Era una hermosa mañana de finales de noviembre. Durante la noche había nevado un poco, pero la fresca capa que cubría el suelo no superaba los tres dedos de espesor. Todavía se podía caminar fácilmente. Iba despacio, sin prisa, sabía que a donde se dirigía llegaría temprano. Hacía mucho tiempo que no pasaba por esos lares, demasiado quizás y no sabía lo que podría encontrar. Nadie se cruzó con él por el sendero y sus pensamientos se agolpaban en su cerebro.
Hacía
más de treinta años que había salido de aquella aldea. Su padre lo había echado
con cajas destempladas del hogar familiar y no tuvo más remedio que marchar a
la capital en donde se pudo valer para subsistir y con el tiempo ir progresando
aun sin grandes capitales. Sobrevivió y pudo guardar algo de dinero para el día
que pudiese regresar a su casa.
Fue
duro el no saber nada de su madre y sus hermanos durante tanto tiempo y soñaba
con algún día poder abrazarlos, sobre todo a su madre que la dejó enferma y
temió nunca más volver a verla. Rezaba todos los días porque eso no sucediese.
El
día que recibió la noticia de que el padre había fallecido hizo un hatillo con
sus pertenencias y los pocos caudales que había guardado y se dirigió raudo
para ver a su familia. Deseaba de todo corazón que el resto de la familia se
encontrasen bien y poder rehacer la vida familiar que el patriarca le había
negado. Sabía que mientras el viviese nunca habría podido volver, era un hombre
de ideas ancestrales y jamás hubiese dado su brazo a torcer por lo que había
pasado entre los dos. Simplemente no aceptaba que siendo el hijo mayor y el
heredero, anduviese en relaciones con una moza de la aldea que era de la
familia más pobre que había en derredor.
Cuando
llegó por fin al hogar, iba empapado pues sin él haberse dado cuenta había
comenzado a nevar en grandes cantidades y no se había percatado por lo
enfrascado que iba en sus pensamientos.
Nadie
lo esperaba a la puerta y se temió lo peor, pero, al tocar la puerta con la
aldaba, salió su anciana madre y al reconocerlo se le abrazó sin poder creer
que tenía delante a su hijo amado. Luego fueron saliendo sus hermanos ya hechos
unos hombres y los abrazos colmaron el sufrimiento que había pasado durante
tantos años, no se alegraba de que el padre hubiese muerto pero, fue lo único
que le permitió volver.
Después
de las alegrías propias del regreso, preguntó por la moza causante de su
alejamiento y su desdicha. No quisieron engañarlo, esta se había marchado de la
aldea con un señorito que había llegado de lejos, adinerado y el padre accedió
a que se fuese con él, a cambio de unos buenos cuartos.
Quedó
totalmente decepcionado pues, aunque había pasado mucho tiempo y suponía que no
lo estaría esperando, nunca pensó que prácticamente hubiese sido vendida.
Él
se hizo cargo de la casa y de las tierras cuidando de la madre hasta el final
de sus días y dando a sus hermanos lo que les correspondía y de esa forma hacer
que toda la familia ocupase su sitio y fuese lo más feliz posible. No quiso
nunca seguir el ejemplo del padre, que no fue el mejor y dejó muy marcados a
todos los hijos.
PILAR
MORENO 8 noviembre 2022
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