LOS OLORES

Guardo en mis pituitarias ciertos olores de mi niñez tan inconfundibles, olores a recuerdos cuando llegaba a la tienda de papá él tras el mostrador, con el guardapolvos blanco delantal blanco, atendiendo a sus clientes con el agrado que le caracterizaba, siempre sonriente y con ese porte señor era la tienda de comestibles, la de toda la vida, donde se despachaban buenas viandas de todo tipo pasaba a la trastienda y allí comenzaban esos aromas deliciosos, los barriles de madera uno de aceitunas verdes otro de negras, con su cazo agujereado para escurrir el caldo la vieja nevera, donde se conservaba la mantequilla los embutidos y algunas botellas de refrescos más al fondo, los sacos de legumbres, la bascula para pesar las patatas y bajo ella, las mismas también estantes con artículos de limpieza era una mezcla agradable las cajas de galletas expuestas fuera del mostrador para llamar la atención cuántas clases había de ellas los botes de caramelos con su tapa metálica de tantas clases y colores al otro extremo, se despachaba el aceite como me gustaba poner la botella bajo aquel pequeño pitorro y mover la manivela para llenar aquel recipiente el viejo reloj que marcaba las horas y era testigo de todo el tiempo que allí pasaba mi padre han pasado muchos años de todo aquello pero yo no lo he podido olvidar creo que nunca lo haré, me sentía feliz cuando estaba con él en aquel lugar me dejaba hacer, era su niña la única que tuvo a la que brindó todo su cariño cada vez que me abrazaba, sentía aquella mezcolanza de olores tan característicos también recuerdo los olores de la casa de mi abuela de cómo olía mi tía, aunque se fue muy pronto, yo sólo tenía cuatro años pero el perfume que usaba y los polvos con que se embellecía la cara son olores que me resultan familiares no los he olvidado los olores a bebés de mis hijos cuando pequeños mi nariz no es grande pero tiene la facultad de almacenar todos los olores del tipo que sean. PILAR MORENO 22 junio 2015