martes, 23 de junio de 2015

ALICIA CARRIÓN

Alicia había nacido en el seno de una familia humilde, trabajadora, su madre Dora, regentaba una mercería en un popular barrio de la capital. Antonio, su padre era viajante de productos de mercería y textiles. Desde muy tierna edad Alicia ayudaba en lo que podía a su madre en la tienda, así como sus hermanos Antonio y Fernando que eran mayores que ella. A los chicos no les gustaba mucho el negocio por lo que en cuanto podían desaparecían del local, pero por el contrario a Alicia le encantaba el despachar botones, rasos, medias, etc. etc.. Aunque era la pequeña y consentida por los padres, estos no permitían que dejase los estudios para estar detrás del mostrador, para eso ya quedaría tiempo. Alicia era una buena hija y siguió las recomendaciones de sus padres, terminó los estudios básicos y se matriculo en la facultad para hacer económicas y empresariales, ella pensaba que con el título en la mano podría ampliar el negocio de los padres y conseguir pingües beneficios. Así lo hizo y realmente sacó con muy buenas notas su carrera, a continuación hizo un máster y una vez terminado se puso manos a la obra con sus propósitos. Durante varios años, su madre siguió regentando la tienda, pero cuando le llegó la hora de la jubilación, Alicia se hizo cargo por completo del negocio. Los hermanos renunciaron a todo, ellos ya tenían su forma de vivir y no les interesaba para nada aquella tienda. Sus padres ya jubilados los dos se dedicaron a viajar durante un tiempo, hasta que el padre un día sufrió un infarto y falleció de modo inesperado. Fue entonces cuando a Alicia se le complicaron un poco más las cosas pues además del negocio se hizo cargo de su madre ya que era la única hija y además estaba soltera. No tenía tiempo de nada, solo era trabajar y cuidar a la madre, mientras esta estuvo bien, se la llevaba a la mercería para que estuviese distraída y hablase con las clientas que la conocían de toda la vida. Un día, Dora, cayó enferma de Alzheimer y las cosas se pusieron todavía peor, Alicia con mucho dolor, no tuvo más remedio que ingresar a su madre en una residencia a la cual acudía todos los días después de haber cerrado el negocio. Era una rutina de la que no podía pasar y aunque Dora ya no la reconocía, para ella era muy importante ir a darle la cena y dejarla acostada como si fuese una niña pequeña, pensaba que cuando ella fue pequeña su madre lo hacía sin ningún esfuerzo y también estaba trabajando, por lo tanto era su obligación. Si era alguien en la vida era gracias a ella. El deterioro de Dora hizo que no se prolongase mucho su vida. Una vez fallecida esta, Alicia hizo una renovación en la tienda, cambios en la decoración, mobiliario nuevo y sobre todo aumentó en gran cantidad los artículos a la venta. Mientras su madre vivió no quiso tocar nada, pues ella pensaba que Dora seguía siendo la dueña, por los cambios efectuados, fue necesario que tomase dos empleadas pues ella sola ya no podía atender todo el negocio. Clara y Berta, dos jóvenes muchachas que nada más comenzar su trabajo a las ordenes de Alicia, fueron tomando muy buena nota de lo que ella les explicaba y cogieron rápidamente el rumbo de cómo funcionaba aquel negocio. Era un trabajo bonito, limpio y de un trato muy directo con el público. Las señoras que se acercaban a comprar ciertos artículos, pedían que les enseñasen a confeccionar ciertas cosas, explicaciones de cómo hacer el punto de cruz, otras querían tejer bufandas con hilaturas modernas y no sabían cómo, era un trabajo muy gratificante. Alicia llevaba excesivo tiempo trabajando sin haber tomado ni tan solo unas pequeñas vacaciones. Ya era hora de hacerlo pensó para sus adentros, era el momento, si lo seguía retrasando ya no podría con su alma y todavía se sentía joven para poder hacer un buen viaje, se lo había ganado con creces. A sus cincuenta y dos años había luchado lo suficiente por hacer una buena hucha y ahora gastarlo con mesura en lo que le viniese en gana. Estaba claro que el negocio no debía cerrarse pues, no estaban los tiempos para perder clientela. Habían pasado ya más de tres años, Clara y Berta podían quedarse solas atendiendo la tienda y ella podía relajarse y marcharse a realizar el viaje de sus sueños. Estaba indecisa pues nunca había salido de su ciudad, por eso estuvo mucho tiempo antes mirando por internet, destinos exóticos, sitios donde más adelante no podría ir dada ya su edad, su país lo podría visitar más adelante, estando más cerca, tendría más posibilidades. Decidió que nunca había embarcado y lo que más le apetecía y estaba de moda era hacer un crucero, dicho y hecho, se presento en una agencia de viajes y se informó debidamente de precios destinos, excursiones a realizar etc. etc.. Sin pensarlo mucho, se decidió por hacer uno por el Mediterráneo, de larga duración, tres semanas de crucero, así podría visitar ciudades que por sus años era posible que no volviese a ver y a la vez disfrutar también de las comodidades del barco que le habían explicado era una ciudad flotante y pensando siempre en su negocio, podría aprender mucho de lo que allí dentro hubiese. Era último de primavera y principios de verano, una época excepcional para que no hiciese ni mucho calor ni mucho frío, además a ella las apreturas no le gustaban y pensó que en Julio y Agosto todo el mundo toma sus vacaciones y estaría todo mucho más saturado. Hizo sus maletas, no sin antes haber salido de compras varios días y haber renovado su vestuario ya que lo que poseía lo tenía muy visto de tanto ponerlo para ir al trabajo, era a lo único que salía de casa, salvo alguna ocasión que saliese algún domingo con alguna amiga y después de misa tomasen un aperitivo, en raras ocasiones salía por la tarde al cine pues como ella decía, los domingos son para descansar ya que en toda la semana no estoy en casa. Se compró prácticamente un modelo para cada día, amén de bañadores, toallas de playa, zapatos y zapatillas para las excursiones, pantalones para las mañanas, algún modelo de noche para las cenas con el capitán, es decir, llevaba las maletas como las de una princesa, no le faltaba un solo detalle. Llegó el día de embarcar y estaba como un niño en su fiesta de cumpleaños, todo eran nervios. Una vez en su camarote, colocó todo el equipaje en el armario y se dispuso a pasárselo lo mejor que pudiese, no se iba a privar de ningún capricho fuese del tipo que fuese, le había llegado su hora. Ese primer día de travesía, transcurrió de lo más tranquilo, se dedicó a visitar el barco por dentro, a explorar todos los salones y ver lo que más le interesaría para por la noche después de la cena y antes de irse a dormir. Descubrió cosas interesantes, discotecas, teatro, salones de juego. A la hora de la cena, en su misma mesa, colocaron a un apuesto caballero, de unos cincuenta y tantos años, rondando los sesenta o al menos es lo que a ella le pareció, que también viajaba solo. Entablaron una cordial conversación y desde esa noche fueron compañeros de viaje inseparables. Él le comentó que había enviudado hacia unos meses y como no había tenido hijos, el mundo se le venía encima sin su adorada esposa. Había decidido hacer el viaje por pura distracción ya que sus negocios le permitían disfrutar de un buen peculio y el día de mañana no tenía a quien dejar su pequeña fortuna, salvo a los sobrinos, los cuales no se ocupaban de él para nada. Era mejor darse buena vida en lo que sus fuerzas se lo permitiesen y gastar lo que le viniese en gana dejando siempre una buena parte para la vejez. Alicia, también le contó de su soltería y que estaba en las mismas circunstancia que él, no tenía más que a sus hermanos y sobrinos y el negocio que tan bien le iba a ella era muy posible que cuando faltase, lo traspasasen o vendiesen, ya que ellos nunca habían querido saber nada de él y eso que era la herencia de los padres. Las excursiones las hacían juntos, estaba claro, se habían apuntado a las mismas y los días que se quedaban en el barco, buenos chapuzones en la piscina se daban, poniéndose luego a tomar el sol en las tumbonas de cubierta. He de decir que el apuesto caballero se llamaba Norberto, su pelo casi blanco le hacía de lo más interesante junto con su barba, los ojos grandes azulados, no había mujer en todo el barco que al pasar junto a él no se fijase y volviese la vista para mirarlo más descaradamente. A Alicia, eso no le importaba, no era nada suyo y lo pasaba bien con él, ella no tenía otras intenciones. A los pocos días, Norberto, se presentó a la hora de la cena con un estuche bien envuelto y se lo dio a Alicia en los postres. Ella se quedó boquiabierta pues nada esperaba. A la que le hacía la entrega, le pidió que se casase con él, nada más verla se había enamorado perdidamente de ella y no quería dejar pasar un día más sin declararle su amor. Ella muy nerviosa, no sabía que contestar, estaba atónita, era lo que menos hubiese podido esperar, así de repente. Abrió el estuche que con tanta insistencia le ofrecía Norberto, era una maravillosa pulsera de brillantes y zafiros, que podía ser el sueño de cualquier mujer, nunca había visto nada parecido, la aceptó, pero le pidió que al menos le dejase veinticuatro horas para pensarlo. Pasado ese plazo, Norberto volvió a insistir y Alicia mujer muy acostumbrada a bandeárselas ella sola, le contestó que sí, pero deberían hacer una separación de bienes ante notario y él debería aceptar las clausulas que ella ponía como condición sin excusas para aceptar el casamiento. Norberto acepto de inmediato todo lo que Alicia le propuso. Sin demora, se fue a ver al capitán que era quien debía oficiar el matrimonio y pedirle que el notario del barco, diese fe de todo lo que Alicia proponía. Así se hizo. Fijaron la boda para pasados tres días y Norberto llevó a Alicia a la mejor boutique del barco para que escogiese el vestido que llevaría en la ceremonia. Fue un vestido color crema, lleno de pedrería con escote barco por delante y toda la espalda al aire parecía una princesa de verdad, nunca se hubiese imaginado embutida en un modelo semejante. El notario, escribió todo lo que Alicia quiso y lo firmaron todas las partes. También supo Alicia que Norberto había estado en el despacho con él con anterioridad y también había firmado papeles, lo que no sabía ella era lo que él había firmado. El capitán ofició la ceremonia y hubo una gran celebración. Una vez que se retiraron a su camarote a descansar, antes de consumar la noche de bodas, Norberto, sacó unos papeles y se los ofreció a Alicia, quiso que los leyese antes de nada. Esta lo hizo y cuál fue su sorpresa que era todo un extenso testamento, la hacía heredera universal de todos sus bienes y propiedades, las cuales eran muchas. También constaba en el mismo, las condiciones en que se habían casado y la excluía de cualquier problema que pudiese haber con sus negocios. Ella no entendió lo que esto quería decir, la verdad es que él nunca le había comentado en qué consistían sus negocios, solamente que le proporcionaban buenos dividendos. Al preguntar ella de que se trataba, él le contestó que una vez que ya sabía lo que él había firmado y que ahora era ella su única heredera, debían continuar con su celebración y olvidarse de cualquier otra cosa, ya habría tiempo para hablar de negocios, todo eso con el tiempo la iría poniendo al corriente. Nunca pensó Alicia que en el mismo viaje, disfrutaría tanto, incluso se había casado, luna de miel, un hombre que la hacía realmente feliz, buen amante, aunque ella no había conocido otro, cariñoso, atento, un prodigio como hombre, lo reunía todo, ¿Qué más podía pedir? Ya nunca más viajaría sola, había logrado la felicidad y el marido perfecto. Al termino de las tres semanas de viaje, al fin llegaron a puerto, sacaron sus maletas del camarote, comenzaron a despedirse de los compañeros de viaje, de la tripulación que tan maravillosamente se habían portado con ellos y una vez bajada la pasarela, justo al borde de la misma, dos guardias civiles se aproximaron hacia Norberto, lo identificaron y sin más le colocaron las esposas. Claro que en ese momento fue cuando Alicia descubrió que su flamante marido al negocio que se dedicaba era ni más ni menos que al tráfico de drogas. Como iba ella a imaginar lo que sucedería después de aquel maravilloso viaje. Una vez en su domicilio ya calmada y con tiempo para pensar, pidió a su hermano el abogado que comenzase los trámites de divorcio pues ella no podía seguir unida de por vida a un elemento de aquella índole. Se sintió estafada, ninguneada y no podía dejar de pensar como había sido tan tonta y había caído en sus redes con tanta facilidad. Nunca volvió a confiar en ningún hombre. Siguió con su negocio hasta su jubilación, después se lo arrendó a las dos chicas que con ella habían estado desde siempre. Con el dinero de Norberto hizo unas donaciones a orfanatos, instituciones benéficas y fundó una asociación para enfermos de los que su marido había sido responsable, ella no quiso nada de ese dinero, era dinero podrido. PILAR MORENO 21 junio 2015

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