viernes, 4 de marzo de 2022

 

FUTURO

 

Vamos a hablar del futuro, ¿Dónde está? Es una pregunta que todos los días me hago ¿Tengo futuro? No lo sé, es una palabra incierta, insegura, me gustaría saber si o tengo o no, por otro lado, pienso que es mejor ignorarlo pues sería penoso cada día al levantarse preguntarse ¿cuánto me queda? Eso es muy triste, era la palabra que cada vez que íbamos al médico mi marido preguntaba.

La primera vez que lo preguntó, la respuesta fue muy dura, le quedan entre seis meses y un año a lo sumo. Yo pensé que me caía redonda al escuchar esas palabras del médico, afortunadamente, se equivocó y fueron hasta casi los cuatro años lo que vivió, pero… cada día decía uno menos que me queda. Aun así, tenía vitalidad, podía moverse y sobre todo la cabeza le regía perfectamente, solamente cinco días antes de fallecer perdió la consciencia, ya sabía yo y él mismo que era el final. Gracias a Dios no sufrió, pero no puedo saber si, aunque no hablaba esos cinco días y estaba casi sin conocimiento si se daría cuenta de que ya no había vuelta atrás.

Hacía ya muchos años que yo le decía, sin estar enfermo, “vamos a hacer tal cosa, que mañana no sabemos si nos levantaremos” esta frase la tenía yo presente desde que mi padre murió. Estaba lleno de vida y con sesenta y seis años, salimos un día a comprar y en la calle le dio un infarto y todo terminó. Me dejo marcada para siempre, fue algo tan inesperado y que me hizo pensar que si puedes hacer hoy algo no lo dejes para mañana que puede que no se llegue a hacer.

Pienso también en esas personas que pasan de estar estupendamente a levantarse una mañana con una dolencia inesperada y se van deteriorando poco a poco, la cual, aunque la cabeza no se la haga perder, pierden todos sus movimientos, la fuerza que en su momento tenían y que ahora no aceptan que ya no la tienen, su compostura, su arreglo personal, esa falta de energía, que en la mayoría de los casos se convierte en mal humor, tiene que ser horrible el ir viéndote mermado.

Para mí no quiero eso y pido a Dios que antes de verme así me lleve con él y a poder ser como a mi padre. Para las personas que antes he citado pido lo mismo lo que no quiero para mí, no lo quiero para nadie. Es mejor llorar de una vez, que llorar a diario sabiendo que el resultado va a ser el mismo, que no hay solución y mucho menos un futuro.

Creo que yo al enterarme de la enfermedad de mi marido y el tiempo que según el médico le quedaba, me fui haciendo a la idea de que su futuro iba a llegar muy pronto. Lo atendí y cuidé con todo cuidado hasta el último día, muchos ingresos de hospital, muchas idas y venidas a todos los sitios, pero… con el convencimiento de que en cualquier momento podía llegar. Pienso que eso hizo cuando llegó el momento, no por eso menos duro, mi mente estuviese preparada y pudiese pensar con claridad los pasos que debía de dar.

 

PILAR MORENO

 

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