiese ocurrido aquello, el que estaba tan acostumbrado a hembras de todo tipo. En ese momento a Juanito le dio un infarto quedando tendido en el lecho. PILAR MORENO 30 Octubre 2015

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