Aquel mar cada vez se
ponía más bravo, el oleaje era tremendo, olas de quince metros al menos, hacían
que aquel inmenso barco pareciese una cáscara de nuez en medio del océano.
Era
un trasatlántico que llevaba a bordo a cinco mil personas, todas ellas de alto
nivel económico, y otros mil empleados que se necesitaban para atender a todo
aquel pasaje. El lujo rebosaba por todas partes, tanto en la equipación del
barco como en los pasajeros, allí los trajes de noche para las fiestas, así como
las joyas que lucían las damas, eran de los costes más elevados del mercado.
Los brillantes y las esmeraldas como toda clase de piedras preciosas relucían
como si fuesen escaparates en la gran manzana de Nueva York.
Boston Grey el capitán,
era un avezado marinero, acostumbrado a toda clase de mareas y no se achicaba
por nada, eran muchísimas las horas de navegación con las que contaba su cuerpo
y la tormenta en la que estaban entrando no era mucho mayor de las que en otras
ocasiones se había visto envuelto, saldrían de allí sin problemas.
Según se iban adentrando
en aquella tormenta, Boston se iba diciendo así mismo que nunca se había visto
en una situación parecida, claro estaba que eso no se lo podía decir al pasaje,
pero en sus adentros lo pensaba, sería difícil reconducir aquel monstruoso
barco que contaba con ocho plantas por encima del agua más los camarotes, salas
de máquinas, cocinas etc. Que iban por debajo de la misma; aquello zozobraba de
un lado a otro y él no sabía como retomar el rumbo de semejante magnitud.
Tuvo que dejar a los
invitados que había en su mesa y dirigirse a toda prisa a su despacho, abriendo
con celeridad la bitácora, y sacando de allí la brújula, se puso a contemplarla
y fue entonces cuando se dio cuenta de que había perdido por completo el rumbo,
si no conseguía retomarlo, sería muy posible que terminasen como el Titanic,
chocando con algún iceberg, la ruta que llevaban era la misma. Sería una
tragedia muchísimo más grande que la de aquel otro barco y el no podría
perdonarse haber llevado a la muerte a tantísimas personas.
Por suerte, la tormenta
fue amainando poco a poco y el capitán Grey, dio orden de que las orquestas
tocasen todo lo fuerte que les fuese posible, para que los pasajeros estuviesen
entretenidos bailando mientras aquella furia marina terminaba. Se habían
desviado de rumbo, pero eso no tenía mayor importancia, aunque diesen un gran
rodeo, lo importante era sacar su gran barco de aquella situación.
Unos pasajeros, estaban
mareados por las inclemencias del temporal y otros por las grandes cantidades
de alcohol que habían ingerido al darse cuenta de que aquello podía terminar en
tragedia. Todo fue calmándose y Boston una vez enderezado el rumbo, se dirigió a
su pasaje explicándoles todo lo que había sucedido y lo mal que lo había pasado
hasta ver que la situación se enderezaba.
Una vez que todo había
concluido, volvió a llevar la brújula a guardarla en su bitácora que era el
lugar en el que le correspondía estar, en el mismo armario, guardaba el libro
de abordo, así como una pistola con la que se quitaría la vida en caso de no
poder salvar su embarcación.
PILAR MORENO 25 noviembre 2018
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