miércoles, 5 de febrero de 2014

LA ALMOHADA REPLETA

Pocos mortales son los que no apoyan su cabeza en una almohada para descansar, cada uno la pone a su gusto. Las hay de lana pura de oveja, de miraguano, de látex, de fibra, etc. etc. Hay personas que cuando salen de viaje ocultan en ellas sus joyas y dineros con el solo y tonto objeto de que si entran los cacos en la vivienda, no encuentren nada. Claro está que estas personas son ajenas a lo listos que son esa clase de cacos. Otros las utilizan para reposar sus pies cuando los tienen muy cansados, claro está que si los pones en alto la sangre se baja a la cabeza y se relajan tanto que se quedan dormidos, lo malo es que al despertarse, no saben en donde se encuentran. Sin embargo hay otras personas que la almohada la utilizan para guardar en ella todos sus sueños. Por ejemplo, los niños apoyan su cabeza sobre ella y le cuentan que los reyes les van a dejar esa bicicleta que tanto les gusta, o esa muñeca que come y hace pis, es decir depositan sobre ella unas ilusiones que en muchos de los casos, con el paso de los días y la llegada de los magos, se convierte en realidad pero… ¿Qué sucede, cuando quien está depositando sus ilusiones es un adulto? ¿Cuántas almohadas hay que están en esta época a rebosar de ilusiones, de sueños no cumplidos y lo que es peor, de las más estrictas necesidades que muchos de los habitantes de nuestro país están teniendo en estos momentos? Padres y madres de familia que no saben cómo al amanecer el día van a dar de comer a sus hijos. De ¿cómo pagarán los recibos de las cosas más elementales, como son luz, agua, gas, que son tan necesarios para vivir? No son artículos de lujo, simplemente necesidades. También hay otras almohadas repletas de llanto por un amor perdido, por un amigo olvidado, por algún disgusto familiar, por una enfermedad ¡Qué sé yo! Tantas y tantas cosas. He de confesar que la mía en particular ha habido temporadas en las que al despertar se podía retorcer como si la hubiese lavado, son circunstancias de la vida de cada uno. Tengo que decir que soy muy llorona, que me emociono con facilidad. En estos momentos, hay noches en las que se me escapa alguna lágrima pensando en mis nietos, otras recordando cosas de mi juventud que fueron bonitas y que lo podían haber sido más. Me acuerdo muchas veces de mi abuela, de mis padres, sobre todo de mi padre, al que aún después de tantos años de su marcha, me sigo acordando cada día. De tantas y tantas cosas vividas a lo largo de los años que tengo. También hay veces que se me hace un nudo en la garganta, pensando en el día que yo parta el sufrimiento de mis hijos y nietos o al menos es lo que quiero creer, que lo van a pasar mal. En la pena que me da pensar que no los volveré a ver más. Por eso mi almohada, mi querida almohada, siempre está repleta de lágrimas. PILAR MORENO – Marzo 2014

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