Señor
Pepe, señor Pepe, venga que aquí hay un cadáver.
¿Cómo que hay un cadáver?
El señor Pepe, todo asustado,
salió corriendo de su chiscón de portero y se apresuró a subir la escalera
corriendo hasta el segundo piso que era de donde lo reclamaban. Era Lucía la
hija de los dueños de aquel piso, que mientras estaban de vacaciones, habían
encargado hacer unas obras en el mismo.
Lucía se presentó en su casa
a demanda de sus progenitores para ver como iba quedando la reforma que habían
encargado a una casa que se dedicaba a tales menesteres.
Al entrar en la vivienda,
Lucía fue pasando habitación por habitación, para ver si todo estaba de su
gusto y así poder informar a sus padres. El baño azul, había quedado de cine, pensó
para ella, el rosa que era el suyo, era de ensueño, se imaginaba en aquella
bañera llena de espuma y la toalla enrollada en la cabeza como tantas veces
había visto en las películas, el de la habitación de sus padres como era de
esperar, habían puesto una combinación de verde y beige que era una maravilla,
muy señorial claro estaba y el aseo de servicio, también era muy bonito, un
color lila muy suave contrastando con el blanco de los sanitarios.
Se dirigió a la cocina y
realmente le pareció maravillosa, con lo grande que era, la cocinera se
sentiría como la mejor chef del mundo guisando en aquella isla que contenía de
todo. Todo era increíble, podría informar a sus padres con todo detalle de lo
que le había gustado, seguiría pasando por allí hasta que ellos volviesen de su
veraneo, para deleitarse con aquellas vistas.
Le quedaba por ver la terraza
y el amplio salón y rauda fue a verlo. De pronto, detrás de la puerta de este,
vio un hombre tirado en el suelo, envuelto en un charco de sangre, con un cuchillo
clavado en el cuello.
El señor Pepe, entró en la
vivienda casi sin resuello. Había trepado la escalera de dos en dos y ya no
tenía edad para eso.
¿Qué pasa señorita Lucía?
¡¡¡Mire aquí hay un cadáver!!!
Dios bendito, es uno de los pintores.
No toque nada, hay que llamar a la policía. ¿quién habrá
podido hacerlo?
Ay señor Pepe, que disgusto, cuando se lo cuente a mis padres.
Señorita, si me hace caso, de momento no les diga nada, su
mamá seguro que no querría volver a vivir en esta casa si lo descubriese.
Cuando llegó la policía,
comenzaron las preguntas, ¿Quién más había en aquel piso? ¿Cómo había sucedido?
Mientras estaban interrogándoles, entró por la puerta del salón un hombre de
gran estatura, gordo y colorado con un puro en la boca.
Coño, ¿Qué pasa aquí? Ostias el Marcelo, pero… ¿qué le ha
pasao? ¿Dios quien ha hecho eso? Ay madre, si ese es el cuchillo con el que yo
rasco los bordes de arriba de las puertas y cuando me he ido a comer lo he
dejado justo encima de esa, seguro que se le ha caído encima al Marcelo.
Comenzaron a interrogarle a
él también y después de mucho rato, llegó el juez a levantar el cadáver y
viendo la situación dijo que aquello había sido un accidente con mala suerte,
estaba claro que aquel hombre con cara bonachona no había tenido la intención
de matar a su compañero ni mucho menos. Había circunstancias en las que se
torcían las cosas sin uno quererlo.
Lucía y el señor Pepe,
estuvieron de acuerdo en no decir nada a los dueños del piso, pues en realidad
había sido todo producto de mala suerte y la sangre del suelo, como había que
acuchillar la tarima, ni se notaría nada, para que disgustar a aquel matrimonio
que llevaba toda su vida habitando felizmente en aquella casa.
PILAR
MORENO 17 enero 2019
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