miércoles, 4 de junio de 2014

CUALQUIERA DE NOSOTRAS

Llevo pensando muchos días en la tarea encomendada. Realmente no resulta fácil el tema sobre el que debemos hacer un relato, por eso he decidido contaros una historia que bien podría ser la de cualquiera de nosotras. Somos mujeres de nuestro tiempo que hemos sabido adaptarnos a las circunstancias de los tiempos que corren y que además hemos procurado a nuestra edad, buscar una distracción cultural, que nos permite amén de relacionarnos con otras personas con nuestras mismas aspiraciones, adquirir en muchos casos unos conocimientos que en nuestra juventud no pudimos conseguir. La mujer a la que me voy a referir, proviene de una clase media trabajadora, la cual al terminar los estudios que en su casa le pudieron proporcionar, se puso a trabajar en lo que realmente salía. Era una época en la que realmente se encontraba trabajo con facilidad, pero también es cierto que en la mayoría de las ocasiones no te daban de alta en la Seguridad Social y mucho tiempo después de haberse deslomado en el trabajo, descubría que si algo le sucediese, nadie se haría cargo de ella pues el único beneficiado de su trabajo había sido el patrón y en muchos de los casos al llegar ahora el tiempo de su jubilación, se encuentra con que nadie ha cotizado por ella o en su lugar si lo han hecho ha sido por una cantidad tan ínfima que no le permita tener retiro alguno. Nuestra amiga, trabajó duro durante varios años y en diferentes ocupaciones. Sólo los últimos años fueron los cotizados en su favor. Muy joven decidió casarse con un buen hombre y aunque los primeros tiempos fueron duros hasta que se fue organizando la nueva vida, había que pagar letras de piso, amueblarlo, vivir y en aquella época lo primero que llegaba tras unos meses de casados era el primer hijo y no precisamente con un pan debajo del brazo como decían, si no que aumentaba en una cantidad muy considerable los gastos de la pareja. De todas formas, ella se hizo muy bien a la nueva situación, trabajaba solo en su casa para su esposo y el hijo recién llegado y formaban una familia feliz. No tardaron mucho tiempo en marcharles las cosas mejor, el marido comenzó a ganar más en la empresa en donde estaba empleado, ascendió de categoría y la vida comenzó a sonreírles. Al poco tiempo otro hijo se presentó en su hogar, esto les llenó de felicidad y gozo. Todo marchaba a las mil maravillas, ya se podían permitir muchos lujos, alternar con amigos etc. etc., pero las cosas que tiene esta perra vida, de pronto el dueño de la empresa en que trabajaba el marido decide venderla al mejor postor y todo da un giro de 180º. Las cosas comienzan a ir de mal en peor y hay que apretarse el cinturón hasta que de puro apretado les hacía ahogarse. Con mucha paciencia nuestra amiga ve pasar el tiempo y poco a poco se van solucionando los problemas que les acuciaban y comienzan a levantar cabeza como vulgarmente se dice. Vuelven los buenos tiempos, a sus hijos les dan buena educación, carreras y caprichos, hasta verlos bien situados, casados y con hijos pero… llega la maldita crisis, si maldita pues ha dejado a mucha gente en la más estricta de las miserias. El caso que nos ocupa, les ha pillado ya jubilados, pero como la jubilación la recibieron en tiempos en que todavía circulaba en nuestro país la peseta, al cobrar la misma en euros, la cosa ha cambiado mucho y realmente a peor, por lo que nuevamente han tenido que apretarse el cinturón y aunque no se ahogan, tampoco tiran cohetes. Por eso no dejo de pensar “Que quien soy yo” para decir nada de las personas que veo a mi alrededor, que antes vestían de marcas y ahora las ves comprando en el mercadillo, que iban a buenos restaurantes y ahora no salen de casa, que a la hora de hacer sus compras más indispensables van buscando lo más económico. Y sobre todo que muchas de las personas que en la situación de nuestra amiga, con su jubilación están manteniendo a los hijos y nietos. Me reitero en decir maldita crisis y quienes nos metieron en ella. PILAR MORENO

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