jueves, 13 de febrero de 2014

CUENTO DE NAVIDAD

Una vez que salió a la calle, viendo que nadie se había dado cuenta de su huída, se puso a caminar lo más ligero que podía, realmente no era mucho debido a sus dificultades físicas. Caminó y caminó, hasta llegar a las desiertas callejas de un pueblecito cercano. Él camino a través de ellas sin prestar atención de si alguien lo había visto. Los chavales más pequeños del pueblo, estaban a las afueras del mismo recogiendo piedras, musgo y ramas pequeñas, para la construcción de belén parroquial. Chillaban y gritaban como posesos debido a la alegría de poder estar juntos aunque fuese invierno pues con las bajas temperaturas que por allí hacían era muy normal que las madres no les dejasen jugar en la calle, todo lo más iban al cine que el párroco les ponía una vez al mes un domingo por la tarde o si alguno se juntaba en casa de otro que viviese cerca. Aquel pueblito, por ser pequeño, estaba un poco dejado de la mano de Dios, como solían decir los mayores. Tan dejado estaba, que las calles carecían de alumbrado y pavimentación, por eso en invierno y habiendo tanto bosque cerca, decían que al irse la luz del día quedaba oscuro como boca de lobo. Nadie osaba salir de noche de su casa sin una linterna o candil. Todos gozaban con los hallazgos que iban tomando en sus manos, se imaginaban que eran auténticos tesoros y que el padre Juan, que así se llamaba el párroco, se pondría muy contento al ver tanta maravilla escogida con sus propias manos. De pronto, uno de ellos, el que estaba un poco más alejado del grupo, comenzó a chillar, unos se quedaron paralizados al oírle y otros fueron a su encuentro. Cuando llegaron hasta él, se dieron cuenta del porque de sus gritos. Había junto a él un monstruo con cuerpo de hombre, la cara muy rara, alargada, con los dientes hacia fuera, unas enormes orejas y no parpadeaba, parecía como sus ojos hubiesen sido colocados para estar siempre abiertos, además no hablaba, emitía unos horribles sonidos que ninguno era capaz de comprender. Uno de los muchachos no pudiendo contener su terror, se hizo pis en los pantalones y reculando para que no se diese cuenta ninguno, se fue acercando al grupo de los que se habían quedado paralizados y todos juntos se abrazaron poniéndose a rezar como el padre Juan les había recomendado para alguna situación difícil. Cuando más aterrorizados estaban, vieron una gran nube que descendía del cielo, de ella salió un ángel con una túnica azul y unas grandes alas blancas. Con sus brazos envolvió al monstruo dándole grandes muestras de cariño. Se volvió al grupo de niños y les dijo: —No tengáis ningún miedo, nada malo os iba a hacer este pobre chico, que no ha tenido la suerte de ser normal como vosotros, solo quería ver la calle y un poco de mundo, pues nunca ha salido de la institución en que le abandonaron sus padres— El ángel volvió a entrar en la nube llevando en sus brazos a aquel inocente. PILAR MORENO – 1 Diciembre 2013

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