lunes, 21 de marzo de 2022

NO HAY QUIEN PUEDA

Siempre ha habido contradicciones entre padre, hijos, hermanos, cuñados y amigos. Nunca se ha opinado lo mismo sobre según qué temas, unas veces han llevado razón unos, otras los otros, pero según que personas nunca se ha podido con ellos.

Yo tuve un caso muy cercano y triste pues muchas veces le dije contigo no hay quien pueda y era la más cruda realidad, la persona más terca que jamás conocí; la que siempre llevaba razón en todo y por todo y la que nunca se equivocaba, la culpa de todo era siempre de los demás.

Nunca dio su brazo a torcer y nunca fue capaz de pedir perdón por las cosas que hacía mal que, realmente fueron muchísimas las cosas que a lo largo de su vida hizo mal y no se arrepintió de ello.

Digo que fue muy triste para mí pues se trataba de mi madre y hasta el último día de su vida siguió con la misma forma de actuar.

Por otro lado, mi suegro, cuando se casó con mi suegra, como era posguerra y los medios eran escasos, fueron a vivir con los padres de ella. Ese hombre, tenía una forma muy peculiar de ser, con lo que ganaba, no les alcanzaba para vivir y al estar en casa de los suegros, la pobre gente se hacían cargo de muchas cosas. Enseguida nació el primer hijo y cosas antiguas, no había cuna, lo acostaban entre los dos en la cama de matrimonio, así evitaban que tuviese frío pues claro comodidades en aquella casa ninguna.

El abuelo trabajaba y gracias a lo que el hombre ganaba, salieron adelante; mi suegra a media semana le tenía que pedir dinero prestado hasta que su marido cobrase la semana, que era como antes pagaban a los obreros. El sábado le reponía a su padre lo que le había prestado, pero el miércoles volvía a hacer la petición, así semana tras semana.

Cuando mi suegra quedó embarazada del segundo hijo, mi marido, los abuelos se hicieron cargo del nieto mayor, siguiendo el mismo sistema, metían al niño en la cama entre los abuelos y así dormían. Cuando ya el segundo era un poco mayor, como para seguir durmiendo con sus padres y el primero con los abuelos, les pusieron una habitación para los dos hermanos. Claro está todo muy liviano y a costa del pobre abuelo.

Mi suegro que era de armas tomar, un buen día tuvo una pequeña discusión con el abuelo y dejó de hablarle, después de lo que el pobre hombre había hecho por él y su familia, les habían criado a los hijos y si no hubiese sido por ellos, mi suegra no hubiese podido trabajar y casi no hubiesen podido casi ni comer. Pasado el tiempo, fue ganando puestos a pequeña escala y el sueldo, aunque no era para despilfarrar fue aumentando poco a poco y ya al menos mi suegra no dependía de lo que su padre le prestase.

Cualquier cosa que el pobre abuelo hiciese y a él no le pareciese bien, se las liaba pardas. No había quien pudiese con él, solamente cuando el abuelo era muy mayor y cayó enfermo, se asomaba a la puerta de la habitación y sonriéndose le preguntaba ¿Qué, como estamos? Por la forma de hacerlo parecía que le decía “cuando se muere”, era un caso. El abuelo tenía que comer las cosas trituradas y ya había que dárselas a la boca pues el no podía ni con la cuchara, pues no consintió nunca que su hija lo diese de comer. Cuando falleció el pobrecito, parecía que se había quitado un peso de encima.

Son personas que, a mi modo de ver, son para tratarlas de lejos y a ser posible casi ni tratarlas, es penoso que por su forma de ser nadie quiera estar cerca de ellos, ni los propios hijos y si lo hacían o hacíamos era por respeto a la edad y por pensar que eran tus padres, pero, realmente no por cariño.

 

                     PILAR MORENO 18 marzo 2022

 

 

 

 

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