jueves, 11 de febrero de 2016

LA CEREMONIA DEL DUELO Mi amigo Blas, apodado “El Canalla”, había trabajado como un autentico poseso, durante toda su vida. No se había permitido ni unas vacaciones, ni viajes, nada de nada, por lo cual había amasado una pequeña fortuna. Siempre decía para cuando seamos viejos y dejar algo a los chicos. Su pobre mujer, siempre hogareña y buena madre de los hijos, nunca se quejó de nada, sumisa y obediente en todo lo que el Blas como ella decía, era el que llevaba los pantalones en casa. Poco antes de jubilarse, Blas un día al levantarse de la cama, no se encontraba bien y se fue con Adelita, que así se llamaba la esposa, al médico para que lo hiciese un reconocimiento. Mal debía de encontrarse el amigo para querer que le viesen pues era auténtico terror el que tenía a los médicos. Una vez que el doctor le hizo lo que se suele hacer en una visita rutinaria, le comenzó a hacer pruebas más profundas, con las que descubrieron una enfermedad bastante grave, la que le llevaría a un final temprano y con bastante sufrimiento. Adelita y Blas comentaron a sus hijos los resultados del padre y lo que el doctor había dicho. En lo que se encontrase con fuerzas, debía hacer una vida normal y disfrutar todo lo que pudiese pues en realidad no sería demasiado tiempo. Pasaban los días y Blas seguía haciendo su vida normal, solamente se planteó dejar el negocio a su hijo mayor y dejar él de trabajar que ya lo había hecho durante muchos años. Así lo hizo y en pocos días había arreglado todo para él dedicarse a vivir lo que le quedase. Una mañana Adelita al levantarse de la cama, vio que Blas no estaba con ella y pensó que como no dormía demasiado bien se habría ido al sofá como hacía en otras ocasiones para no molestarla. No fue así, buscó por toda la casa y ni rastro, llamó a los hijos por teléfono a ver si sabían algo y ninguno sabía nada. Dado el estado en que se encontraba, dieron parte a las autoridades y lo buscaron por todas partes sin ningún éxito. Pasaban las horas y los días sin tener la menor noticia del interfecto. A Adelita se le ocurrió ir a mirar una caja en donde Blas guardaba dinero, que siempre decía “esto es intocable, solo en casos de suma emergencia” Se llevó una buena sorpresa pues la caja estaba vacía y bien colocada en el sitio donde siempre había estado. No podía ser, ¿Cómo era posible que se hubiese fugado con toda aquella pasta? ¿Dónde habría ido? Blas seguía sin dar noticias de su paradero y nadie era capaz de encontrarlo. Pasados unos meses, decidieron darle por muerto. Toda la familia vistió de pronto de luto riguroso y prepararon un funeral por todo lo alto, la iglesia llena de flores, cirios por todas partes y como no podía ser menos, sobre el catafalco un ataúd vacio claro está, pero haciendo las veces de un auténtico duelo. Cuando el sacerdote comenzaba el acto religioso, con prácticamente todo el pueblo allí reunido, ya que Blas era un hombre muy conocido y respetado, se abrieron de golpe las puertas del templo y por ellas entró Blas, preguntando a voz en grito, pero que hacéis, os habéis vuelto locos? ¿Me dabais por muerto? Adelita sus hijos corrieron a abrazarle y al preguntarle donde había estado todo ese tiempo contestó: El médico me dijo que disfrutase todo lo que pudiese y así lo hice, ¿no veis que aspecto tan saludable tengo? “SOLO ME HABÍA IDO DE PARRANDA” Y NO ESTABA MUERTO QUE NO Y NO ESTABA MUERTO QUE ESTABA TOMANDO CAÑAS. PILAR MORENO 6 Febrero 2016

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